Muchas historias han llegado hasta nuestros tiempos sobre la participación de las mujeres durante la gesta de la revolución mexicana, algunas historias verdaderas las hemos conocido a través de libros o por los corridos que narran hechos reales, otras son figuras nacidas de la inspiración de poetas, novelistas y compositores.
La realidad es que la gran mayoría de las mujeres que se unieron a las tropas revolucionarias lo hicieron por seguir a sus maridos o parejas, a sus padres o a sus hijos, ellas por lo regular iban a la retaguardia del contingente y acarreaban consigo los enseres que ocupaban para preparar los alimentos, caminaban kilómetros enteros cargando anafres, ollas, comales entre otras cosas así como algunos ingredientes para preparar los alimentos, muchas veces con un niño terciado en sus rebozos, la función que realizaban estaba enfocada a alimentar a los combatientes y atender sus heridas como enfermeras.
La razón por la que se les llamó soldaderas según algunos historiadores se debe a que al perder a sus parejas en el campo de batalla, ellas tomaban las armas y participaban activamente en la lucha contra los federales.
Según otros historiadores, la palabra “soldada” significa sueldo, o “haber del soldado” mismo que al cobrar el militante, entregaba a su mujer para que realizara las compras del mercado, de ahí que se le llamara “soldadera” porque se encargaba de la “soldada”.
En esos tiempos de agitación revolucionaria, los contingentes de uno y otro bando arrasaban literalmente con todo a su paso por los pueblos apropiándose no sólo de los bienes materiales sino imponiendo la leva, es decir, sin miramiento alguno reclutaban niños, niñas, mujeres, cualquiera que les pudiera ser útil en sus filas.
Algunas de esas mujeres que tomaron las armas se distinguieron por su valentía y llamaron la atención de los superiores de tal manera que en reconocimiento a sus méritos bélicos se decidió por parte de los altos mandos, otorgar grados militares alcanzando niveles de tenientes, capitanas, coronelas, etc.
Algunas jóvenes desde el primer momento decidieron unirse a la revuelta cortándose el cabello, vistiendo ropas masculinas y cambiándose el nombre, el caso más renombrado fue el de Petra Herrera quien se presentó como Pedro Herrera uniéndose a las tropas Villistas, fue nombrada como capitana, a pesar de descubrir su condición femenina, se le respetó en todo momento por su valentia y determinacion, se destacó en el manejo de explosivos y la demolición de infraestructuras enemigas y alcanzó el rango de coronela aunque ella se refería a sí misma como generala, rango que nunca se le concedió. Abandonó a Villa y creó su propia brigada integrada solo por mujeres la que fue desintegrada al unirse a los zapatistas. Fungió después como espía presentándose como moza de cantina en donde unos alborotadores ebrios dispararon contra ella, falleció días después a consecuencia de infección de las heridas de bala, en 1917.
Otra distinguida guerrera fue Dolores Sanchez Dominguez quien fue nombrada capitana por Francisco Villa y que falleciera en 1915 en las batallas de Celaya.
Carmen Parra de Alanis alcanzó el rango de coronela, combatió al lado de las tropas villistas participando en la toma de Ciudad Juárez y en la toma de Ojinaga, al término de la lucha armada participó en agrupaciones feministas obreras. Falleció en 1941, al año siguiente se le reconoció como veterana de la revolución y otorgaron las condecoraciones correspondientes a sus familiares.
Clara de la Rocha a la edad de 20 años se unió a los maderistas al lado de su padre el héroe revolucionario, general Herculano de la Rocha, Clara fue nombrada comandante de guerrilla y más adelante coronela.
Una vez concluida la contienda, su participación se vio minimizada como era natural en aquellos años en que a la mujer se le confinaba a las labores domésticas, falleció en 1970 en Culiacán, Sinaloa.
Carmen Vélez, la generala, comandaba una tropa de 300 hombres operando en el sur del país siempre apoyando a las tropas maderistas. Aunque se le conoció como “la generala” no está claro si el grado le fue concedido o si ella se dio a conocer así ante sus hombres.
Entre todas esas mujeres que alcanzaron reconocimientos militares se diluye la figura de otras jóvenes que fueron apreciadas por su coraje y su entrega a las causas de la contienda armada, muchas de ellas caben en la personalidad de cada una a las que la cultura popular hizo famosas a través de los corridos que narran las aventuras épicas de ese entonces, así llegan a nuestros tiempos figuras como Adelita, Valentina, la Rielera, Marietta.
No solo las mujeres de la clase humilde fueron importantes en la revolución mexicana, mujeres de las clases obrera, media y alta se movilizaron actuando algunas como enfermeras cuidando a los heridos sin importar a qué bando pertenecían, otras más como periodistas, también como propagandistas y quienes fungieron como espías arriesgaron su vida por la causa libertaria.
El empoderamiento femenino no es privativo de estos tiempos, se ha dado siempre en el curso de la historia universal.