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En el municipio, está la maestra Tony con Luis el chofer hablando con el comisario municipal. La auxiliar Rosita, ya con los ojos hinchados de llorar y preocupada por la desaparición de Liz, sigue tratando de distraer a los niños. Mientras esperamos a la maestra, vamos a jugar a las adivinanzas…. Había un navío, navío cargado de…. (Al mismo tiempo que le tira una camiseta hecha bola, en lugar de una pelota a alguno de los niños en la camioneta)

Así estuvieron un rato, hasta que un niño, pregunta:

– ¿Todavía no vamos a regresar a nuestras casas? Ya tardamos mucho y ya quiero estar en mi casa.

– otra niña dijo, ¿por qué no está regresando Liz con nosotros? ¿Dónde está?

Rosita responde. A ella estamos esperando para irnos, la llevaron a comprar unas cosas y luego viene, estén tranquilos, ya mero nos vamos.

En eso se acerca la maestra y el chofer, Rosita les pregunta con la mirada, y los dos responde que nada, con un movimiento de cabeza.

La maestra se dirige a los niños, – vamos a esperar un rato en la casa municipal, allí vamos a descansar un rato, el comisario les va a preguntar unas cosas y ya luego nos vamos.

– Y no vamos a esperar a Liz, pregunto otro niño.

– -Rosita dijo que fue a comprar algo… (dice otro niño)

Intercambian miradas los adultos, y dice la maestra: si fue a comprar unas cosas y luego el comisario la va a traer. Así que lo que pregunte el comisario, respondan bien y muy claro. Va a estar acompañado de unos policías que son sus amigos. No se asusten no pasa nada.

Los cuatro niños, iban arriba de la carreta, les servía de paseo y de descanso de su caminata. En eso llegan a la entrada de la desfibradora, una gran escalera de piedra les da la bienvenida, y el señor les dice, los dejo aquí, yo voy al taller a dejar mi carga. Si los veo de regreso los llevo. Los niños, se lanzan de la carreta y agradecen al amable señor que los llevo y les ahorro la caminada, se despiden y Liz, se queda con los ojos muy abiertos observando todo. La casa grande la escalera, sube corriendo y ve las puertas del gran salón principal, las otras puertas que están rotuladas, oficinas, gerencia, todo es tan familiar, tan conocido.

Entonces dice: aquí nos trajo la maestra Tony, es la hacienda principal donde nos dio un recorrido el Señor Canto, el gerente de los museos.

¿El gerente de qué? Pregunta Silvia.

– Eso nos dijo la maestra, que el señor Carlos Canto es el gerente de museos, adentro había lámparas colgando, cuadros antiguos, y en un cuarto nos dieron jugos y tortas después del paseo.

– ¿Hay jugos y tortas? Pregunta Pepe. Vamos a ver. E intentan entrar. Pero los detiene una mujer madura, robusta. Tenía una blusa muy llamativa, y por falda, un delantal blanco con pechera y bolsas grandes cuadradas…

– Un momento no pueden entrar a las oficinas. Al menos no por esta puerta.

Los niños, paran en seco y sorprendidos, miraron hacia arriba para ver a quién los detuvo ¿De dónde salió esa señora?

-Vine a ver a mi papá, dijo Silvia.

-Está bien, pero no por aquí… pasen por la puerta lateral, allí a unos 25 metros está la entrada al taller, donde ven esa torre, allí es el taller, la zona de trabajo. Allí es donde están los obreros.

¿Y no nos van a dar tortas y jugos como a Liz? Pregunta Pepe…

-Con cara de que dice este loquito… la señora contesta enérgicamente, ¡AQUÍ NO HAY TORTAS, NI JUGOS, SOLO HAY TRABAJO!

Todos regresan bajando la escalera y se dirigen al taller, una gran muralla, con arcos y una torre/chimenea, donde se trabaja el henequén, se cose y desfibra para poder trabajarlo, en lo que necesiten.

Caminan apurados, llegan al taller y preguntan si pueden pasar, un señor ya grande, envejecido les pregunta a quien buscan y Silvia responde: a mi Papá.

