Gris Cruz, una regiomontana que vive en Vancouver, Canadá desde hace 32 años nos cuenta su historia increíble cuando ella trabajaba para la empresa Editorial Monterrey, en donde editan y distribuyen el Periódico ABC, en donde le pidió un libro negro que su amiga iba a tirar y al leerlo no se dio cuenta que invocó al diablo, y le fue como en feria ya que termino en el hospital, llena de sangre, con su lengua cortada y su mente en blanco.
Hasta nuestro grupo de Mitos y Leyendas llegó esta increíble historia que nos cuenta como la joven Gris Cruz vivió una terrorífica historia, ella nos cuenta qué: “Junto a otra compañera, recién salida la edición del día, íbamos al aeropuerto elegantemente vestidas como edecanes, y regalábamos una edición a cada pasajero”.
Un día, su compañera Patricia le dice: «Recuérdame que ya estando lejos, cerca del aeropuerto, tire algo que mi papá me encargó tirara muy lejos de casa». Le preguntó, «¿Qué es?» y ella le respondió, «Es un libro que encontró, no me dijo dónde, pero es como una biblia o algo así, pero de Satanás”.
En el libro le dijo: “Se explica cómo hablar con él, cómo llamarlo, etc. No sé por qué mi papá me encargó que lo tirara lejos, muy lejos». Me entró la curiosidad y le dije, «Dámelo para leerlo y mañana o pasado que lo termine de leer, lo tiramos. Ella insistía que no, que tenía que tirarlo ya. Después de un rato de discusión, me lo dio y terminamos nuestro trabajo”.
Llegó a su casa alrededor de la 1 de la tarde, comió un pedazo de pan con leche y atendió a su hijita de 5 años de edad, que era cuidada por su tía. “Transcurrió la tarde normalmente, mi tía preparó la cena, mi tío jugó con mi hijita, y mi hermana, un año mayor, también estaba allí. Tenía 22 años y ella 23. No comenté nada del libro, ni siquiera se veía la portada, ya que estaba forrado con papel periódico. Me recosté y decidí comenzar a leerlo mientras esperaba la deliciosa cena preparada por mi tía”.
Al empezar a leerlo: “decía que cualquiera puede tener una estrecha relación con Satanás, solo no habría que tener miedo. ¡No miedo para nada! Luego daba instrucciones de cómo invocarlo, sugiriendo ir a un monte, con máxima oscuridad, lejos de todo ruido o personas, era la página número 4 quizás. Y, lo siguiente que recuerdo es estar sentada en una silla de ruedas con un médico frente a mí diciéndome: -A ver, una vez más te pregunto, dime tu nombre y qué edad tienes-”.
“Quise hablar, pero mi lengua me dolía horrores, ¡estaba toda mordida! Con esfuerzo, le dije mi nombre y mi edad. Al voltear a mi izquierda, vi a mi hermana parada a mi lado. Repetí mi nombre y escuché al médico decirle a mi hermana que -Es probable que esa convulsión que tuvo su hermana sea porque comió mucho y se fue a acostar inmediatamente-“.
Mi hermana solo asintió con la cabeza y empujó la silla hacia afuera, donde un amable vecino me llevó a urgencias en su camioneta. Estaba confusa, sin saber qué me había pasado. Solo sabía que mis piernas me dolían y mi lengua muchísimo.
Al regresar a casa, mi hermana me contó todo: al irme a la cama a leer el libro esperando la cena, di un grito horrible y muy alto. Mi hermana y mi tío corrieron al cuarto donde yo estaba y me encontraron encorvada hacia atrás, los ojos en blanco y hablando en una lengua que no entendían.
Después, apreté mi boca y comenzó a salir sangre de ella (era obvio, me estaba mordiendo la lengua). No pudieron doblar mi cuerpo para sentarme en la camioneta del vecino, así que me pusieron a lo largo y así llegué a urgencias.
Según el médico, tenía indigestión. ¡Imposible! Yo estaba esperando la cena, no había comido desde hace horas. Mi tío quemó el libro, y ya nadie más habló del incidente. Poco a poco pude comer cuando las heridas de mi lengua sanaron”.
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