Caminaba sin rumbo por un pueblo de Castilla y aunque lo había recorrido varias veces nunca había visto ese extraño templo que se encontraba hoy frente a mí, por lo que decidí ir a contemplarlo, tenía un no sé qué, que me llamaba fuertemente la atención.
Su arquitectura era impresionante, con arcadas románticas con toques neoclásicos y barrocos, por lo que decidí entrar por sus anchas puertas, sentía que algo me llamaba fuertemente hacia su interior, mi mirada recorría sus paredes en donde se encontraban varias esculturas, pero una de ellas llamó fuertemente mi curiosidad.
Se trataba de una escultura de una joven y esbelta mujer que se encontraba al fondo en una repisa, me acerque lentamente fascinado y no sé si sería mi imaginación o algún extraño reflejo solar, pero vi salir de sus ojos una luz ardiente capaz de atravesar el granito.
Me quedé inmóvil… contemplando la escultura, tenía mi mirada fija en el rostro de esa mujer estaba encantado o más bien hechizado que no me di cuenta como el tiempo pasó, esa noche no había luna por lo que tuve que conformarme con la luz de las estrellas para seguir contemplando su eterna belleza.
Saqué mi libreta y empecé a dibujarla, como antes ya lo había hecho tantas veces antes, con estatuas griegas que miraba en los museos, pero esta vez al terminar no me gustó como quedó el dibujo por lo que volví otro día a seguir trazando su belleza pero no lo conseguía, era tan desesperante que rompí varias veces el lápiz.
Hoy salí del hostal con otro rumbo para ver si me olvidaba de los fracasos de mis dibujos, pero no sé cómo volví a terminar dentro del templo contemplando su perfección, algo había en ella que me hipnotizaba.
Intente varias veces en obtener información de la estatua, pero nadie sabía su origen, así mismo mis intentos por dibujarla fueron infructuosos, quería marcharme a seguir mis recorridos por otras tierras, por otros lugares, pero no pude, la mujer de piedra me atrapó y se convirtió para mí en una obsesión.
Esta historia está basada en la leyenda “La mujer de piedra” de Gustavo Adolfo Bécquer.
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