¡¡Aaah!!! sí ya se, ahora le aviso, esperen un momento. El viejito les indica unas bancas de madera alargadas, donde pueden esperar. Se sientan y en unos minutos, llega el papá….

-hola hijita, ¿qué haces aquí?

– venimos para que nos ayudes… mi amiga Liz, se perdió y quiere que la llevemos al pueblo, o al municipio, para que se reúna con su maestra y sus compañeros.

– ¿Cómo? Dijo el papá de Silvia… ¿cómo llegó aquí? Nadie había venido antes.

– Eso le dije, pero estaba en casa de mi abue, allí la encontré.

– y ¿tú que fuiste a hacer a casa de tu abuelita?

– Es que ya me había aburrido sola en la casa y fui a convencerla de que me lleve con ella al pueblo, pero no lo encontré, no estaba, y ella sí, así que se hizo mi amiga y la traje a que conozca el lugar donde vivimos… (En eso jala la manga de su camisa para que se incline su papá)

– Pero es muy rara, no conoce nada, dice que de donde viene no hay nada de lo que hay aquí…

– ¿De dónde vienes? Pregunta el papá.

– De Mérida, contesta Liz, nos trajeron a conocer esta hacienda, pero cuando estábamos con la maestra y el gerente de Museos, se veía distinta. Ahorita está muy diferente todo lo que hay aquí se veía, pero solo en fotografías.

– ¿En fotografías? Pregunta el papá. Mmmm no entiendo nada, pero, en fin.

Dirigiéndose a Silvia dice: si me esperan 10 min, les ayudo, o veo que podemos hacer, ya estoy por salir a comer.

-Sí, te esperamos aquí sentados. Dijo Liz.

– Pero no se muevan de aquí y no toquen nada. Ordenó.

Transcurren los 10 min. Y regresa el papá de Silvia.

– A ver niños, vamos a buscar donde podamos hablar de lo que sucede… quiero que me lo cuenten todo, pero bien claro, porque no he entendido nada.

– A mí me trajo la maestra Tony en una camioneta, con otros compañeros de la escuela, nos trajeron para conocer la hacienda “EL LINAJE MAYA” (el sr, asiente con la cabeza) en esa hacienda, indicando la oficina principal, nos recibió un señor el gerente de museos nos contó que esta hacienda la mando a construir el Sr, FRANCO DE LA TORRE, (otro movimiento afirmativo) y que les dio trabajo a muchas personas que eran muy pobres; Luego nos paseó en la hacienda en cada una de esas áreas, indicando el almacén, el taller y todo lo demás.

– ¿Cuándo fue eso? Pregunto el papá de Silvia.

– Pues hoy, por eso estoy aquí… contesta Liz, con tono de es obvio que es hoy.

– Pues hoy nadie visito la planta… pero bueno, ahora dime, ¿por qué no estas con tus compañeros?

– Porque cuando estábamos de regreso, me dio ganas de hacer pipí, y nos detuvimos en una casita, que es de la abuelita de Silvia y allí, pues conocí a Silvia y me trajo a ver su casa, pero cuando regresamos a la casita de su abuelita, ya me habían ido y me abandonaron aquí.

Los ojos del papá de Silvia se abrieron con incredulidad, solo atino a ver a su hija, ¿cómo es que la trajiste? ¿te vieron traerla sus amigos?

-Noo; contesto Silvia, yo no vi a nadie más, ella estaba solita.

-Pues hay que regresarla con sus compañeros.

– Sí, eso hemos tratado de hacer. Dijeron los niños.

-Pues vamos al municipio, bueno, voy a llevarla, ustedes dos, regresen a sus casas (señalando a Paco y Pepe)

Queremos ir, protestaron.

-Deja que vengan con nosotros, dijo Silvia.

-NO, ellos solo nos van a distraer y ella debe regresar a su casa, o por donde haya venido, no puede estar más tiempo lejos de su familia.

-No vamos a distraer, ni molestar… queremos ayudar, ¿verdad?

-Está bien, pero calladitos. Vamos que ya es tarde.

La vida después de los 40
Bolex

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