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        Y después de la tormenta llegó la calma

El estruendo logró su cometido. La potente fuerza de los choques eléctricos en el cielo arrebató nuestra calma de sueño.

Los espectros dibujados en las alturas, así como el sonido ensordecedor, nos hizo dejar unos minutos la cama para poder cerciorarnos de lo que estaba sucediendo afuera.

El palpitar del corazón de mi esposa era algo fuera de lo común. Asombro, sorpresa, susto, fueron parte del aturdimiento.

Causó extrañeza que, después del sofocante calor durante el día, una tormenta atípica, justo antes de medianoche, nos causara estupor.

Los árboles del bosque, justo enfrente de donde vivimos, se doblegaban ante la imponente ráfaga de aire acompañada de lluvia.

Inmediatamente, se me vino a la mente las imágenes del film “El diluvio” Sorprendido, imaginé las escenas adecuándolas a los tiempos actuales. Recapitular aquel cataclismo global de aguas, sin que nada pudiera hacer el ser humano, me causó una epifanía.

Ante estos casos, donde la naturaleza muestra su poderío y nos hace ver como insignificantes criaturas de la tierra. Solo resta Agradecer, retomar nuestro origen ante ella y otorgarle el cuidado para armonizar nuestro entorno.

Después del sobresalto, ya más calmados, tomé las manos de mi esposa y le aseguré que todo estaría bien.

La tierra siente, está viva y de alguna manera nos los hace saber en estas circunstancias.

Hoy, yacen vestigios de lo que anoche aconteció, los árboles viejos, más débiles, sucumbieron ante el embate furioso de natura.

Hoy es día de perdonar, de revertir nuestras acciones contra la tierra que nos ha dado tanto, de lo contrario, la indiferencia ante ella, nos traerá graves consecuencias.

Edgar Landa Hernández.

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