Vivo con un narcisista

Y Narciso era tan bello que pensaba que no existía ninguno otro a su nivel, era su dios, era su razón de despertar, de caminar, de respirar…Su apariencia era el embeleso constante de su vida.

Parece mitología, pero en esta humanidad de 7,500 millones de personas, millones y millones son ese Narciso y yo, tuve en su momento la fortuna y muchos momentos más, la desgracia de toparme con uno de ellos.

Cuando mi vida estaba más caótica que de costumbre, aparecieron unos ojitos hermosos que me dieron vida, esperanza, que me hacían sonreír.

Apareció un perfecto caballero, que me entendía sin que yo siquiera pronunciara palabra, un caballero que me llenaba de detalles, de amor, de sonrisas, de instantes, de sueños, bastaba con que yo mirara en alguna dirección y mi caballero ya estaba presente con aquello que mis ojos demostraban desear.

Entre pláticas de horas, detalles, sonrisas, caricias y mil planes, ese hombre se volvió el centro de mi vida, mi razón, mi todo, mi motivo para ser mejor, mi sueño más hermoso, mi anhelo de ser una mujer mejor, claro…pensando en estar a su nivel.

El sueño duró muy poco, una vez que me tuvo en su manos y se volvió completo dueño de mi voluntad, las cosas cambiaron como la luz del día y las tinieblas de la media noche.

Se olvidó de los detalles, de las sonrisas, de los sueños, de las fechas importantes, de decir te quiero, de hacerme saber que era lo mejor de su vida y comenzó la manipulación, entonces sí… Me amaba si hacía su voluntad, me amaba si lo llenaba de detalles, me amaba si cumplía sus caprichos, me amaba si permitía que hiciera con mi vida su voluntad.

Y el amor iba y venía, las separaciones, las peleas, los chantajes…un día era la basura de su vida y a la mañana siguiente su mayor bendición.

De repente mi Narciso me hizo creer cuánto era importante para él y de rodillas me pidió fuera su esposa, me dijo las mil palabras que mi niña interior estaba hambrienta de escuchar por la falta de un padre presente en la infancia, por la herida del rechazo vivida de parte de su madre…

Mi Narciso me leyó tan bien, que me hizo creer que era la razón de su vida.

Y me aventuré al matrimonio, ciega sin querer darme cuenta del monstruo con el que me estaba uniendo. En la ceremonia, lloró como niño, compartimos la maña con las únicas dos personas que supieron de nuestra boda, porque ni siquiera quiso que lo hiciéramos del conocimiento de nuestra familia y a media tarde me dejó en casa y se fue a pasar la tarde con sus hijos producto de un matrimonio anterior.

Y bueno, los reclamos fueron el pan de cada día, la soledad, el sentir cada día su ausencia, su falta de compromiso, el dejarme resolver todo sola porque «él tiene muchas responsabilidades»; porque «él sí tiene un trabajo de todo el día y no un trabajito de 4 horas como el mío»; porque «no somos una familia normal»; porque tengo que entender que «lleva una relación de amistad con su ex-esposa por el bien emocional de sus hijos».

Las más increíbles sensaciones y emociones han sido a su lado y las noches más amargas, las lágrimas interminables, los dolores en el pecho más profundos, han sido a su lado.

Me tomó mil experiencias descubrir que vivo con un Narcisista…No es un machista, no es un vanidoso, no es un ególatra, clínicamente es un «narcisista»; ese que anula tus sentimientos, tus emociones, tu valor como persona, ese que ignora tus necesidades, que se guarda hasta el último peso en la bolsa y te llora que no trae plata con él, ese que jamás pregunta por tus cosas, que se molesta con tus logros, que te aisla socialmente, que menosprecia tus talentos, que te deja saber que si lo que él hace no es de tu agrado, tienes toda la libertad de irte y buscar por otro lado, ese que te dice que sin ti puede vivir, pero que no se aleja porque en ti encuentra el suministro a sus necesidades…a sus carencias emocionales, mentales, sentimentales y económicas.

Hoy, estoy en terapia porque creo en el matrimonio…porque no puedo negar que lo amo profundamente, estoy en terapia porque me gustaría que él cambiara, pero ya no espero que eso suceda, estoy en terapia, construyendo una red de apoyo porque empiezo a reconocer mi valor.

Él no es del todo responsable, mi padre me modeló la infidelidad y me formó la inseguridad… Mi madre me rechazó por haber sido «la que truncó todos sus suelos» y siempre recibí sus críticas y bueno, si mis padres, que idealmente pudieron haber sido quienes dieran todo por mí y me dieran el más puro amor y la mayor aceptación no lo hicieron, pues la vida me trajo un narcisista y creí que en él estaban cumplidos mis sueños y suplidas mis necesidades afectivas.

Pero hoy, a pesar de todo esto, retomo mi camino, busco dentro mío, tomo una vez más mi voz, mi entendimiento, mi experiencia, porque sé que valgo, porque sé que lo vivido siempre puede ser un norte para alguien más, porque sé que hay palabras que nos son luz y voz en momentos de necesidad.

Hoy sé que mi camino a la sanidad recién comienza, y me tocó descubrir de forma poco agradable que hay patrones sociales y generacionales y también condiciones clínicas que alteran la conducta en el ser humano y que no podemos dar la consigna de nuestra felicidad y plenitud a alguien más, pero sí podemos hacer un alto, alzar la voz, decir que estas conductas no son normales, ni aceptables, que por el hecho de ser, tenemos un valor, que por el hecho de existir, estamos llenos de virtud.

No sé cuándo termine este proceso, pero sé que existe solución y existe salida, sé que compartir esta experiencia, también puede ser una luz para alguien que pueda estar pasando la misma oscuridad.

Un ser que se siente superior, que nunca es responsable afectivamente y que evade su realidad, no está en condiciones de anularnos como ser humano, no es tan fácil cómo decir yo valgo, es ir al fondo de uno mismo y encontrar la belleza, la grandeza y la nobleza… Fácil no es, imposible tampoco.