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Era la media noche, estaba muy cansada y mi mente totalmente dispersa, había sido un día duro en el trabajo, pero por fin las actividades habían terminado.

De pronto sonó el timbre y pensé que era alguien molestando o un error quizás, mi curiosidad me llevó a la ventana y sentí un como di un salto, mi corazón empezó a latir a mil por hora y el estómago estaba lleno de sensaciones extrañas, cuando quise alejarme de la ventana era demasiado tarde pues mi mirada se cruzó justo con la de él y ya no pude pretender que no estaba.

Abrí la puerta aún dudosa, pero quería saber que le había traído hasta mi casa. Era el de siempre, bien vestido, con un peinado perfecto y un aroma inolvidable, traté de ser cortante pero la verdad es que las piernas y las manos me estaban temblando, me saludo con un tierno beso que se me hizo eterno pues se perfecto que fue lentamente para que yo temblara aún más

Puros pretextos salían de su boca y yo me sentía incómoda y nerviosa en pijama frente a él, le ofrecí un vaso de agua, pero él tomo una botella de vino que perfectamente sabía en donde estaba guardada.

Cada vez tenía más calor y la noche se volvía más obscura, nunca pensé que ese momento de descanso diera un giro tan inesperado.

Sabía que estaba diciendo o explicando algo, pero yo sólo podía ver sus labios con el color del vino y su lengua jugando con ellos y qué decir del botón de tu camisa desabrochado, juro que le decía que si a todo lo que salía de su boca.

De pronto me di cuenta de que cada paso que el daba hacia mí era el paso que yo retrocedía, me pregunto porque estaba tan nerviosa y mi respuesta fue que estaba sorprendida por su visita tan inesperada.

El se disculpó, se acercó a mí en un movimiento rápido, lo sentí tan cerca que el aire se me fue, escuche lento y suave cuando me dijo «Quería verte y no podía esperar a mañana»

Pensé en ese momento colgarme de su cuello pero por mi cabeza pasaron las imágenes como una película muda de todo lo que él me había hecho sufrir tiempo atrás, retrocedí y le dije que era tarde y yo estaba cansada, él tomó su chamarra dio un giro y dijo, «Lo siento no quiero molestarte» se acercó tan seguro a la puerta y lo vi alejarse cuando de mi boca solo salió un «No te vayas» juro que no se de donde salieron esas palabras, no fue mi cabeza la que hablo si no esa sensación en el estómago y el temblor de mi cuerpo.

Continuará……………….

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