¿Nunca te has puesto a analizar sobre ciertas situaciones de tu vida en las que dices, “si lo hubiera pensado un poquito más”, “si no hubiera contestado de esa manera”, “si hubiera tenido más paciencia”? Es verdad, el hubiera no existe, ya pasó, ya fue, sin embargo, las consecuencias de nuestras decisiones siempre nos van a afectar; puede ser que nuestra decisión haya sido la más “adecuada”, dadas las circunstancias, y en lugar de un lamento sea una palmadita en la espalda porque tomaste la decisión correcta, dentro de un mundo de multiversos posibles que pudieron dar origen a diversos desenlaces.
¿Pero si la decisión no la tomaste con paciencia y tolerancia?, por lo general las malas decisiones por falta de paciencia y tolerancia van acompañadas de suceso consecutivos y por lo general en situaciones de alto nivel de enojo o molestia que se nos salen de control, y probablemente va a dejar una huella difícil de borrar; desde palabras, irse a los puños, insultos y hasta amenazas; a propósito muchas frases se me vienen a la cabeza después de un enojo o discusión, como por ejemplo:
- Perdón, me dejar llevar, no lo pensé.
- Una mala palabra duele más que un golpe y no se olvida.
- Puedes decir te perdono, pero si te acuerdas y aún duele es que aún no perdonas.
- Ojo por ojo, diente por diente.
- No me hables de esa manera.
- Tu decisión fue por impulso irracional o la decisión la tomaste con el hígado.
Y así las respuestas van in crescendo hasta encender el fuego.
La palabra paciencia deriva del latín patiens, «es la capacidad que tiene una persona de sufrir y soportar adversidades, molestias o ausencias sin perder la calma”. Ser paciente está relacionado con la no impulsividad, es una persona que no reacciona de forma rápida y tiene como un espacio para digerir las respuestas, date tiempo de analizar cada situación.
Si de por si los tiempos que vivimos, una sociedad donde las nuevas tecnologías, las redes sociales y el acceso prácticamente inmediato a la información y a lo que necesitamos, está a un clic de distancia, lo que vemos en el día a día, noticias a nivel mundial, en nuestro entorno laboral o escolar, cada vez mayor agresividad, más egoísmo, rebeldía, la inmediatez con que nos piden o pedimos las cosas nos está haciendo más impacientes, este entorno está poniendo a prueba nuestra paciencia.
Realmente la paciencia es una “virtud” que deberíamos aplicar más, ya que te permite enfrentar en tu día a día los problemas, las frustraciones los enojos, las sensaciones de impotencia ante las situaciones, además, te libera de conflictos. Debemos aprender a controlar los impulsos y que la emoción no domine nuestras respuestas o reacciones sino que lo haga la razón, acompañada de la tolerancia.
Adicionalmente, al aplicar la paciencia nos hacemos más fuertes, más resistentes a la duda o a la frustración, es decir, sufrimos menos, nos permite adaptarnos al medio, que si algo es constante en nuestros días es el cambio, lo que ayer era ya no es hoy y muy probablemente no será mañana, y no solo hablo de la tecnología, la política, también de la gente, de sus reacciones, del clima, sentimientos, atracciones, modas, un sinfín de cosas.
La paciencia nos ayuda a prevenir la ira y la frustración, dos emociones negativas que atentan contra nuestro bienestar. Nos hace capaces de aprender a aceptar tanto aquello que se nos presenta de forma inesperada como de buscar las soluciones más adecuadas, esto nos ayuda a generar menos adicciones (juegos, tabaquismo, drogas), depresiones al ser menos impulsivos, bajan los niveles de estrés y ansiedad.
Hay que ser conscientes de que muchas cosas se escapan a nuestro control, en esas situaciones hay que saber aplicar la oración de la serenidad: “Señor, concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, cambiar las que sí puedo y saber reconocer la diferencia”. El mundo sería un lugar mejor si todos fuésemos más tolerantes con los demás, el que es diferente, el que piensa distinto, el que profesa otra religión, con su creencias y costumbres, con el de otro país, con el de otra cultura, con el que habla otro idioma, con el que viste distinto o con el que tiene otras capacidades.
Y no nos engañemos, a todos nosotros nos queda mucho camino por andar, en numerosas ocasiones, nuestra tolerancia acaba donde termina nuestra educación, nuestro conocimiento, nuestras raíces y creencias inculcadas, nuestra zona de confort, y ahí empieza el miedo que no nos deja aceptar lo que no entendemos o lo que nos parece diferente: “como es distinto, es malo”. Un miedo que se transforma en rechazo y, en muchas ocasiones, lamentablemente, en crítica o ataque, incluso a los colectivos más vulnerables.
