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No me imagino viviendo un tiempo posterior a la guerra, la devastación del paisaje y la desolación en el rostro de las personas, debe ser lo más parecido a sentirse completamente solo, en un mundo totalmente desconocido.

Tal vez pudiera ser como sentirse aventado de una nave espacial, que las personas hablan un idioma distinto y se ven distintas a ti, tan sólo de imaginarlo, me parece aterrador y por supuesto todo un reto.

Supongo que nuestras creencias, cultura, educación y valores nos condicionan para hacer, pensar y actuar de la manera en que lo hacemos, cosa que hasta hace muy poco tiempo me negaba a creer.

De oídas, llegó a mí la historia de un alacrán cuya naturaleza es arrastrarse por el suelo, esa era su esencia, soñar sí, soñar con volar, ¡volar, al infinito y más allá”!

Pero que iluso ¿cómo?, ¿de qué manera?, cavilando como siempre entre sus propios pensamientos, miró hacia el cielo, una poderosa águila surcaba la bóveda celeste, la miró con tanto ahínco, que está empezó a descender hacia él, como si su pensamiento, fuera una suerte de imán con el cual la llamara, así toco el piso y llegó hasta donde se encontraba el alacrán.

Poso sus enormes garras en el suelo.

le dijo –hombre ¿qué te pasa?, te has quedado absorto

-me has clavado una mirada que he tenido la imperiosa necesidad de venir a mirarte tal y como tú lo has hecho conmigo

-me he dicho para mis adentros, ¿Qué ser es ese y poseedor de que magia que siendo tan diminuto me atrapo sólo con su mirada?

Extrañado el alacrán y con cara de sorpresa responde

– No, no es que tenga magia en la mirada

-Es que mientras extendías tus poderosas alas, me preguntaba ¿que se sentiría sentir elevar tú cuerpo?, cosa que como habrás notado nunca podré saber.

La poderosa águila despegó las garras, agito las alas y en un segundo ya estaba otra vez volando, pero está vez, se perdió en el cielo.

Así cada día en punto de las 8:30 am, ambos seres se reunían para parar el mundo

Una, para sentirse contemplada y otro imaginar que un día podría volar y mirar, aquello que por naturaleza se le había negado.

De a poquito se inició una amistad que parecía indestructible.

Está se detenía de cuando en cuando, sus vuelos para poder conversar con su nuevo amigo, listo y analítico.

Ella cambiaba el aire de los cielos, tan sólo por escuchar su voz ronca y sabia, volando siempre sola, pero había algo de magia en la voz de ese alacrán, que pertenecía al género de los escorpiones, que todo lo que salía de su boca, sonaba a verdad y es muy probable que así fuera.

En esas largas charlas, el alacrán le preguntaba ¿cómo era la sensación del aire en las alturas?, ¿cómo era mirar el paisaje desde otro punto de vista?

Ella le respondía, extender las alas y dirigir tú vuelo, es lo más parecido a sentir que tocas el cielo, en este mundo tan enorme, te hace sentir que importas, que eres poderoso, que controlas tú rumbo y todas esas sensaciones, te impulsan para seguir surcando otros cielos.

Por ejemplo, yo desde arriba puedo darme gusto de seleccionar mi comida y bajar a por ella.

Puedo elegir dónde estar y sólo impulsar mis alas hacia adelante y atrás para emprender el vuelo, sin embargo

 – tú mi querido amigo, puedes tener muchos deseos de volar, pero jamás podrás hacerlo-

El alacrán se quedaba pensativo y nostálgico.

Así pasaron tres años, mientras transcurría el tiempo, la amistad se afianzaba más y más, el afecto empezó a aparecer entre dos seres vivos tan distintos, tanto que los otros animales que le miraban se decían, mira ese par de bobos, de que conversaran, si son tan distintos, uno conociendo el mundo por tierra y la otra dominando el cielo.

Una tenía por naturaleza ser confiada, creer a pie juntillas sin poner en tela de juicio, tal vez porque para ella la amistad lo era todo, el amor lo era todo y la fidelidad mucho más.

Y no es que el alacrán fuera alevoso o malintencionado ¡no¡, sólo que en la naturaleza de cada ser vivo, ya se encuentra grabado a fuego, eso que nos hace únicos e irrepetibles aun cuando pertenecemos a un género en particular.

Así pues, andaban en esas charlas el alacrán y el águila, cuando al alacrán se le ocurrió la idea más descabellada.

-Amiga querida y si antes de morir pudiera ver el cielo desde las alturas, entonces podría decir que valió la pena vivir.

El águila, no tardó en responder

-Querido alacrán sube en mi lomo-

-Te llevaré lento, suave, para que disfrutes el viaje, porque bien sé, que si lo hago a mi ritmo el aire puede terminar sofocándote y morir, así que anda ¡vamos ¡

El escorpión saltaba de gusto, como pudo trepo al lomo del águila, se sujetó con tal fuerza que le permitían sus quelíceros, el águila despegó las garras del suelo, agito las alas con tal fuerza que estuvo a punto de perder a su acompañante, en mitad del vuelo el alacrán estaba tan eufórico, que clavo el aguijón en medio del lomo de su querida amiga.

Cuando reparo en lo que había hecho, ya era demasiado tarde, el veneno que circulaba por su sangre, quitaba poder a las alas del águila

De los ojos del águila salieron dos lágrimas, sentía como las fuerzas abandonaban su cuerpo

– No te preocupes querido amigo

– Esto era un riesgo calculado, desde que decidí invitarte a ver el mundo sabía que esto pasaría, sólo que mi salto de fe era más grande que nuestra propia naturaleza, pensé que el amor me salvaría y mira qué curioso, tan sólo me hizo vivir y volar, pero a otro plano.

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