Cuando tenemos vacaciones, la mayoría de las personas tendemos a viajar con la familia o en pareja. Al viajar en solitario suele ser por cuestiones de trabajo, negocios o por extrema urgencia, por placer nunca.
Quienes nos hemos embarcado en esta aventura no tenemos un porqué lo hicimos, o pocos son los que llegan a responder esta pregunta que se ha forjado muy en el interior de cada quien.
Y no importa la distancia que se emplee para tu viaje, ni el tiempo que tengas contemplado para el mismo; lo único que cuenta aquí es la experiencia.
¿Qué es lo que esperas de esto?
El conocer nuevos lugares, sin recibir retroalimentación de alguien conocido te lleva a adentrarte en ti mismo, a conocerte más a fondo en situaciones que no habías vivido anteriormente, a utilizar las herramientas que has ido forjando alrededor de los años e irlas adaptando a esta nueva situación.
Ahora, que si has decidido viajar a un lugar donde no se habla tu lengua materna o donde las costumbres del lugar son distintas a las tuyas, será un gran desafío comunicarte y adaptarte. ¿Qué tan dispuesto estas a ello?
Esto te traerá una versión tuya que a lo mejor nunca te imaginaste. Sales de tu zona de confort y estableces una relación donde para entenderte con alguien más, no se necesitan palabras, sino gestos.
Tu capacidad de observación, de escuchar, de no juzgar y de adaptarte al medio provocará en ti abrirte a nuevas posibilidades; donde no serás juzgado y serás parte de un entorno diferente a lo que estás acostumbrado.
Viajar, aunque sea a un lugar cercano te abre la mente a nuevas realidades, expande tu consciencia con lo cual podrás vislumbrar enfoques que en el pasado no los tenías contemplados.
Y ¿porqué no? Hasta puede cambiar tu destino.