En la película, Arthur Fleck (El Guasón), interpretado por Joaquin Phoenix, tiene un síntoma recurrente: la risa involuntaria e incontrolable que puede escapar en los momentos menos oportunos, pero eso es lo de menos, un síntoma característico de una patología mental, el problema es el acting out que lo lleva a cometer terribles asesinatos. ¿Qué lo hace pasar del síntoma a la comisión de un crimen?
¿Cómo hacer un comentario psicoanalítico de la película de Todd Phillips, El Guasón? Se antoja difícil alcanzar a formular una anamnesis de Arthur Fleck. Tal vez a lo más que se puede llegar es a una descripción más o menos exacta del tipo de crisis a las que se vio sometido el personaje principal de la película y derivar, a partir de esas aproximaciones, algunas hipótesis sobre su historia clínica.
El pasado del Guasón se integraría por partes: un chico adoptado, por tanto abandonado, que recibió maltratos inauditos de parte de su madre adoptiva, vivió con una narrativa inventada por ésta sobre quién era su padre, su madre era psicótica, aunque aparece una escena en la que Arthur Fleck está bañando a su madre y, en toda la película, se exhibe una simbiosis hijo-madre, que al parecer viene desde niño, ya que repite constantemente dichos de su madre durante su infancia, lo que nos da idea de una posible neurosis obsesiva o una psicosis que ya no admite la barrera del incesto. Nunca tuvo como apoyo una figura paterna, a la que buscó como tabla de náufrago donde asirse para conservar algo que lo sostuviera en la cordura.
Se pueden derivar múltiples hipótesis a partir de un pasado nebuloso, o concluir simplemente que se trata de un capítulo más de una serie de cómics, siendo la película sólo un guión imaginario de la serie, sin relación alguna con una patología específica, reduciéndose en su trasfondo a una crítica sociológica de la violencia genérica de las grandes urbes, negras, grafiteadas, sucias y temerosas, donde “el enemigo no es un hombre, sino el sistema”, como dijo la destacada cineasta Lucrecia Martel al darle a Guasón el León de Oro en Venecia. Arthur Fleck se rebela por el corte al sistema de subsidios que le permitía acudir a terapia psicológica. Una sobre-reacción ante una política social injusta. Una visión sociológica o psicológica, sin llegar a ser una interpretación psicoanalítica.
La primera golpiza que le propinaron los jóvenes pudo haber causado lesiones o parálisis bulbar, o la conmoción cerebral provocada por los golpes pudo haber desatado alguna reacción epiléptica, en ambos casos se manifiesta el síntoma a través de risa incontrolada. De hecho, muestra una tarjeta que indica el trastorno derivado de una patología mental. Las golpizas y maltratos físicos en la infancia de parte de la madre pudieron haber generado trastornos psiquiátricos o neurológicos, como el trastorno bipolar o de plano episodios psicóticos, que tienen a la risa no controlada como forma específica de controlar el llanto. Existen esquizofrenias en las que la risa incontrolada sirve de espejo para no ver la tristeza que los invade.
El ambiente externo es sumamente hostil, desde la primera paliza, hasta las agresiones donde ya empezó a responder con la pistola, devolviendo especularmente esa violencia social e institucional. La película es en sí misma una severa crítica a la violencia social del medio urbano en que se desarrolla, que refleja, con toda su crudeza y amplitud, una cultura del narcisismo exacerbado y del capitalismo salvaje.
Las tesis de Maleval sobre la diferencia de las locuras histéricas con respecto de la psicosis disociativa, implican un análisis profundo de las conceptualizaciones de lo que caracteriza a lo psicótico y a lo neurótico (1). Una primera explicación es la de Lacan quien refiere el asunto a la forclusión del nombre del padre, que este autor ubica en el origen de las psicosis disociativas. Afirma Lacan que el fundamento de esta patología se encuentra en una perturbación de la inserción del sujeto en el universo discursivo, en la dimensión simbólica, tal como se observa en las escenas de encuentro del Guasón con su supuesto padre, que resulta una ficción.
Para Maleval, en cambio, el origen de la locura histérica se ubica en un déficit de la función especular, de la dimensión imaginaria, como es el caso de la relación simbiótica del Guasón con su madre. En la psicosis, el caos de la cadena de significantes entrañaría, entre otros efectos, trastornos de la imagen especular, en tanto que, en la locura histérica, los fenómenos patológicos surgirían sobre la base de la desestructuración yoica. Maleval se plantea la cuestión, por tanto, en relación con la dimensión del delirio disociado, que en el psicótico no debería tener límite alguno en cuanto a la apropiación de su cuerpo y en el delirio histérico, los trastornos de la representación del cuerpo no deberían extenderse más allá de lo especularizable.
Freud, al final del capítulo VIII, del texto: Esquema del Psicoanálisis, aborda este asunto de la siguiente manera: inicia el comentario subrayando la presencia de la escisión del yo en la psicosis, para decir inmediatamente que “el asunto no sería tan importante si no se pudiera aplicar también a otros estados más semejantes a las neurosis y finalmente a las neurosis mismas” (2). Reconoce la existencia de pérdida de la realidad en las neurosis mismas y no sólo en las psicosis, desactivando de este modo su importancia para el diagnóstico diferencial entre la estructura psicótica y la neurótica.
