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Docky deambulaba por las calles buscando comida, cariño y a su dueño que lo alimentara como antes. Pero solo encontraba desprecio, indiferencia y algunas veces muy malos tratos, de una sociedad carente de los más elementales principios con la naturaleza, la fauna y con su entorno.

Pero no se desesperaba el perrito Docky de encontrar a sus dueños, cuyo pelambre lucía sucio y unas lágrimas resecas, surcaban por sus mejillas, al darse cuenta de lo difícil que era vivir en las calles, estando a merced de muchos peligros tanto de otros perros agresivos, como de adultos, y de niños inconscientes, y mala leche.


Apenas hace unas semanas no tenía que preocuparse por el sustento diario, contando con abundante comida, un techo donde vivir y una familia siempre dispuesta a jugar con él, y alegrarle la vida. Pero desafortunadamente sus amos decidieron mudarse a otra ciudad, y justamente el día de la mudanza, Docky con su espíritu aventurero, decidió seguir a un niño, el cual le prodigó una caricia, hasta varios kilómetros de distancia, desde donde tenía una vida tranquila y relajada, y después, ya no supo cómo volver con su familia.


Costaron muchas lágrimas para su dueño principal, un niño de tan solo ocho años, quien lo buscó desesperadamente junto con su madre, a varios kilómetros a la redonda, sin tener la suerte de encontrarlo. Pero suspendieron la búsqueda porque había llegado la hora de partir, dejando el encargo a sus vecinos de buscarlo, de pegar anuncios en varias partes, y de ofrecer una jugosa recompensa si alguien lo entregaba.


Ya habían pasado tres semanas y Pablito con desconsuelo, empezó a perder las esperanzas de recuperar a Docky, su mascota preferida.

Ante la mirada triste de sus padres quienes veían como su hijo, a pesar del tiempo transcurrido, todavía lloraba por las noches al ver vacía su camita en su cuarto, donde Docky dormía a un lado de la suya.


Docky pernoctaba hace dos días debajo de un puente, muy cercano a donde antes vivía, y justo en esa noche, alcanzó a distinguir su fotografía en un cartel pegado en una pared, con el encargo de que alguien proporcionará datos para su posible localización, donde aparecía Pablito llorando, e intuyendo cuanto estaba sufriendo al igual que él, por esta situación tan dolorosa.

Eso lo llenó de valor para no fracasar en su intento de localizar su casa, porque por intuición presentía que ya estaba muy cercano a ella, después de haber caminado muchas cuadras, en la búsqueda esperanzadora de su hogar. Pero por ahora debería de dormir para recuperar fuerzas, porque el día de mañana seguiría escudriñando cada casa, tratando de ubicar la suya.


Justo a las seis de la mañana fue despertado por tres niños malvados, quienes lo tomaron para jugar con el de manera cruel y despiadada, pegándole en su cuerpo y riéndose como si ese perrito no mereciera un poquito de compasión y alegría por esta su situación tan lastimosa. Pero afortunadamente iba pasando por ese lugar su vecina Raquel, quien alcanzó a rescatarlo de la golpiza propinada por esos infames niños.

Aunque no pudo reconocerlo porque al estar tan sucio y desaliñado, era difícil compararlo con el Docky extraviado de su vecino. Aunque Docky si la reconoció moviendo su colita, y tratando de decirle eey, eey, soy yo Docky ¿Dónde está Pablito?

Aunque no logró su cometido esperando una mejor oportunidad para que lo pudiera reconocer. Raquel lo llevó con un veterinario para su revisión respectiva, y después lo llevó hasta su casa, la cual estaba al lado de la suya, y al llegar corrió hasta la puerta de ella ladrando de manera festiva, y Raquel reconociéndolo de inmediato por ese gesto de Docky.


Entonces lo llamó por su nombre y Docky saltaba y ladraba de alegría, porque al fin había podido regresar. Raquel lo bañó y lo llevó a la peluquería antes de avisar a los padres de Pablito, quienes acudieron presurosos a recogerlo, aunque no quisieron traer a Pablito, hasta confirmar que realmente era su hermoso Docky, para no causarle a su hijo una desilusión, en caso de que no fuera ese perrito tan querido.

Al llegar los padres de Pablito a su antigua casa Docky corrió lleno de alegría, lanzándose a sus brazos, quienes lo reconocieron de inmediato. Después de jugar un rato con Docky, decidieron dejarlo con su vecina Raquel, para pasar el día de mañana por él, porque Pablito cumple años y ese va a ser su regalo tan anhelado de su hijo.


Docky se quedó muy triste al no irse con sus dueños, porque pensaba ver a Pablito ahora mismo, pero sus padres no resultaron ser tan buenas personas como parecían. Esa noche para el perrito resultó ser una de las más tristes de su vida, no comprendiendo por qué sus dueños lo habían abandonado. Raquel se dio cuenta de esta situación, y trató de alentar a Docky dándole de comer su comida preferida, pero no pudo lograrlo. Al día siguiente Raquel peinó a Docky y le puso un moño rojo en su cuello, para esperar la llegada de Pablito.


Sus padres le cantaron las mañanitas a su hijo, pero esta vez no hubo regalo, porque iban a salir por él después de desayunar.

Pablito trataba de alegrarse preguntando varias veces a sus padres, sobre ese regalo tan importante para él, pero sus padres guardaron el secreto hasta llegar con Raquel, donde le pidieron a Pablito que cerrara los ojos, y al abrirlos no podía creer que Docky justamente se encontraba frente a él, llenándose de alegría por tan hermoso regalo, el mejor que sus padres le habían obsequiado.

De esta manera Docky pudo al fin regresar con su dueño, moviendo su colita, y saltando y corriendo vuelto loco, por toda la casa, al ver a su dueño el más querido.


Docky tuvo la suerte de lograrlo, pero imaginen cuantos perritos jamás consiguen regresar con sus dueños, quienes no se cansan de buscarlos hasta el cansancio.

300 años de prisión ¿leyenda o realidad?
Yuli

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