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Todos emprenden el camino, van apurados para llegar al municipio, ya que es mucho lo que hay que caminar.

Ya avanzado un tramo, los niños brincando, corriendo y jugando, el papá de Silvia entretenido en sus pensamientos, cuando de pronto Pepe, dice:

– ¡Mira!, el auto abandonado, vamos a jugar a que soy el chofer y los llevo al pueblo, dijo esto y ya estaba corriendo para subirse. Atrás iba Paco.

NOOO YA ES TARDE!! Gritó el papá de Silvia. Pero ni caso le hicieron, fue un juego rápido, de minutos, cuando se dio cuenta su hija y Liz, ya estaba jugando. Pero cada segundo era apremiante para Liz.

Subían, bajaban del auto, fingían ser pasajeras, que las atropellaban, de todo… de pronto la voz de mando. Ya vamos que debemos llegar al pueblo.

En eso pregunta Liz, oiga y ¿dónde está su esposa?

– ¿Mi esposa?

-sí, la mamá de Silvia

Si, ¿dónde está mi mamá? Nunca me has dicho.

-pues, pues, miren eso es un tema complicado, luego hablamos de ello.

-eso dices siempre, pero nunca me dices donde está. Se quejó Silvia.

Esa sencilla pregunta le puso a pensar, muy serio ¿Dónde estaba su esposa? Sus pensamientos fueron cortados por el bullicio de la gente.

-Hola Pedro, ¿a dónde vas tan apurado? ¿Y con tantos niños?

-Que tal vecina, vamos al pueblo, tenemos una urgencia, luego le explico. Y apuro el paso antes que le pregunten más…

¿Al pueblo? ¿Tú vas al pueblo?? Y la cara de desconcierto de la vecina…

Avanzando un poco de nuevo los niños corriendo, entrando entre los arbustos, brincando emocionados y contentos porque iban a ir al pueblo.

Ya cerca de la salida del poblado, Silvia dice: nunca había ido al pueblo, ¿cómo iremos? ¿Caminando o en carreta?

No iremos al pueblo, responde su papá, solo al municipio, con el comisario, allí dejaremos a Liz, no podemos ir al pueblo.

¿Porque no podemos ir? Pregunta Pepe.

Pues no sé, nunca vamos, además ustedes no tienen permiso de sus padres. Ya dejen de hacer preguntas, caminen, o mejor quédense aquí.

Está bien, nos callamos.

Llegando al parque del municipio, el papá de Silvia, les dijo, quédense aquí sentados, voy a reportar con el comisario que aquí esta Liz, para que ubiquen a la maestra que la trajo.

– Buenas tardes. Sr, comisario, traigo a esta niña, se llama Liz, me comenta mi hija que la dejaron olvidada en casa de su abuela… ¿le han reportado algo?

– No… no nadie ha venido, y menos a reportar a una niña perdida. Jajajajaja una niña perdida ¿aquí en el pueblo? ¿Y dónde está la niña perdida?

– En el parque mi hija y los otros niños. Entonces señala a las bancas del parque.

– Pues yo no veo a nadie… ningún niño, ¿está seguro de que venía con alguien?

– ¡¡¡¡Donde se fueron estos chamacos!!!!

– Pues no sé, dijo el comisario, cheque en la estación que está en la siguiente cuadra, a ver si no se fueron para allí.

Corrió a la siguiente cuadra para ver si estaban por allá… y si estaban llegando a la terminal donde pasaba el Tren de carga… una que ya no está en uso… derruido, sin asientos, era una antigüedad inutilizable, ya no tenía vidrios, solo un espejo semicaído, una muestra del tiempo transcurrido.

Molesto porque se fueron sin avisar, les dijo… porque no me esperaron estaba con el comisario y cuando regrese por ustedes ya no estaban…

-Papá ¿porque no me había traído aquí? Hay muchos vagones, muchos lugares donde

jugar. ¿Podemos quedarnos mientras vienen por Liz?

