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Él se llama Fernando, actualmente tiene 56 años de edad, y por su peso corporal, está considerado entre las personas de los grupos de alto riesgo de morbilidad, al contagiarse de Covid-19. A mediados de agosto, recibió la inesperada noticia: había dado positivo al virus, y por su condición, de inmediato fue internado en uno de los hospitales que, desde inicios de la pandemia, fueron acondicionados por el Gobierno del Estado de Tabasco para atender a los contagiados. Al recibir la noticia, la más preocupada por la situación de su conyugue, fue Lupita, quien trataba de conservar la calma, ante la gravedad de su esposo.Pasaban los días, y el estado de salud de Fernando, continuaba igual: no mejoraba, pero tampoco empeoraba, lo que les aportaba una ligera esperanza de que pudiera salir bien librado de esta situación. Mientras tanto, le vida de Lupita continuaba casi normal, porque tenía que estar pendiente de la salud de su esposo, y cuidar de Many y Chispita, sus dos traviesas mascotas perrunas, de la raza Chihuahueña.

“Era grande la incertidumbre al no saber al 100 por ciento respecto a la salud de Fer (como cariñosamente lo llama), los doctores muchas veces se portaban reacios a informarme al respecto, por lo que sin descuidar mis actividades cotidianas; sin embargo, a través del sicólogo que lo atendía, que se portó muy amable, nos enlazaba por medio de videollamadas”, narra la esposa.

A más de cuatro meses y medio de los hechos, Fernando agradece “a Dios y a los doctores, que se esmeraron en cuidarme, porque si te soy sincero, yo creí que no la libraba”, expuso. 

También –dijo—doy gracias a Pipa (como él amorosamente se refiere a su pareja), por haberme apapachado, principalmente durante el periodo de recuperación.

Con el rostro sonriente, recuerda el momento, cuando después de cinco días de permanecer hospitalizado, abandonó las instalaciones del nosocomio y jubilosamente jaló en repetidas ocasiones el cordón de la denominada “campana de la vida”, que es tañida por todos los recuperados de esta pandemia.

Cuando salí del hospital después de casi cinco días, di mi agradecimiento a todas las personas y ellos me ofrecieron su cariño, lo que necesitara.

Sin embargo, dijo temerle a las secuelas que la enfermedad, argumentando que “pude haber quedado con alguna afectación en los pulmones”. Para despejar toda duda, ha visitado cotidianamente a un doctor especialista en enfermedades de las vías respiratorias, quien lo checa y le ha recetado diversos medicamentos y algunas terapias respiratorias, para de esa forma, lograr una recuperación casi plena.

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