Este miércoles con un amanecer soleado, frente a mi taza de café, de reojo veo el móvil y me atrevo a activarlo. Entro instantáneamente al Facebook y en la pantalla aparece la publicidad de un restaurant de mi querido Coatepec, Pueblo Mágico de Veracruz, en donde, no sé por cuantas razones y destino manifiesto, decidí quedarme, a seguir edificando mi vida con mi familia. Me gusta viajar, conocer, aprender, pero soy de apegos ambientales y culturales, cuando salimos extraño la comida, el clima, el paisaje y mis rutinas. Hace unos años, en alguna ocasión una inmigrante chilanga, en una reunión social dijo, tuve la valentía de dejar el caos de la urbe capitalina, subir al auto con mis hijos y maletas con dirección al hermoso Veracruz, y cuando llegamos a este pueblo, al unísono exclamamos ¡Ésto es el paraíso!
Continúo en la mesa del comedor saboreando el café coatepecano, y muevo con el pulgar de mi mano izquierda la pantalla, siguiendo en la página de “El Chéjere Café” que ofrece gastronomía típica de la región con buen sazón casero. Me encuentro con un video de Coldplay, la banda británica de rock pop en inglés y rock alternativo, que nació en Londres en 1996 y que sería muy influyente en ese género de la música, durante las últimas dos décadas.
Es un video del tema “Viva la Vida”, el segundo sencillo de su cuarto álbum titulado “Viva la vida or Death and All His Friends”, según la traducción, la letra hace referencia a Luis XVI, quien reinaba en Francia al inicio de la revolución, el pueblo se levantó en armas contra su gobierno y marcaría el final de la monarquía en aquel territorio de Europa. En la canción es el propio Rey, el que narraría su trágico destino. Me gusta el ritmo de la melodía, también pienso, que su letra lleva un claro mensaje sobre el cierre de los ciclos personales y sociales. Esa es mi interpretación.
Al terminar mi café que acompañé con una deliciosa orejita de pan y antes de pensar en el plato fuerte del desayuno, retomé el musical y me llevó irremediablemente al tiempo que pasamos de confinamiento y restricciones, obligados por un virus que nos atacó sin misericordia, tan letal y dañino que dejó al mundo en una convulsión interminable. Muchas vidas se perdieron y el recuento nunca será exacto.
Creemos que la naturaleza y el ser humano abrieron nuevos caminos para permanecer y sobrevivir. En ese sentido, las señales del creador del universo parecen inequívocas, la pandemia nos detuvo con rudeza en una estación, cuando íbamos en el tren a gran velocidad, sin darnos tiempo ni oportunidad de ver los estragos que dejábamos atrás, queríamos avanzar sin importar los costos. Otra vez, la humanidad forzada a detenerse, tendrá que volver a empezar para tomar el mismo camino, de otra manera, con menor prisa y sin causar daños, o de plano tomar otro sendero o construir uno diferente. Debemos y tenemos que aspirar a un renacer con otra perspectiva de la vida y del contexto en que nos tocó vivir. Abandonar el rol del cruel depredador y trabajar en la construcción del mejor de los mundos posibles para todos.
Este es un texto escrito hace tres años, que encontré hurgando en los archivos, un impulso de temporada hizo reponerlo y sacarlo a la luz nuevamente, en vísperas de entrar a un nuevo ciclo, con la esperanza de que este mundo maravilloso siga mostrando su divina generosidad a los seres vivos, incluyendo a los humanos.