¿El papá de Liz, que más podía hacer? ¿Quién iría por ella? ¿La estaban buscando?

– Si, contestó… un rato mientras vienen (Buscó donde sentarse y ver a los niños jugar).

– Lo niños, eran maquinistas, las niñas pasajeras, subían bajaban, corrían entre los únicos 2 vagones que había… parecían tan divertidos, corrían hacia los arbustos, rodeaban los árboles, regresaban a los vagones… y así se pasaron un buen rato… cuando de pronto Liz, dejo de correr, recordó que no estaba en su casa… que tenía hambre.

– De pronto dijo: Ya me quiero ir… extraño a mi mamá. Tengo hambre. Y de nuevo lloró.

– No llores amiga, le dijo Silvia… abrazándola y tratando de consolarla. Nosotros te vamos a llevar ¿Verdad papá?

– Acercándose a los vagones donde estaban los niños, vio a su alrededor que no había ya nadie más, solo el tren viejo y vacío sin asientos, con vidrios y espejos rotos que no reflejan vida, opacos y desgastados.

– No muy seguro, respondió… si, te llevaremos. Vamos a esperar un rato en el parque del municipio, por allí debe pasar la camioneta que te trajo para ir a Mérida.

– Si, dijo Liz aún con lágrimas en los ojos, por allí pasamos para pedir la dirección de la hacienda.

– Fueron caminando tranquilamente los cuatro, llegaron al parque y los dos niños, dijeron, ya nos vamos a la casa, también estamos cansados, ya va a oscurecer; Mañana te vemos Silvia y Liz, ojalá te veamos otra vez.

– Liz les abrazó despidiéndose cuando regrese por aquí. Adiós, amigos, mientras se alejaban le daban adiós con la palma de la mano.

Pedro, el papá de Silvia dijo… vamos a sentarnos aquí cerca de la carretera, para ver los vehículos que pasen… aunque no pasaba ninguno, estaban muy atentos a la carretera.

En eso Liz, pregunta. ¿Porque aquí todo es muy diferente? ¿Porque esta todo como triste, solo, no hay mucha gente, visten distinto, y todo está viejo?

– Siempre así ha sido, en una población muy pequeña, respondió el papá de Liz.

– ¿Te acuerdas papá que la abuela nos contó que todo era diferente hace muuucho tiempo?

Dijo Silvia. Que había mucha gente, que todo era bonito, pero vino una enfermedad y que después todo cambio… ¿te acuerdas?

-Sí, creo que si… pero no lo tengo muy claro. Solo recuerdo que vivíamos distinto, hay cosas que no recuerdo, pero no pensemos en eso.

– A mí me gusta escuchar a la abuela cuando me cuenta cuando era joven y tenía novio, luego se casó, y que naciste tú… como te cuidaba, hasta que tú también te casaste y nací yo.

– ¿Tu abuela te cuenta eso?

Si, en las mañanas, cuando te vas a trabajar… y estamos solas y yo le pregunto por mi mamá. ¿Por qué no conocí a mi mamá? No me lo dice. Siempre me cambia la conversación.

– No recuerdo, solo sé que si hubo una enfermedad muy grave que mucha gente se enfermó, tú te enfermaste, y solo dormías, yo también me enfermé, me daban mis medicamentos, y dormía mucho… es lo que recuerdo, que tu abuelita lloraba por nosotros, y que había una mujer joven junto a mí, cuidándome, no sé si era tu mamá o alguna enfermera. Solo recuerdo que era muy bonita, tenía el cabello negro, largo. Y sus ojos me veían con preocupación.

– Liz pregunta: ¿no se acuerda de la mamá de Silvia? ¿Se olvidó de ella? Yo no me quiero olvidar nunca de mi mamá. (mientras decía eso llevo su mano al su bolsillo y lo presionó fuerte a su pierna.)

– ¿Y tu papá? De él ¿si te vas a olvidar? Pregunta Silvia. Porque yo solo tengo a mi papito, y corre a abrazarlo, y no lo quiero olvidar, tampoco a mi abue.

