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Tratado de la felicidad. Si se pudiera entender a la felicidad como una definición diríamos que:

Es la forma como se viaja en la vida, nacimos para ser felices, la felicidad es el conjunto de acciones que nacen del corazón por amor y te hacen ser un mejor ser humano, integra los tres entes del ser, tu Consiente, tu Subconciente y tu Superconciente el cual es la esencia de saber pedir al universo y compartir con todos tus hermanos.

Ser feliz implica, agrado, placer, delicia, gozo o goce, disfrute, regocijo, satisfacción, contento y alegría constante o frecuente.  

La meta, el fin y el propósito de nuestra existencia no es otra que la felicidad, la felicidad implica la razón, pues ésta se da en la conciencia, siendo la razón la que puede percibirla e intentar promoverla y cimentarla.

¿Y cómo se logra?

La felicidad requiere que estas cosas sean profundas y adolezcan de superficialidades, un motivo de alegría puede producir un estado de felicidad, sin embargo este debe ser continuo, permanente, ser feliz requiere de distracción, entretenimiento, esparcimiento, diversión y recreación, implica quitar de la mente problemas tediosos, rutinarios, mortificantes o dolorosos y concentrarse en cosas menos estresantes, más bien agradables, ocuparse con ellas para que alejen de preocupaciones tediosas o desagradables, es decir, no anclarse ni abrir ventanas destructivas.

Ser feliz implica, un medio favorable y un fin inmediato para hacer las cosas con optimismo y entusiasmo; contar con la actitud de considerar las cosas en su aspecto más completo y en la exaltación del ánimo a favor de una causa o fin.

El entusiasmo y el optimismo son el motor indispensable para la realización de grandes proyectos; no obstante, querer imponer el optimismo radicalmente puede resultar nefasto en nuestra actuación.

Hay que considerar que el optimismo y el entusiasmo pueden ser tanto estimuladores de la felicidad como resultado y manifestación de la misma.

La felicidad de cada ser humano depende de su conciencia de placer y dolor, sembrada en cada uno de nosotros a través de nuestro sistema de creencias y costumbres positivas, además, la felicidad y los medios para alcanzarla varían en cada etapa de nuestra vida.

Sus detractores:

Por desgracia, en nuestro cada vez más consumista mundo, la felicidad la definimos en términos de consumismo, grandes fiestas, parrandas, viajes, ropa, joyas, autos de lujo, el mejor celular o dispositivos electrónicos, lujos y comodidades en grandes posesiones, nuestra imagen y lo que opinen de nosotros en las redes sociales.

No hay la conciencia que el ser humano está diseñado para alcanzar la felicidad realizando su tarea vital, siendo acorde con su naturaleza, está diseñado para ser feliz exclusivamente en los valores y rumbo a ellos.

La diferencia entre valores conscientes en su forma de actuar, pero inefectivos, y valores inconscientes, que no deja aflorar, pero efectivos, nos daña, nos sentimos culpables y desconfiados, de nosotros mismos y de los demás, somos infelices, por desconocimiento de nuestra propia naturaleza, no hay conciencia de que estamos hechos para la armonía, la abundancia, la paz y la felicidad.

La conducta de consumista y ególatra se convierte en un suplicio insoportable, al descubrirla, la vergüenza hacia sí mismo busca, consciente o inconscientemente, su destrucción: fracasos, accidentes, enfermedad, drogas, alcohol, ansiedad, estrés, excesos sexuales, y tristemente en muchos casos, puede llegar hasta el suicidio.

Sin valorarse, sin amarse, sin estimarse, no es consiente del disfrute de su propia compañía, no puede ser feliz en esta situación, estamos diseñados de tal manera que si no tenemos valores tendemos a autodestruirnos.

¿Dónde busco una guía?

Sin embargo, en contraste con estos seres en que nos hemos convertido, existen los seres iluminados, quienes son felices realizando su esencia, cumpliendo con su vocación en la conciencia de estar realizando su tarea vital. En nuestra autorrealización, en nuestra esencia se logra ser feliz.

