Una imagen no vale más que mil palabras. Las imágenes tiene una poderosa fuerza magnética, nuestros ojos son atraídos inmediatamente por ellas, dejando las palabras en segundo plano. Se repiten cientos de veces por los medios de comunicación y se propagan en las redes sociales a una velocidad que nos rebasa. Es tal el impacto que creemos que nos muestran una verdad desnuda, pero una imagen puede ser tan engañosa como las palabras.
El pintor surrealista René Magritte pintó una pipa en un lienzo junto con la frase: “esto no es una pipa”. Pues sí, no es una pipa, es el dibujo de una pipa. La obra titulada La traición de las imágenes, nos da a entender que estas son representaciones de la realidad pero no son la realidad. Así lo explicó el artista belga: “¿Quién podría fumar la pipa de mi tela? Nadie. Entonces, no es una pipa”.
Ni siquiera una fotografía, que copia un instante de la realidad, es del todo fiable porque se puede jugar con ella de distintas maneras. Vemos la foto de una bella flor rodeada de pasto, podríamos pensar que fue tomada en un campo, pero si la ampliamos nos daremos cuenta de que sólo era una pequeña porción verde dentro de un basurero.
Es decir, al fragmentar una misma imagen obtenemos un montón de interpretaciones, la mayoría serán mentiras y unas cuantas serán verdades.
Interpretar es un ejercicio creativo, usamos la imaginación para obtener certezas, pero difícilmente podremos ver la verdad tal cual es porque el ser humano interpreta las cosas de diferente manera, dependiendo del ángulo donde observa, su personalidad y sus experiencias.
¿Recuerdan la fotografía del niño sirio tendido sin vida en la playa? Una maestra de primaria les enseñó esa imagen a sus alumnos y les preguntó qué es lo que estaba haciendo el chico. “Está dormido” o “Está jugando”, fueron algunas de sus respuestas.
Como ellos no estaban enterados de las adversidades por las que pasaban los migrantes sirios para llegar a Grecia, interpretaban la imagen de acuerdo a sus conocimientos y experiencias. En cambio, si un adulto acostumbrado a informarse por los noticieros ve esa fotografía, aún antes de leer el encabezado, imaginará que un niño tendido en la playa retratado en primera plana es el resultado de una desgracia.
Ahora imagínense que una cámara de seguridad capta en la calle a un par de estudiantes golpeando a otro. Lo primero que pensamos es que se trata de un caso de abuso escolar, quienes vean el video ya tienen una condena en su mente y exigirán un castigo para esos dos.
Inmediatamente las imágenes crean un prejuicio porque sabemos qué es lo que la sociedad considera como violencia escolar. No obstante, lo que haya pasado antes y después de esa grabación puede cambiar la historia y alterar nuestro juicio.
Los conocimientos se obtienen de la experiencia y la sociedad los moldea, así aprendemos a distinguir lo verdadero de lo falso, pero sin perspicacia estamos a merced de los manipuladores, aquellos que interpretan la información como les conviene; hacen pasar la mentira como verdad y la verdad como mentira. La gente que ignoran las lecciones de la Historia y las ciencias en general, quedan vulnerables al engaño.
Por otra parte, las palabras también son imágenes, íconos abstractos que no se parecen en nada a aquello que representan. De ahí que sean engañosas: se usan inconscientemente y encierran muchos objetos que el cerebro reconoce en un segundo. Leemos la palabra “ojo” y aparece inmediatamente en nuestra mente; vemos un círculo con un punto en medio y también nos imaginamos un ojo. ¡Hemos sido engañados por nuestro propio intelecto!
“Engañar es un arte”, afirma el filósofo alemán Friedrich Nietzsche. Un retrato pintado al óleo no es más que un conjunto de líneas y colores que nos hacen ver a una persona. El artista transmite en su pintura una intención o un sentimiento, pero el público puede ver algo distinto: una nueva idea generada de una maraña de pensamientos que se acumularon en ese momento.
Una obra de arte sugiere una o varias preguntas y cada quien tendrá una respuesta diferente. Una fotografía captura situaciones, objetos y personas que impactan directamente en las emociones del observador. La historia detrás de cada imagen nos guiará a todos sus posibles significados. Por lo tanto, no es preciso decir que “una imagen vale más que mil palabras”, más bien una imagen desata más de mil ideas.