Es posible hacer algo de la nada, convertirte en un creador, en un mago e imitar a Dios. Charles Simic, el poeta serbio-estadunidense, ganador del premio Pulitzer de 1990, afirmaba que en la poesía puedes ser tú mismo y hacer algo de la nada.
¿Será que en ese campo de la literatura llamada poesía podamos asemejarnos a Dios al crear algo de la nada y como en el génesis donde primero fue el verbo y después la Creación, podrá el poeta sacar de su pensamiento el verbo y llevarlo al terreno físico de la escritura y convertirse en creador?
“La poesía es un lugar en donde puedes usar tú imaginación, ser tú mismo y tratar de hacer algo de la nada…es una experiencia de algo que viste, de palabras, pensamientos o frases que están en tu cabeza”.
El poeta, ensayista y traductor emigró a los Estados Unidos de Norteamérica en 1954, nos brindó en su obra, matices de oscuridad y destellos de humor irónico mencionó antes de su muerte que la mayoría de sus poemas son cortos y que fue con su poemario “El mundo no se acaba” con el que ganó en 1990 el premio Pulitzer.
Simic nació en la ciudad de Belgrado en Serbia el 9 de mayo de 1938 y falleció en Dover, EUA el 9 de enero de 2023 por complicaciones en su demencia.
Ganador de grandes premios, entre ellos: el Premio Pulitzer en 1990, la «beca al genio» de la Fundación MacArthur, el Griffin International Poetry Prize y el Wallace Stevens Award. Entre octubre de 2007 y en el mes de mayo de 2008 fue Poeta Laureado de EE. UU. Escribía una columna sobre poesía y arte en el blog de The New York.
Sus juegos de infancia trascurrieron mientras en el mundo se desarrollaba la Segunda Guerra Mundial, nunca olvido los bombarderos ni las constantes evacuaciones que se desarrollaban por la guerra, en alguna ocasión en forma irónica dijo: “mis agentes de viajes fueron Hitler y Stalin”
Simic, afirman los estudiosos fue reconocido como uno de los poetas contemporáneos más viscerales y únicos, algunos de sus poemas tienen una inclinación surrealista con toques metafísicos mientras que otros ofrecen retratos sumamente realistas llenos de sombras, violencia y desesperación: sus versos están repletos de ironía y metáforas sorprendentes.
Durante su premiación en la Biblioteca del Congreso en 2007, el bibliotecario James H. Billington señaló: “Considero que el alcance de la imaginación- de Charles Simic es evidente en sus imágenes deslumbrantes e inusuales. Maneja el lenguaje con la habilidad de un maestro artesano, pero sus poemas son fácilmente accesibles, a menudo meditativos y sorprendentes. Nos ha brindado un rico corpus de poesía altamente organizada con matices de oscuridad y destellos de humor irónico.
El crítico literario Victor J. Contoski señaló: “el trabajo de Simic algo de la poesía más llamativa de nuestro tiempo, una poesía sorprendentemente cruda en sus conceptos, imágenes y lenguaje”.
Ante su partida al otro mundo, al de los espíritus que vagan sin rumbo recordamos algunos de sus poemas de este extraordinario poeta que nos ha dejado para ir a conocer a Dios.
MIL AÑOS DE SOLEDAD
Al anochecer
Cuando deja de nevar
Nuestras casas se levantan
Muy por encima de la tierra
En el silencioso espacio
Al que ni el ladrido de un perro
Ni el grito de un pájaro, llegan.
Somos como los antiguos marineros:
Nuestros cuerpos son el océano
Y el silencio es el bote
Que Dios nos ha dado
Para nuestro largo y desconocido viaje.
GUERRA
El dedo tembloroso de una mujer
Recorre la lista de víctimas
La noche de la primera nevada.
La casa está fría y la lista es larga.
Todos nuestros nombres están incluidos.
LA QUE DESAPARECIÓ
Ahora que hace calor como para sentarse hasta tarde en el porche
alguien se acordó de una vecina,
aunque han pasado más de treinta años
desde que salió a caminar un poco después de la cena
y nunca regresó con su esposo e hijos.
Nadie presente podía recordar gran cosa sobre ella,
excepto la manera en que sonreía y se quedaba pensativa
de repente sin contar por qué,
cuando se le preguntaba, como si ya tuviera un secreto
o el corazón roto porque no guardaba ninguno.
EL AMANTE
Cuando yo vivía en una granja, escribía cartas de amor
para los pollos que picoteaban en el patio,
o me sentaba en la letrina escribiendo a una araña
que enmendaba su tela sobre mi cabeza.
Fue cuando mi esposa se largó con el cartero.
Los vecinos se marcharon, también.
Su cerda y sus lechones chillaban
mientras corrían detrás del camión de la mudanza,
como lo hizo aquel espantapájaros que una vez até a un árbol
para que tuviera que escucharme.
EN EL JARDÍN TRASERO DE ALGUIEN
Qué hermosa escena
ver a dos amantes beber vino y besarse,
y a un perro sobre sus patas traseras
mendigando las sobras de la mesa.
ORACIÓN AL PIE DE LA TUMBA
Nuestro difunto amigo odiaba los cielos azules,
a los predicadores que citaban la Biblia,
a los políticos que besaban bebés,
y a las mujeres que eran pura dulzura.
Le agradaban los borrachos en la iglesia,
las nudistas jugando voleibol,
los perros extraviados amistosos
y los pájaros que alababan el
buen clima mientras cagaban.
Bibliografía:
Charles Simic – Wikipedia, la enciclopedia libre
La Jornada: En la poesía puedes ser tú mismo y hacer algo de la nada, sostenía Simic
[…] la niña miró a la muerte, o solo fue la imaginación de una pequeña asustada por la oscuridad de la noche, realmente nos interesa saber tu opinión, […]