Hasta este día, soy la única testigo que queda de aquella noche de horror, las otras 2 personas, ya fallecieron hace tiempo, ellos fueron mis padres. En esa época yo solo tenía 12 años de edad.
Todo sucedió en el interior de una vivienda en el seno de una familia aparentemente normal, como cualquier otra, pero con problemas que nadie imaginaba.
Un sábado por la tarde llegaba mi padre a su casa, estaba pasado de copas, pues había salido con unos amigos. Mi padre toco el timbre de su casa y al ver que nadie le abría la puerta, saco sus llaves para entrar. Camino hacia la sala de estar y se sentó en su sillón a ver la televisión.
Mis padres llevaban algunos días disgustados, así que casi no se hablaban, pero mi madre ese día, tomo la decisión de ir a ver a su mamá, así que fuimos las dos a la casa de mi abuela.
Cuando llegamos mi padre estaba viendo la televisión, era ya de noche, nos tardamos más tiempo de lo planeado, lo cual eso enojaba mucho a mi padre, pero estaba callado viendo la televisión, mi madre al mirarlo se dio cuenta que mi padre estaba borracho, y sabía que podría haber problemas.
Así que se apuró para preparar la cena, pero después de haber llegado, mi padre se levantó del sillón apago la televisión y empezó a discutir con mi madre, preguntándole de donde veníamos y porque habíamos llegado tarde a casa. Mi madre le explico que veníamos de la casa de mi abuela y que se nos había hecho tarde, pero la discusión continua, así que yo decidí, subir a mi habitación, me dirigí hacia la escalera, subiendo a unos pasos, escuche unos ruidos extraños, así que mejor me baje, a ver que estaba pasando.
Cuando baje y me asome a la sala de estar, mire un escenario horrible, estaba mi padre golpeando a mi madre, la tenía en contra de la pared de la esquina de la sala entre los dos sillones que estaban al lado.
En ese momento grite estas palabras: ¡Suéltala!,
Al instante mi padre se dio la vuelta enojado, y fue tras de mí, en eso empecé a dar pasos hacia atrás, escuchando de frente los insultos de mi padre, cuando de repente me caí de sentón, entre la división de la cocina y la sala, ahí había unas cortinas de plástico.
Mi padre empezó a jalarme con una mano el cabello y con la otra mano a tirarme golpes con el puño cerrado, yo me movía tratando de impedir que me pegara pero era imposible, no podía con su fuerza, así que con su puño le pego al lado izquierdo de mis labios, haciéndome sangrar, y con su otra mano jalaba con fuerza mis cabello arrancándome algunos pedazos.
Mi madre reacciono a lo que estaba pasando, fue hacia mi padre y le encajo las uñas en la espalda, mi padre volteo y con su mano le golpeo aventándola al piso, en eso se fue hacia ella, y yo levantándome lo más rápido que pude me fui hacia él tratando de impedir que la fuera a golpear de nuevo, en esos momentos pasaba por mi mente, el no dejar que la golpeara, pues mi madre tenía una enfermedad cardiaca y temía por su vida.
Le volví a gritar que no le fuera a pegar, así que se fue hacia mí, yo corrí hacia el sillón, y ahí me volvió a pegar, en esos momentos comencé a gritar pidiendo auxilio, pero nadie me escuchaba, la puerta estaba cerrada, no había nadie afuera. Fue desesperante, incluso le encaje las mis uñas en sus brazos, lo cual me reclamo, le tire patadas pero no podía con él, era mucho más fuerte que yo.
Mi madre se levantó del piso, salió corriendo hacia la puerta, para pedir ayuda, cuando mi padre la amenazo con estas palabras:
¡Si sales por esa puerta, voy a matar a tu hija!
Estas palabras aterrorizaron a mi madre, la cual no escapo, mi padre para asegurarse que yo no hiciera lo mismo, me dijo a mí:
¡Si te sales mato a tu madre!
Después de ese momento nos ordenó que nos fuéramos a dormir.
Esa noche de horror temblaba de miedo en los brazos de mi madre, las dos estábamos acostadas en la cama, de mi recamara, no podíamos dormir ya que el terror de pensar que nos podía matar nos invadía. Así pasamos el resto de la noche.
A la mañana siguiente mi padre se levantó pero no decía nada, mi madre y yo estábamos limpiando la casa, cuando llego mi hermana de visita, hablamos con ella en voz baja, le explicamos todo lo que había pasado, y pues mi cara estaba hinchada por causa de los golpes que recibí, entonces mi hermana nos sacó de la casa y fuimos a la policía, poniendo una denuncia de violencia doméstica, nos mandaron con un medico, el cual vio los golpes que había recibido en la cara, y mi madre casi no traía golpes, pues hice todo lo posible para que ella no fuera lastimada por mi padre.
En la tarde de ese día, la policía llego a la casa llevándose a mi padre, fue tan triste para mi ver a mi padre cuando los oficiales de policía, lo esposaban para llevárselo a la cárcel, después de unos días, mi madre estaba arrepentida de haberlo mandado a la cárcel.
Yo tengo dos hermanos mayores, a los cuales les explicamos la situación, y ellos no se les hizo raro, la escena que vivimos, pues ellos habían vivido con mis padres algunas situaciones similares a estas, pero mi hermano, mayor es licenciado así que fue a sacar a mi padre de la cárcel, aun sabiendo que lo más seguro es que algún día se fuera a repetir lo que había pasado.
Con el paso de los años, hablando con mi madre y haciendo investigaciones, al principio pensamos que mi padre sufría de esquizofrenia, pero mi madre pensaba que mi padre era drogadicto, pero no fue así, porque no había señales de eso, tampoco era alcohólico, era un bebedor ocasional.
Lo que en realidad pasaba con mi padre eran estas cosas:
1.-Era un hombre machista
2.-Siempre fue muy celoso
3.-Le gustaba siempre tener el control de todo y cuando no lo tenía usaba la violencia para someternos.
4.-Sufria un síndrome llamado. Trastorno Explosivo Intermitente.
Para los vecinos mi padre siempre fue un hombre agradable, educado. Era imposible para ellos creer que mi padre nos haya golpeado. Esto no era una situación aislada, mi madre llevaba años sufriendo episodio similar a este, pero no hacía nada, por temor a quedar sola con sus hijos, sin la ayuda de mi padre para criarlos y mantenerlos.
La Biblia dice:
Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo. (1 Pedro 3:7)
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Te doy un buen consejo.
Si vives una situación similar a esta historia real, es mejor pedir ayuda, antes de que vaya ser demasiado tarde.