Hay muchas cosas que siempre quise decirte, pero tenía miedo. Probablemente pienses que es algo estúpido e incluso un tanto irrelevante, pero es así.
Los años, meses, semanas y días pasaron mientras mis lágrimas corrían cada verano, siempre creí en la bondad de tu persona, en lo bonito que me tratabas estando solos.
¿Acaso te daba pena? ¿Era tan fea? He pensado en gritar todo lo que siento por ti y, créeme, no es amor.
Amor era el verte cada día y tener una sonrisa mientras tú me alejabas y me tratabas como una más, era observarte como si fueras el jodido hombre que bajó la luna o descubrió una cura, era dar todo por ti a cambio de nada.
Relativamente todo se paga en esta vida y el karma regresó. Pasaron tantas plegarias, rezos, sollozos, gritos ahogados, depresiones pero al final sucedió. Fui libre.
Dolió, sí, pero no como creí que dolería, fue más bien el dolor al soltar la cuerda y dejar el juego, me sentí feliz.
Quise gritarte, insultarte, discutir… Pero al final, lo único que hice fue escuchar y no regresar.
Tenías todo y no fue suficiente, no te culpo, yo tampoco me elegiría teniéndola a ella, guardo rencores y tú eres una parte de ellos, fui pendeja, te aprovechaste de ello, quise gritar pero no pude ni hablar, aún cuando todo había terminado tenía miedo.
Ahora soy libre, feliz y seguí adelante sin ti por qué la vida te recompensa ese sufrimiento con algo mucho más hermoso y muy bueno. Ahora estoy con alguien más.
Ahora soy la primera opción y la única. Tengo mi lugar, tengo un amor único, tengo lo que siempre quise y tú siempre negaste.
¿Pero sabes que es lo mejor? Que mi destino nunca fuiste tú.