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-Tu nombre sea venerado JUAN DIEGO-.
Es corro que sale de la garganta de aquellos jóvenes, hombres, mujeres e infantes que se bautizan cómo «Cholos Manyer». Corren, persiguiendo a sus enemigos mientras van cantando frases separadas de los rosarios. Han construido un nuevo canto eclesiástico que es himno para su guerrilla vandálica.
-Está bella pastorcita viene con todos sus hijos y parece palomita- gritan cantando a coro.
Se abalanzan con palos, cinturones, pies y puños. Los primeros golpes son a la cabeza. Los agredidos no son menos sanguinarios. También cantan mientras reciben felices los ataques.

-Padre Jesús, ya tus hermandades van para el santuario-
El líder dirige un coro individual:

-Rosas blancas para lavar mis manos.

-Rosas blancas para lavar mis manos.
Detrás de él un grupo de instrumentistas, rasgan furiosos las cuerdas de una mandolina fabricada con concha de armadillo. Arrodillada una joven con características de enanismo. Grita eufórica, algo que para ella es otro canto místico. Su fuerza hace elevar el cantar del líder. Las dos voces se hacen una.

-Rosas blancas para lavar mis manos.
-Rosas blancas para lavar mis manos.
-Rosas blancas para lavar mis manos.


Desde el punto en dónde me encuentro percibió al líder, esta de pie frente a todos, mirando; los poros abiertos de su rostro machacado de viejas cicatrices, sudan de goce. Su mentón, nariz, ojos, toda la cabeza se giran para mirarme. Me mira lascivo y violento de abajo hacia arriba. Intento empujar un poco de saliva a mi garganta, no puedo tratarla, tengo que empujar fuerte con la lengua mi saliva.
Pozo seco es la tráquea, pegada la garganta en todas sus direcciones. El líder de los Cholos Manyer, escupe un suculento y jugoso gargajo, lo hace satisfecho de saborear la destrucción, regresa los ojos al tumulto sigue mirando. Las palabras salen de su boca -enviar a todos los vasallos a una limpia espiritual que devenga en sangre me hace digno-.


No tengo parte en el discurso. Mi labor se queda en mirar y escribir para él su gran ejecución. No me interesa en ese momento pensar que estoy asustado. Tengo una ventaja soy su escriba. Acepte convertirme en su testigo. Dejaré lo que estoy escribiendo de ellos y partiré.
El tiempo se suma a la lucha. 27 minutos de intranquilidad para mí. 27 minutos de entusiasmo para los Cholos Manyer. Alguien tiene asegurada la eternidad, veo una caja para difunto. La tienen en el piso. Están buscando y esperando a la muerte. Los llantos de los niños y niñas surgen del polvo desprendió de la pelea.
-Abrir nuestra boca cantar para él.
-Abrir nuestras manos partir hacía él.

-Mover nuestros, pies luchar para él y decir que solo él es fiel. (Cantan)


Culmina el primer acto del rito. Un cuerpo está en el suelo, la sangre mezclada con el polvo hace un lodo negro como el pejo. Se va perdiendo esa humanidad. Ese barro de sangre crece con la tierra que se pega al cuerpo, lo arrastran rumbo a la caja para muerto. Es un recipiente simple. Sin adornos religiosos. No tiene cruces. Lleva escrito algo que se ve tallado con alguna punta, seguramente con navaja. Se lee. Cholos Manyer.


Tienen el cuerpo en la caja, comenzamos a reunirnos alrededor. El agujero para aventar la caja de muerto, no es profundo. Ha quedado en la superficie la tapa del féretro. Se dice que si el muerto no es enterrado por completo, su alma queda dividida. Adquiere un poder místico para viajar en los dos mundos. El semblante ha cambiado. Me invitan a sentarme cerca de ellos, no puedo camuflajearme entre aquel grupo de hombres mujeres y niños. Sudando, cansados, con manchas de sangre, moretones, heridas abiertas, lágrimas, mocos escurriendo, las ropas rotas y polvorientas.
Se miran unos a otros con serenidad, nadie dice nada. Las palabras se les fueron, la furia cambio de corazón. La pasividad entró en sus corazones. Imaginalos sentados cerca del muerto, esperando nada.