La tolerancia implica respeto, empatía y solidaridad. Supone ser flexible, saber escuchar, saber observar y aceptar la diferencia como parte normal de nuestra vida: todos somos diferentes, y ahí está la riqueza en este mundo, en su diversidad. En suma, aprender a ponernos en los zapatos de los demás.
Es importante desarrollar la tolerancia de no frustrarnos hasta que se den las condiciones necesarias para alcanzar lo que deseamos, pero también es importante esperar, para que lo que depende de nosotros y nuestras capacidades, dé sus frutos, porque éstos a menudo no llegan de forma inmediata. No ser capaces de controlar el impulso, la baja tolerancia a la frustración y en ocasiones una baja autoestima o el no confiar en nosotros mismos y nuestras capacidades, pueden boicotear la paciencia.
Te comparto algunos consejos para tener más paciencia.
- No exagerar. Esperar un minuto más en pensar, sí lo que pedí para llevar se está demorando más de lo debido un minuto más no va a hacer la gran diferencia.
- Darte un minuto para pensar no significa olvidarte de tus problemas, sino que es darles la importancia que de verdad tienen. Un mismo suceso puede resultar un problema para una persona y no tener ninguna importancia para otra. Por ello decimos que los problemas no existen, simplemente son circunstancias a resolver y, a veces, nos preocupan demasiado. Debemos ocuparnos y no preocuparnos. Un proverbio chino que dice: “Si tienes un problema que no tiene solución, ¿para qué te preocupas? Y, si tiene solución, ¿para qué te preocupas?”
- Respirar, enfocarnos en alguna técnica de respiración que nos dé una pausa.
- Asumir responsabilidades. Seamos honesto en reconocer que, en muchos casos, no nos enfada una determinada situación sino algo que hemos hecho o que no hemos hecho.
- Ser coherente en tu manera de actuar y en tu que decir.
- No ser tan exigente con uno mismo.
- Pensar antes de hablar e incluso escribir.
- Aprender a vivir en el presente, desterrando las comparaciones con el pasado y anticipaciones sobre el futuro. Te recomiendo estudies la técnica del mindfulness puede ser una herramienta muy valiosa, en mi caso personal ha sido transformador, durante la pandemia estudie una maestría en Business Intelligence y el Mindfulness es una asignatura obligatoria.
- Diferenciar lo que depende de nosotros y está en nuestra mano, de lo que no. Es fundamental entender que el esfuerzo es positivo. Desgraciadamente estamos educando a las nuevas generaciones que el esfuerzo es un fracaso en sí mismo, en lugar de un camino para alcanzar la meta, lo que en ocasiones les lleva a abandonar los estudios y mostrar una baja autoestima. Hay que inculcarles que el esfuerzo es el primer paso para cualquier logro.
- Lo que no depende de nosotros requiere del arte de la espera, de aprender a afrontar ese tiempo sin saber si lo deseado llegará o no, con una actitud que no nos haga “sufrir”, o mejor dicho esforzarnos, gracias al análisis de cada situación y a la búsqueda de alternativas, implementar un “plan b”, en caso de que lo consideremos necesario.
En nuestro entorno y en lo que llevamos en estos apenas 10 días de 2024, considero que la paciencia y la tolerancia son aún más necesarias y también más difícil de mantener, ya que el grado de incertidumbre en el que estamos viviendo es muy elevado, cuanto más graves son las consecuencias de un hecho o situación, más difícil es sobrellevar la espera o resultados favorables en nuestro entorno. Tengamos fe, esperanza, aportemos nuestro granito de arena, piensa “esto también pasará” aunque no sepamos la fecha exacta, consientes de antemano que habrás algunas situaciones en que no está en nuestra mano que las cosas se solucionen, pero sí podemos contribuir a llevarlo de la mejor manera, mientras procuremos aplicar la expresión del autor romano Décimo Junio Juvenal, entre los siglos I y II d.C. que dice “debemos orar por una mente sana en un cuerpo sano”, hacer deporte, pensar que esto pasará, considerar en cada uno de los problemas que enfrentemos atenuar sus efectos e importancia, intentando buscar el lado positivo de las situaciones y que nos provoca, aportar, compartir, inculcar, predicar con el ejemplo.
Te invito a considerar lo siguiente:
“Hoy soy consciente de que la paciencia y la tolerancia no son un signo de debilidad o de renuncia, son una señal de la fuerza que viene del interior, cuando reacciono ante circunstancias difíciles con paciencia y tolerancia, sin permitir, poniendo límites, pero con amabilidad, significa tener un control activo de las cosas, y esto es fruto de una mente fuerte y autodisciplinada; perder la paciencia es perder la batalla». “La paciencia es el alimento de la tolerancia, la tolerancia es el alimento del amor, el amor es el alimento del perdón, y el perdón es el alimento de la paz”.