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Pájaro

Como un ave…

Si me preguntaran como lo describiría en una sola palabra, siempre y sin dudarlo nunca diría que como un ave.

Específicamente como aquel ruiseñor de hermoso trinar que vimos aquella vez en la ciudad, algo inusual donde vivimos, y por eso siempre me acordaría de el al pensar en esa ave.

Su amor es y fue como ese ruiseñor.

Recuerdo que desde que nos conocimos él siempre se mostró con un espíritu indomable y libre. Era muy popular entre los chicos y siempre lo trataron como un objeto, algo que cualquiera podría tener y no soltar jamás, pero él nunca se doblego ni resigno y siempre les mostro a todos que no tenía dueño ni le pertenecía a nadie más que a sí mismo.

Ese era su ser.

Su esencia

La razón por la que me enamore de él, así como muchos.

Y como ya lo dije, el siempre mostro un espíritu libre hasta en el amor.

Me lo dijo desde esa primera sonrisa, que él no era de atarse a nadie, que nunca esperara que volviera. Acepte sus palabras, pues en ese momento no me parecía que me llegaría a importar siquiera un poco. Que equivocado estaba.

Con el pasar de los días surgieron los primeros recuerdos y también nacía un pequeño sentimiento, mismo que hasta el día de hoy reconozco, tenía esperanzas de que fuera mutuo en aquel entonces.

Al principio no le tomé importancia al pensar que todo eso iba a ser momentáneo, una chispa parpadeante en todo lo que iba a vivir en la escuela; pero luego siguió pasando el tiempo y ese pequeño sentir, como un pequeño retoño, creció, y se convirtió en la flor de amor más bella que ha llegado a brotar en mi corazón.

Se lo dije, me arriesgue y le confesé todo lo que había empezado a sentir por él, desde lo más profundo y sincero de mi corazón; tal y como esperaba, él no dijo nada.

Yo sabía el riesgo de todo esto, las consecuencias que habría si continuaba con nuestra relación después de haberme declarado, si continuaba pasando ese límite que desde el comienzo establecimos terminaría muy mal y aun así lo hice, fui más allá y me enamore.

Nunca me tomo enserio, o al menos eso creo.

A partir de ese momento en el que decidí dar ese paso tan arriesgado las cosas cambiaron, la diversión y la alegría resaltaban en nuestros momentos juntos, incluso engañosos destellos de amor que alguna vez vislumbre en sus ojos.

Paso el tiempo, demasiado rápido para mí, demasiado lento para él, entre una estación y otra haciéndonos compañía mutua siempre; y llego el día en que él se iría. Lo presentía desde hace tiempo así que me preparé mentalmente tanto como pude para dejarlo ir y cumplir con lo establecido en un principio, durante un tiempo intente fortalecer mi corazón tanto como fuera humanamente posible para no llorar cuando se fuera.

Al final, eso no importo porque ese día, ese maldito día en que desperté y sentí mi corazón estrujarse sin saber la razón, lloré. Lloré al entender que había pasado, que él se había ido finalmente. Lloré como nunca había hecho, ni siquiera cuando era un bebé.

Eso fue hace ya 8 años

Ahora me encuentro en medio del bosque de mi ciudad, donde muchas veces venimos a ver las estrellas, y creamos tantas historias y recuerdos. Estoy en una cabaña, terminando un trabajo.

Afuera el día es precioso, el cielo está pintado de celeste y adornado con esponjosas nubes que parecen algodón, el sol irradia alegre sobre el cenit y la brisa fresca, la humedad y la sombra de los arboles hace que esto sea simplemente perfecto.

Cierro un momento los ojos al oír un ruiseñor cantar, y me dejo llevar por el suave sonido.

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