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Estoy entrando al baño, es la etapa de vivir el segundo año de secundaria. Siempre me ha gustado ir solo a mis necesidades, solía ir al baño en momentos entre clases y durante los primeros minutos después de iniciar alguna actividad; llegar al final, ser el último en entrar al salón era una práctica cotidiana.


Durante el primer año los profesores nos dieron el apodo de los energúmenos, la palabra salió de nuestra profesora de civismo, fuimos educados con principios de conducta en apariencia honesta. A la profesora de civismo le gustaba sentarse en la esquina del escritorio, después de dejar su bolsa en el sillón, se instalaba sobre su lugar favorito y se frotaba las nalgas mientras nos regañaba e intentaba dar clases de buena conducta, recuerdo que su nombre era Angélica.


La escuela era un recinto de tradición en el pueblo, esa secundaria era el destino que todos los padres querían para sus hijos. También me toco la desgracia de ser parte de esa moral durante dos años. El director era un tal Cárdenas que había pasado sus últimos momentos de trabajo estafando a los profesores que intentaron comprar casas en las colonias para maestros y de esa manera lograr quedarse con casas gratis a costa del pago de otros dentro de las nuevas colonias. Ese director tenía un hermano, le decían «él chupes» profesor titulado en grados de alcoholemia, acostumbraba dar sus clases de matemáticas dormido sobre el escritorio y para sus clases de educación física usaba botas.


Es imposible no conmoverse frente a esta historia. Regresemos al pasado dos semanas con cuarenta y ocho horas antes de mi expulsión de la secundaria.


Entre en el baño, es el momento de estar en clase, el instante ideal para ir solo y poder orinar en total comodidad. El orinal es un lugar incómodo, la orina tiene tanta presión que te salpica al chocar en la lámina, es mejor orinar a la distancia. Ser delicado y precavido al arribar a cualquier lugar es parte de mi personalidad, ser un chacal sigiloso puede salvarte la vida, la cautela te permite tener información útil o destructiva.


Abrí la puerta del último retrete, ahí esta Tony recargado junto a la pared, tiene los pantalones en los tobillos y la mirada sentimental, me ha visto con una extraña sensación de alivio milagroso. Se veía como las larvas que salen de las moscas aplastadas entre las hojas de mis escritos. Los guanos continúan moviéndose, el espejo nos dice que son muchos.


Tony estaba en el baño, no sabía que pronto mi llegada le pondría un clímax diferente a su situación, fui al último mingitorio, empuje la puerta, vi a Tony, estaba recargado junto a la pared, sus pantalones escolares en los tobillos, hincado frente a él estaba el orientador Jazzo, le decíamos «puerco espín» su sobrenombre no definía su apetito sexual, hábitos que en ese entonces eran desconocidos. Con un cabello blanco y erizo, aquel espadachín de la educación en Atlacomulco sujetaba con su mano derecha las nalgas de Tony, con su otra mano lo masturbaba. Aquel compañero me miro con ojos de ayuda, el orientador se levantó tan rápido que no se dio tiempo de justificar su acto.


Ese día comenzó mi problema escolar, así fue como obtuve mi primera expulsión de una institución educativa, adiós secundaria 93, adiós a los energúmenos.


Tony ahora está muerto, se convirtió en militar, se estrelló en un automóvil maverick negro con azul en la curva previa a la desviación a la colonia TicTic. Aún desconozco si fui el único en saber de la debilidad del orientador Jasso; se ha convertido en comerciante, tiene un negocio rentable de flores, se volvió florista el amante de ese compañero. Tal vez por esas caricias Tony era tan violento y desordenado.


En clase ser un observador inesperado puede costarte todo.


Jazzo se dio a la tarea de mal aconsejar a todos los integrantes del salón para lograr así mi expulsión de la escuela. Lo recuerdo bien. Llegue a clase y me vio, ¿Tú que haces aquí?, anda vamos al salón, intento tomarme del brazo, me retire con rapidez, entramos al aula, me pidió pararme frente al grupo y dijo:

¡aquí esta Trodos! ¡La persona que tenga algo en su contra pónganse de pie!


Los vi levantarse uno por uno, incluido a Tony, ese cobarde hijo de la desgracia. Hasta Andrea la jorobada, la que no tenía amigos se levantó, sabiendo que yo era el único que platicaba con ella sin sentir desprecio. Ella se convirtió en doctora y yo en escritor. La traición era mi castigo por saber que un profesor de la secundaria no.93 le hacía el amor a un alumno en el baño de hombres, por fortuna ahora está jubilado, cobrando una pensión digna, su hija es maestra. Por estos rumbos la educación continúa dejándose en las manos de la tradición.


A Tony le gustaba cazar perros, tenía un lacayo que corría con él para todas partes, aquel obediente títere se dejaba vestir por Tony con una capa roja y lo hacía sujetar un látigo fabricado con un palo y un cable negro, era el encargado de corretear a los canes y torturarlos tirándoles el cable sobre su lomo. Tony murió en su automóvil en una curva, después de ser expulsado del cuerpo militar. Su lacayo amigo se convirtió en cantante local, su voz intenta ambientar un bar decorado con luces de colores, a él lo sientan en una mesa sin iluminación, canta mirando a una pantalla de computadora. Un día me dijo que se sentía apenado conmigo por haberse puesto de pie ese día. Le dije – no te preocupes, entiendo que necesitaban un culpable. Estaba claro que más de uno le mete mano a las compañeras, pero que no mame el orientador, yo no me andaba cogiendo al Tony.


Todos ellos me deben mucho. Me parecen más miserables que felices, son nombres que se tachan y no se escriben de nuevo. Mentirosos dulces sobre todas las cosas. Jasso les enseño a sentir su afán de recrear el odio de esos locos con simples frivolidades y cuentecillos, les prometía un futuro en dónde podrían ver una vida igual a la suya. Después de haber reclamado para mí sus exigencias de valor y moral me pregunto -¿Qué tienes que decir? No le bastaba cogerse a Tony y follar la mente de todos los alumnos del salón, todavía quería de mí la vanagloria; jamás estuve dispuesto a los aplausos de los necios ni a cultivar esas disciplinas con largueza de favores.


Yo mismo me admiraba por tener en mi personalidad algo que les desagradará, ciertamente no proteste, me habían ofrecido un escape. Mi madre fue por mí. Tome mis cosas y me largue. Ellos continuaron ardientes en esa escuela llena de molestias.


Fragmento del Libro Gusanos en el Ojo
TrodosMercado 2023

La Leyenda del vuelo de Leonardo da Vinci
La Leyenda del brinco del diablo

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