– ¿a mi papá? No lo conocí. Respondió Liz, dice mi mamá que murió antes que yo naciera. Así que estamos solitas mi mamá y yo…

– Bueno, bueno, hablemos de otras cosas… no queremos ponernos tristes, dijo Pedro el papá de Silvia. Solo resta esperar por que pase la camioneta…

– Si ya no regresa, ¿me van a llevar a mi casa?

– No creo que sea necesario, dijo Pedro. Deben regresar en cualquier momento, pero ¿tienes alguna dirección donde podamos llevarte? Porque ya está cayendo la noche, y no debemos estar lejos de la casa… con eso el viento de la tarde empezó a soplar…

– Si, aquí tengo una identificación de la escuela y allí está la dirección de mi casa y una foto con mi mami, diciendo esto toma una tarjeta de su bolsillo para mostrarla, pero una leve ráfaga de viento se la voló de la mano.

Estando en ese momento a lo lejos se ve la camioneta escolar asomar… Pedro se pone de pie a la orilla de la banqueta agitando la mano para llamar su atención, al mismo tiempo que Liz y Silvia corren a recoger la tarjeta que cayó detrás del árbol y jardinera que lo resguarda… se inclina Liz para tomarla… el viento la aleja un poco más. Pedro se avienta a la calle para parar el vehículo… que pasa rápido, pero no tanto… el chofer y la maestra vuelven la mirada hacia donde están ellos…. Y pasan la mirada… recorriendo el parque… no ven nada… siguen su camino, Pedro grita ¡!hey, hey, paren, paren mientras agita la mano!!… Liz apresurada recoge la tarjeta y se pone en pie… corre hacia Pedro.

– ¿Porque no pararon? Se pregunta Pedro, Silvia se le queda viendo a su papá… Liz llega junto a ellos, repite la misma pregunta… ¿Por qué no pararon?

A distancia se ve al vehículo alejarse… dentro del vehículo a los adultos desolados, tristes, confundidos… ¿Qué explicación daremos a sus padres? ¿Cómo justificamos que extraviamos a una estudiante? ¿Porque ya no encontramos a nadie en el pueblo? ¿Dónde quedo la gente que nos guio a la hacienda? Los niños en la camioneta ya dormidos del cansancio, tal vez de tanto llorar.

En el parque, Pedro y las niñas desconcertadas, ¿por qué no se detuvieron? Como autómatas retrocedieron a la banca o jardinera del árbol… se sentaron, callados, pensativos.

Los regresó de sus pensamientos el llanto de Liz, ya no voy a regresar a mi casa… ya no voy a volver a ver a mi mamá… sigue llorando, en eso de nuevo la abraza Silvia… no te preocupes, yo te voy a cuidar, te dije que serás como mi hermana menor… te voy a querer mucho, mi papá y mi abue te cuidaran también.

Pedro confundido solo atina a rascar su cabeza, revolver su cabello, entonces toma de la mano de Liz la tarjeta, la toma para ver los datos e identificación de Liz…

Lee y queda más sorprendido… al grado que casi pierde el equilibrio… se marea, no sabe que pasa, que pensar… recuerda el rostro de la mamá de Liz, es quien le cuidaba cuando estaba enfermo, ¿era la enfermera? ¿Era su esposa? ¿Quién era? ¿Y quién es Liz?

¿Porque no lo vieron los que estaban en la camioneta? ¿No le escucharon? ¿Porque nadie los ve, solo Liz? Y él… ¿porque no recuerda nada?

Regresa a su mente su hija, porque no conoció a su mamá, porque no la recuerda, ¿por qué siempre espera a su abuela? Levanta la mirada hacia donde estaban las niñas, de pronto solo ve a Liz, sentada, llorando, como abrazada de alguien, sola, viendo a la carretera… ¿Quién vera por ella? ¿Quién la cuidará? sola en un lugar que no conoce, que nadie recuerda y que…

¿Ya no existe?

A lo lejos la camioneta desaparece en el camino empolvado…

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