¿Te sientes estresado y crees que necesitas tomar un trago de alcohol para relajarte? Piénsalo dos veces antes de hacerlo, porque podrías estar cayendo en una trampa que, lejos de aliviar tu tensión, te generará más problemas y estrés.
El alcohol es una sustancia depresora del sistema nervioso central, lo que significa que disminuye la actividad cerebral y altera el estado de ánimo, el juicio, la memoria y la coordinación. Aunque algunas personas piensan que el alcohol les ayuda a relajarse y a olvidarse de sus preocupaciones, lo cierto es que solo produce un efecto temporal de euforia y desinhibición, que puede llevar a comportamientos imprudentes e irresponsables.
Beber más de lo prudente
Por ejemplo, si bebes más de lo prudente, podrías tener problemas con la ley, como conducir bajo los efectos del alcohol, provocar un accidente o una pelea, o ser detenido por alterar el orden público. También podrías dañar tu salud física y mental, como sufrir una intoxicación etílica, una resaca, una depresión, una ansiedad o una adicción. Además, podrías afectar tus relaciones personales y profesionales, como perder la confianza y el respeto de tus familiares, amigos y compañeros de trabajo, o tener conflictos, discusiones y rupturas.
Todos estos son factores que aumentan el estrés y la insatisfacción con la vida, creando un círculo vicioso en el que se recurre al alcohol para escapar de la realidad, pero se agravan los problemas que la causan. Por eso, es importante que busques otras formas más sanas y efectivas de manejar el estrés, como hacer ejercicio, meditar, respirar profundamente, escuchar música, leer un libro, ver una película, hablar con alguien de confianza o buscar ayuda profesional.
Recuerda que el alcohol no es una solución para el estrés, sino una fuente de más complicaciones. No te dejes engañar por el falso alivio que te ofrece y toma conciencia de los riesgos que implica.
Tu salud y tu bienestar valen más que un trago.