Estos seres iluminados se preocupan por los demás, en ocasiones al grado de que no se preocupan ni por sí mismo, luego al que se preocupa por él mismo y luego al que se preocupa sólo por su familia y así sucesivamente hasta llegar al que se preocupa por todos. 

El ser humano para poder brindarse hacia los demás, aún en su propósito de lograr la más alta calidad humana, debe procurar también por sí mismo.

Para lograr la meta como una unidad universal hace falta ayudarnos unos a otros para alcanzar la máxima felicidad posible en la vida y una solución posible la podremos encontrar analizando desde el punto de vista de los valores de cada ser humano.

Pensar en la felicidad como una meta o un fin que debemos alcanzar,

no es una fórmula mágica. En vez de pensar en la felicidad como un estado permanente que debemos sostener y mantener como medio y fin en sí mismo, esto no es una meta o un fin mediato, futuro, por designio personal, “porque así lo digo”.

La felicidad es un estado de conciencia dado por la propia bondad, por la bondad de la existencia y por los goces y placeres que hay en ella.

Debemos construir un estado permanente de “alma o esencia, corazón y vida”, cimentado en mantenerse en el camino de la virtud, de la razón, del amor y la justicia, cosechando y disfrutando sus frutos, o sembrando y abonando para llegar a disfrutarlos, revelando los valores que implican apreciar la virtud como un estado permanente en todos los instantes de nuestra vida.

¿Qué se requiere para ser feliz?

Aún el ser más inteligente no puede ser feliz por el sólo hecho de querer serlo, sin bases o fundamento para conseguirlo o lograrlo.

Pretender ser feliz bajo la sola fuerza de la voluntad, sin motivos cabalmente reales, quebranta la razón de ser, deja el alma vacía, el espíritu vago, ajeno a toda virtud y la propia voluntad esclava de la necedad.

La sustitución de la realidad con sueños o fantasías, como una fórmula mágica, o por tan solo decirlo, implica falta de valentía y de amor, no sólo a uno mismo, sino a los demás, lo cual, percibido consciente o inconscientemente, rompe sin remedio nuestra conciencia de valía y dignidad, lo que resulta sin falta en un sentimiento de infelicidad.

La recompensa

Sentir cabalmente que hemos sido capaces de reconocer conscientemente y con sabiduría en qué consiste el verdadero éxito del ser humano y lograr alcanzarlo, implica llegar a ver que el éxito moral radica en ser merecedor del más alto premio, la máxima perspectiva, salud y felicidad.

Implica apreciar que el éxito moral está al alcance de todos y es verdaderamente alcanzable. No implica riqueza, sino bienestar, ser feliz requiere de la riqueza espiritual; difícilmente alguien puede ser feliz en la miseria material, mucho menos podrá lograrlo en la miseria espiritual, se requiere de suficiente riqueza espiritual.

Interesarse en la felicidad ajena tanto como en la propia y hallar en ella gran parte de nuestra propia felicidad, como una manifestación regocijante de virtud, de amor, altruismo y generosidad, es sentir una manifestación de sabiduría humana.

Esta condición no la alcanza

quien no le importa que haya quienes padezcan injusticia, opresión y sufrimiento, pues no es digno de llamarlo humano, ya que la felicidad no puede ser nunca producto de la inconciencia, la indolencia o la insensibilidad ante el dolor ajeno, es producto de la satisfacción de vencer o reducir el mal y la injusticia.

Ser feliz implica gozar, al procurar para todos, la condición permanente de sentirse felices y contentos, implica sentirse cabalmente digno del aprecio, de la estimación y del amor, es sentir que parte de tu felicidad radica en la felicidad de otros seres humanos, dar y recibir, amar y ser amado.

Recuerda, la vida siempre te da la oportunidad de volver a empezar y ser feliz.

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