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Valeria se levanta de la cama y camina hacia la ventana. Le miro la espalda: Su cabello corto, su cuerpo delgado, sus hombros que se antoja morder y esas hermosas nalgas. Abre la ventana y mira hacia la calle. Deja escapar un sonido gutural.

Mi celular sigue tocando Spitting Off the Edge of The World.

—Oye, ya amaneció— Me dice. Pero yo finjo estar dormido.
Camina de nuevo hacia la cama, hacia mi. En cuánto la veo más cerca me levanto y la tumbo en la cama. La envuelvo en la sábana. Beso su frente y su boca, me detengo:

—¿Qué no te das cuenta que del otro lado de la ventana el mundo sigue igual sin nosotros? Podemos estar aquí un año más y nada cambiará. Las putas seguirán esperando clientes, el metro vomitando gente y los autos pasando.

—¡Estás loco! Eres un misterio. Nunca te veo y el día que te presentas me traes… aquí.— Señala con dos dedos y recorre la habitación.

—¿»Aquí»?— Imito su voz.

—Aquí. A un hotel.— Me reclama.

—¡Ja! Si tú fuiste la que me secuestró. ¿Pero sabes qué? No me arrepiento.

—Obvio que no, ¡Te fuiste rayado conmigo, cabrón!— Los dos reímos y luego me pongo serio.

—La verdad es que sí. Me fuí rayado pero tú también: ahora tengo el enorme problema de querer escribir páginas y páginas de ti. De lo que miran tus ojos, de tus paisajes, tus relieves, tus lunares, tus historias, tus cejas. Jajajaja.

—Deja mis cejas, pendejo. Están chidas así—

Entonces Valeria se sienta en la cama, hurga en su bolsa de mano y saca una cajita de latón que parece un féretro miniatura y también saca una pipa. Abre la cajita de latón:

—Este estuche era de mi abuela, fue lo único que me agandallé cuando se murió. Todos se peleaban por los terrenos y los papeles de los carros. Pobres pendejos— Relata mientras abre el estuche, saca una bolsita repleta de mota y comienza a llenar la pipa. Aprovecho para acercarme a ella y abrazarla por la cintura para que sienta que estoy listo para ella. Veo que su piel responde y se eriza cuando beso su cuello. Se aparta…

—Total que entre aquel desmadre vi que nadie pelaba la bolsa de mi abuela y me puse a esculcarla hasta que encontré el estuche de bilets y ¡Traz! que me lo apaño. Ahora es donde guardo la mosh.—

Saca un encendedor color fucsia y enciende la pipa. Fumamos un poco y nos metemos a la tina. El agua caliente y el humo de la pipa me adormecen hasta el momento en que Valeria sumerge la mano y comienza a tocarme. La tomo del cuello firmemente pero con ternura y nos besamos mientras debajo del agua burbujeante nos toqueteamos. Cuando estoy a punto de penetrarla por enésima vez se interrumpe la música y suena mi celular.

—¿No vas contestar?— pregunta

Mi respuesta es consumar el acto y besarla, besarla hasta que el día se termine y pueda perderme en las sombras. Besarla hasta que la ciudad se incendie y nos consuma junto con esta habitación de Tlalpan. Besarla hasta que el fuego del tiempo me consuma con todo y mis pensamientos retorcidos. Afuera de la ventana el mundo sigue igual sin nosotros. Podríamos pasar un año aquí y nada cambiaría… Mi celular sigue tocando Spitting Off the Edge of The World una y otra y otra vez…

Clases de Felicidad
Cuando era niño se le apareció la bruja

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