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NOTA CORTA

Un mal poema ensucia al mundo – Joan Margarit

Cuando tuve 17 años, mis padres decidieron que me convirtiera en estudiante de la Universidad de Ingolstadt. Hasta entonces había concurrido a las escuelas de Ginebra; pero mi padre creía necesario que, para completar mi educación, conociera costumbres diferentes a las de mi país natal. Se fijó mi partida en una fecha próxima; pero antes de que llegara el día señalado, ocurrió la primera desgracia de mi vida, un anticipo, en cierto modo, de mi futura miseria. – Prosa narrativa – Fragmento de Frankenstein, de Mary W. Shelley

 

Expertos dan a entender que en general las prosas poéticas no tienen trama propiamente dicha, sino que manejan un hilo conductor más o menos coherente dentro de la estampa que se diseña.

Hay escritos donde el hilo parece ser el tono épico, casi de cantar de gesta, con el que se desarrollan diversas exposiciones en las que los símbolos se mezclan como en un cubilete.

La idea empieza a tomar algo más de cuerpo cuando se puede hacer pie en las luchas y conquistas del protagonista, sin embargo, si el mismo no es un personaje histórico muy controvertido pese a todos sus logros, no se le reconocen sus verdaderos méritos.

¿Lo belicista del espíritu humano?

El uso del idioma tiene sus tirones y en muchos pasajes influye, por su forma declamatoria, en la falta de comprensión de lo que se lee. Elisiones, hipérbaton y toda esa carga de expresión antigua, creando un halo magnificente que no aporta claridad a la idea que se intenta desarrollar, como si, en realidad, estuviéramos leyendo un canto del coro durante una representación de tragedia griega.

Luego, sobre el final, se puede interpretar que el discurso opta por definir las conductas humanas sobre el planeta que ya vienen desde tiempos inmemoriales y las consecuencias de esas conductas. Hay una sucesión de frases, casi a modo de aforismos.

Digamos que, más allá de los hechos simbólicos de definir a ese ser belicoso, agresivo y con algunas «expresiones de género» (que en ese caso debería ir en minúsculas), la carga poética oscila entre imágenes conseguidas y otras un poco manidas, aunque sin desentonar, excepto por su profusión que termina por agregar una excesiva grandilocuencia a lo que se va leyendo y dentro de ese raudal, a superponer ideas que podrían considerarse poco compatibles.

 

 

 

 

Está de Moda en Infinitivo
La Leyenda del Puente del Arco Iris. 

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