Después de caer de aquel árbol, las mandíbulas se descompusieron, risas estrepitosas salen de las bocas, volaban carcajadas, todo eso representaba una sonora caída que me dejo con total privación de la vista durante unos instantes, todos esos minutos fueron una vida secreta llena de alucinaciones, mi respuesta siempre fue decir que tuve ceguedad con la prudencia de una no intencional caída.
Mi madre desde la covacha escucho las risas, acudió al instante, verme en el piso la hizo dudar, su hijo solía hipostasiar todos los detalles que encontraba en los libros, era una mente abstracta considerando sus imaginaciones una realidad. Pero ¿qué madre juzga a sus criaturas? Juez, juzgadora, esa práctica era un espacio hueco dentro de su cuerpo, una sombra cualquiera y cerrada, un ligero espacio y estrecho como los repliegues de los reptiles, justo entre sus branquias.
En Clunia, Ciudad de los Arévalos, los reptiles pertenecientes a la especie Clunicualida, tienen esa característica branquial.
Las personas viejas de Clunia, en octubre se reúnen después de salir a cazarlos, rastrean a los reptiles por la senda de donde baja el agua, seguían por la lluvia que han recogido las hojas de las plantas, la naturaleza se convierte en un vehículo moderno, un taxi urbano para cazadores, las gotas de lluvia son ojos vidriosos que almacenan las imágenes de todos los que pasan junto a ellas, su vidriosidad conserva el más mínimo detalle, las imágenes se arrugan dentro de las gotas; para descifrarlas se requiere de un leptospiroso, su continua cercanía con agua contaminada le permite tener el don de leer entre gotas. Los leptopirosos son persuasivos en sus búsquedas, no tienen ningún sentido translatico, son descendientes de un imperio de criaturas cesareas, fundados con valor colectivo por su majestad el rey Mocalla; su nombre significa para su tribu pollo o gallina, la raza se caracteriza por saber conseguir lo que se desea, saben sacar provecho de todo encargo, conocen la delicadeza, son tramoyistas, jamás permiten la ofensa, son una cultura con propósito determinado, acumular todo el pani y así asegurar la vida de sus hijos, considerados recolectores de lluvia.
Fragmento del libro Gusanos en el Ojo
Trodos Mercado
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