No logré identificar de dónde llegaron los primeros platos de comida. Los están repartiendo, el alimento llega a sus manos no se detienen, comienzan a comer. Toca hacer lo mismo. La comida es abundante, no falta nada, nadie se queda sin un segundo plató. Reparten pulque. Se siente fermentado, con mucha fuerza natural. Beben un buen vaso. Nadie dice palabra. Están callados. Comiendo con una mirada que examina sus adentros. Una reflexión que no se puede enlazar a sus actos anteriores. Son inocentes de todo mal.
Termina la comida, las mujeres más jóvenes recolectan lo que ha quedado de esa voraz tarde. Los miré tragar sin detenerse, dar grandes bocados, cucharas repletas, saliva y restos escurriéndose de las bocas. Las manos llenas de grasas y salsas.
El líder hace un movimiento de llamado con la mano. Ese gesto es suficiente para que le hagan llegar lo solicitado. Aparecen las cervezas, caja tras caja. Las reparten. Beben sin decir nada. El líder estira su mano hacia mí, tres botellas de cerveza. Las recibió llenas de grasa y con resto de comida pegada a la boquilla del envase.
Pude tragar los bocados con esfuerzo, estar sentado frente al muerto no causa mucho apetito.


¿Qué sucede nos quedaremos aquí? Pienso mientras los sigo observando y haciendo las notas solicitadas. Es por mucho hasta ese día una de mis mejores experiencias con la escritura. Y no me quedé con copia de las hojas. Confío todo a la buena memoria. En el ejercicio de escribir lo que ya se plasmó, algunas veces no se puede volver a alcanzar.
Uno de los Cholos Manyer se pone de pie. No tiene ningún rango que lo distinga del resto, es un soldado más del grupo. Camina directo a la caja. Se lleva las manos a la boca se chupa los dedos, se limpia media cara con el brazo. Se baja el pantalón, se pone de cuclillas sobre la caja, comienza a cagar sobre ella. Su rostro es de satisfacción.
Esa acción despierta a todos los Cholos Manyer. Comienzan a reír, la plática se hace tan abundante que es difícil escuchar lo que dicen. Se hablan entre todos, gritan, gruñen están alegres, un cambio de estado de ánimo instantáneo. Suenan los eructos, las botellas se golpean, suenan los brindis. Un segundo miembro del grupo se levanta, va a la caja, se caga en ella. La comida y las bebidas junto al esfuerzo físico de la pelea hacen efecto en sus intestinos. Le siguen otros se posicionan, bajan sus pantalones y cagan, hombres, mujeres y niños, colectivo de creadores de excremento.
El aroma penetra por todo el lugar. Es sorprendente la rapidez que tiene el olor y su capacidad de penetración. Puedes sentirlo adherido en tu garganta bajando a tu estómago, haciendo gruñir tus intestinos, el olor va rodeando las partes blandas de tu nariz, se hace costra en las paredes del tabique. Quieres respirar y te cuesta entender si es aire o pestilencia. No quieres tenerlo adentro, pero no puedes vivir sin ese aire. Los demás siguen riendo y hablando, se miran cómodos con sus olores. Doy otros tragos a la cerveza para tratar de empujar el aroma y sabor que se queda atrás de la lengua. Para ellos todo sigue igual, cuando uno empieza los demás lo siguen hasta terminar.
Sigo escribiendo lo que ellos hacen. La mierda húmeda y amontonada se ve como tierra fresca recién escarbada. Huele a tierra profunda pudriéndose junto a las raíces de plantas, pastos y árboles. Han depositado sus excrecencias por todo la tapa de la caja. Por fin le han dado sepultura total.
«El cuerpo expulsa lo que no requiere. Los Cholos Manyer expulsaron lo que no requieran»
Están felices. Se fue el día y la tarde, anochece. El líder se acerca conmigo y me gruñe algunas palabras.
-Es todo, entrégame las hojas.
Escribo mi nombre, colocó mi firma, desprendo las hojas de la libreta. Entregó lo escrito. Me levanto, es de noche me voy caminando.
Ayer por la noche algo le arrancó media cabeza a Guardián, le extrajeron los sesos, la cabeza no estaba, solo quedó la mandíbula inferior, dos molares y un hueco en dónde se supone debería estar el cerebro. Guardián es el perro de Adán. Él vive al otro lado de esta carnicería.


«Los cholos Manyer se distribuyen ocultos en esta ciudad y entre sus comunidades»


Paternidad Literaria
TrodosMercado 2023

Blue Demon celebrando su 75 aniversario como luchador
Elevador

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    • Gracias por disfrutar de la lectura.

      Ojalá puedas leer las otras redacciones. Saludos

    • Hola Bea, muchas gracias por tu lectura. Es un relato intenso. Vivir el proceso de escribirlo me dejó muchas reflexiones.
      gracias por tu comentario.