Quiero encender la última quemada. Veo luces azules y rojas, es un cortejo de patrullas. Esto fue cuarenta minutos antes.
Ahora quiero una fila de esos azules. Dos motocicletas acaban de parar el autobús en el que viajo para la reunión anual con otros escritores.
Piden un quinientos, dicen que son del cartel Jalisco. El joven chófer ofrece doscientos. Le hacen una segunda advertencia.
-Te dije quinientos o le jaló.
-Solo tengo doscientos.
Se retiran, avanzamos.
Número de pasajeros en el autobús, uno y un chófer.
Asustado, el conductor me dice lo que acabo de presenciar. Las motos vienen atrás. Está asustado, pero no puedo permitir que su miedo lo haga detener el motor. Tengo que llegar a la reunión. Y estoy con el tiempo calibrado.
Un extra de confianza y algunas sugerencias de respuesta violenta, junto al reconocimiento del punto seguro en que se encuentra el chófer, es el mensaje que escribí en su mente mientras platicábamos.
Como si no tuviera suficiente con todas las historias y conflictos que cubro día a día. Ahora dos imbéciles en motocicletas viejas pidiendo dinero; me causan menos sorpresa que la nota de las siete mujeres colgadas en una casa de la colonia Garita.
-Compa, estos de las motos dicen que son del cartel, me pidieron quinientos, les di doscientos pero vienen aquí atrás. ¿Qué hacemos?
-Síguete derecho, carnal.
Canbol Parson
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