Freud concluye diciendo: “sea lo que sea lo que el Yo haga en sus esfuerzos defensivos, tanto si intenta negar una porción de mundo exterior real, como si busca rechazar una exigencia instintiva del mundo interno, su éxito nunca es completo. Como resultado se encuentran siempre dos actitudes contrarias, de las cuales, la derrotada, la más débil, lo mismo que la otra, lleva a complicaciones psíquicas” (3). El problema de la heterogeneidad encuentra una salida distinguiendo dos dimensiones de la escisión, la propiamente fetichista, que afecta a la aceptación y negación de la realidad, y la más general y neurótica, que reparte el Yo entre compromisos incompatibles con la realidad y con la pulsión. Por ello, el Guasón podía llevar una vida normal en apariencia, y desatar un acting out al momento de generarse la violencia en su contra, replicando con una violencia mayor.
Lo que divide al yo, a final de cuentas, es la necesidad de tener que utilizar la represión para unas solicitudes y la negación para otras, casi como si la escisión proviniera de la necesidad de tener que comportarse un poco como un neurótico y un poco como un psicótico. En otras palabras, Freud sostuvo que los mecanismos de la represión y la negación de la realidad bastaban para explicar la aparición del fetiche y con una combinación de los mismos instrumentos interpreta la escisión, donde el fetiche es la pintura o la máscara de payaso, la mueca de sonrisa de la boca, el baile o la vestimenta. La imagen total de payaso.
Melanie Klein, con la tesis de la separación del pecho bueno y el pecho malo durante la posición esquizoparanoide, permitió un nuevo punto de vista, gracias a prolongar la escisión al mundo exterior. Los objetos de la realidad se rompen a la vez que el yo, y tanto más lo hacen cuanto más primitivamente investidos se encuentren. La relación del sujeto con la realidad es esencialmente alucinatoria. La noción que el sujeto tiene del mundo se funda sobre esa base de relación irreal con los objetos, los cuales no son sino reflejo de sus pulsiones fundamentales. Para Klein y sus seguidores la fantasía o realidad psíquica es la trama subyacente al mundo de la realidad para el sujeto humano. Este es el caso del Guasón que va construyendo una realidad que no acaba de completarse porque falta una integración clara de su propio pasado. Proyecta en el exterior su propia imagen escindida.
Todo el impreciso dominio de los trastornos narcisistas y fronterizos es entendido como una escisión del yo que mantiene separados tempranos estados afectivos contradictorios, desde el abandono, la adopción, la agresión de la madre psicótica, hasta las golpizas y agresiones del Guasón adulto. Escisión que se transmite a las relaciones objetales (en este caso su propia madre) y permite distinguir los objetos parciales, escindidos, de los llamados totales, que se muestran más íntegros. Estos estados duran en el Guasón mientras dura el discurso de su madre en relación con su infancia y su supuesto padre, cuando la realidad se impone, viene el quiebre psíquico.
Lacan utiliza como argumento para defender la existencia de diversas realidades el fenómeno de las alucinaciones, en especial las alucinaciones verbales, como el caso del psicótico que oye voces que los demás no oyen, o ve una realidad distinta a la que otros ven. Este fenómeno clínico plantea el problema de determinar su estatuto:
¿Se trata de una percepción, de una sensación, una apercepción o una interpretación?
Lacan asegura que una teoría del conocimiento no basta para dar cuenta de este fenómeno y de su estatuto en relación con la realidad, lo que él destaca en relación con la alucinación verbal es, por un lado, el sentimiento de certeza que el sujeto psicótico experimenta con respecto a ella y, por otro, el predominio de la estructuración significante-simbólica que caracteriza dicha alucinación (4). En este caso, el discurso del Guasón refleja con claridad este tipo de alucinaciones que lo llevaron a una disociación fatal con la realidad. Recreó su personaje inicial con las experiencias violentas que lo llevaron a la locura. Por esta situación asesinó al presentador de televisión que lo exhibió durante un programa, lo confrontó y le disparó en la cabeza.
Es el sujeto, antes que el yo, el que se encuentra dividido en su ejercicio neurótico por el simple hecho de hablar o dar rienda suelta al deseo, y es el yo el que se fragmenta cuando el automatismo mental hace añicos la estructura del lenguaje. Persona, viene de “per-sonare”, es decir, de la vibración de la voz a través de la máscara en el teatro. Sonare per, resonar a través de. El sujeto ve al mundo a través de una máscara. Dos entidades y un solo sujeto. La máscara de payaso se convirtió en el fetiche con que las multitudes co-deliraron con el Guasón.
La vida es un teatro y podemos representar a varios persona-jes, aún sin darnos cuenta. Podemos forcluir el nombre del padre o apropiarnos de él, según las exigencias o de las distintas realidades y circunstancias de cada persona. Por ello, la imitación histérica de las patologías es el asunto de mayor interés para Maleval.
Para poder establecer diferencias entre la psicosis y la neurosis, es preciso tomar en cuenta lo que Freud ya había introducido como series complementarias en la caracterización de la neurosis: el equipo básico; los elementos constitucionales de las personas; el desarrollo psicosocial (la relación libidinal con el mundo en una serie de eventos); la causalidad de la enfermedad; los aspectos socioculturales y finalmente los eventos accidentales de cada persona.
Es necesaria una visión de conjunto de la persona humana, para tomar en cuenta la herencia genética, posibles problemas del embarazo, las circunstancias perinatales, la constitución personal del individuo, el ámbito sociocultural, los sucesos que hayan ocurrido a su persona o a su ambiente y el desarrollo psicosexual. Cada persona vive una novela diferente.
- Maleval, Jean Claude, Locuras Histéricas y Psicosis Disociativas. Paidós,p. 195.
- Freud, Sigmund. Esquema del Psicoanálisis, Obras Copletas XXIII, 1968, Amorrortu Editores, p. 1058.
- Freud, S. Ibid.
- Lacan, J. Seminario III. La Psicosis (1956). Barcelona, Paidós, 1984, passim.