Las personas suelen pensar en el presente, les ocupa el hoy y el ahora; pocos son previsores y levantan la vista hacia el futuro; pero del tiempo que menos se ocupan es el pasado. Lo desestiman e incluso hay personas que intentan suprimirlo de sus recuerdos, como si con ello dejara de ser parte de uno.
Pero… por qué tendríamos que ocuparnos de él, por qué tendríamos que invertir el ahora en el ayer; por una sencilla razón, el estar consciente de él nos ayuda a comprender lo que somos hoy, nos muestra el camino que recorrimos a los éxitos que vivimos, pero también señala con dureza cada una de las huellas que nos condujo a los fracasos; el pasado nos muestra caminos claros al bien y al mal, a la obscuridad, a la desesperación, pero también a la paz y tranquilidad que te da el hacer bien las cosas. Quizá si echáramos la vista atrás con más frecuencia tomaríamos decisiones más correctas en nuestras vidas, ellas sin lugar a duda construirían un mejor futuro, porque, así como el pasado da las explicaciones del presente también vaticina nuestro futuro.
El pasado es una biblioteca enorme llena de ejemplares de todo tipo; algunos de sus libros son trágicos, otros de terror, pero muchos contienen historias con finales felices, de aromas a casa materna, de texturas del pueblo de la infancia, de música del ayer, de ese ayer que pertenece al mundo perfecto donde no había preocupaciones y el padre era quien lo podía todo, la madre la mujer más hermosa del universo, una a la que íbamos a consagrar nuestra vida, porque le juramos que no nos casaríamos y que viviríamos a su lado eternamente; la inocencia de la edad no nos permitió percatarnos de que un costal de hormonas y un musculo rojo llamado corazón nos haría romper la promesa.
La biblioteca del pasado contiene todos los libros, las novelas, los cuentos de nuestra vida; nosotros tenemos libre albedrío para determinar que ejemplares abrir, cuáles volver a leer. Hay personas que se empeñan en leer dramas desgarradores, llenos de historias obscuras que tienen el poder de ensombrecer vidas, hay otros que leen las que alientan, las que motivan, leen sus historias más reconfortantes.
Pensar en el pasado nos evitará pensar que somos producto de la generación espontánea; la soberbia, rasgo aprendido por el ejemplo y con la edad, nos ayuda a creer esto con una certeza aterradora. En días pasados me contactó una persona, después de 25 años de no verlo, me buscó y me dijo con toda la humildad del mundo: Soy Dj, de eso vivo y te contacto para agradecerte, mi forma de vida me la enseñaste tú.
La acción de César, una experiencia similar vivida años atrás con Jorge, me muestran que hay gente que recurren a su pasado, lo exploran y sacan de él lo mejor. Nos dan una lección de vida que debemos de replicar. No se puede aspirar a tener gratitud sin memoria. Lo que somos, lo somos por nuestro esfuerzo, pero también por la inspiración, el consejo o el ejemplo de alguien más y ese alguien más debe saberlo.
Las personas tenemos el poder de cambiar vidas, de inspirarlas, de potencializarlas. Lo más probable es que quizás nunca volvamos a cruzar con quienes lo hicimos, lo más probable es que nunca recibamos un agradecimiento, pero que importa, lo que realmente importa es que aportaste a construir una vida mejor, con que tú lo sepas es suficiente.
¿A quién le debes lo que eres? ¿A quién le llamarás para decírselo? Apúrate a hacerlo, la vida es corta.
Excelente artículo, Felicidades.