Te escribí un poema que nunca pudiste leer, nunca tuviste el tiempo, o sencillamente no lo quisiste hacer. Un papel decorado con las palabras que guardaba en mi corazón, con los sentimientos que no podía expresar porque sabía que, como siempre, me ibas a juzgar… Con las esperanzas que se fueron apagando mientras fui decidiendo ya no intentarlo más.
Te escribí un poema que nunca pudiste leer, o quizá no quisiste hacerlo, porque no te interesaba lo que yo pensaba, porque no te importaba lo que yo sentía, porque no te conmovía lo que yo soñaba… y entonces, fui tomando mis propias decisiones en el silencio de mi soledad.
Te escribí un poema que nunca pudiste leer, porque no te interesó recibirlo cuando quise ponerlo en tus manos. Y lo guardé en un cajón, junto a otros recuerdos, y lo olvidé en un rincón, junto a otros secretos… Y lo enterré en silencio, junto a otros lamentos.
Te escribí un poema que nunca pudiste leer.
Te escribí un poema que nunca pudiste leer. Y ahora me pregunto si alguna vez me quisiste. Y ahora me pregunto si alguna vez me escuchaste. Y ahora me pregunto si alguna vez me viste… Y ahora me pregunto si alguna vez supiste quien soy yo en realidad.
Te escribí un poema que nunca pudiste leer, y me duele saber que no te importa, y me duele saber que no te hizo falta, y me duele saber que ni siquiera te diste cuenta que te dejé de querer.
Te escribí un poema que nunca pudiste leer, y te lo regalo hoy, como un gesto de despedida. Y te lo regalo hoy, como un gesto de valentía. Y te lo regalo hoy, como un gesto de poesía.
Te escribí un poema que nunca pudiste leer, que hoy es tan sólo un puñado de letras… que perdieron sentido con el atardecer.