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Fue una de aquellas noches donde el deseo de sentir fluir la adrenalina invadió mi cuerpo, además de la necedad de encontrar el verdadero amor o la más honesta y profesional psicóloga en el lugar equivocado. Es incontrolable la adicción que se llega a tener por algunos ambientes y lugares, no solo el alcohol, apuestas, droga o deportes, pero lo puedo afirmar, es real ahí está.

No es algo que me ocurra tan seguido, pero de que es adictivo estoy seguro, y vuelvo al lugar, ¿y qué pasa al despertar al otro día?, lindos recuerdos, cara de satisfacción todo el día, castillos de arena, y en algunos otros una cruda moral o física espantosa.

Y ahí estaba nuevamente, en aquel lugar que me hace sentirme bien atendido, protegido, siempre en primera fila disfrutando junto a un buen trago de whisky con agua mineral el show, sensual y erótico que va in crescendo la temperatura, despojándose de ropa y no dejando nada a la imaginación.

De repente toco su turno, nunca la había visto, que espectáculo inolvidable, que nivel de mujer, un momento irrepetible, pues no sabes si posteriormente la volverás a ver con esa misma intensidad, que hermosa mujer, que linda cara, y que decir de su sonrisa, dominadora del escenario y captando la atención de todos los que nos encontrábamos ahí, todo un ser angelical, con la malicia del lugar incluida.

Apenas bajó del escenario no dejé de mirarla, de repente miradas furtivas de asombro, embeleso y deseo de conocerla, entablar una rica charla y con otras de sus cualidades cautivarme. De repente se cruzan las miradas y en 5 segundos ya estaba a mi lado. Después de 3 copas y un caballito de tequila ya habíamos intercambiado nuestros nombres reales, no los artísticos, lugar de origen, afinidades, gustos, onomásticos, intercambios de números telefónicos, promesa de una cita posterior para ir a comer; descubrí a una mujer muy preparada profesionalmente, que bien podría ejercer su carrera y no tener que estar en ese lugar, charla agradable e inteligente; no pregunté porque estaba ahí, cada quien su vida, pero además agradecido por haberla conocido y pasado un momento tan agradable que no solo se limitó a las copas y a la charla.

Definitivamente quedé prendado de esta hermosa venezolana, de su historia de vida, su belleza física y mental, inquieto por conocerla más en su esencia, pues muy en el fondo consiente de que ese tipo de lugares no te revela necesariamente con quien estás. Muy a mi pesar me tenía que marchar, me despedí de ella y me pidió que por favor le avisara cuando llegara a casa para que no estuviera con pendiente, que esperaba volverme a ver pronto, me pareció un lindo detalle. Llegando a casa le mandé un mensaje agradeciendo todas sus atenciones y adjunte una canción de Los Amigos Invisibles, sus paisanos, que se llama “La que me gusta”, me contestó a los pocos minutos con una sonrisa, un beso y deseos de que pasara una linda noche.

Durante algunos días solo intercambiamos los mensajes comunes de buenos días, junto a una frase bonita, en ocasiones también en las noches preguntando como ha estado tu día, sin embargo, con el deseo de volverla a ver.

Ocurrió que un día en particular, por la tarde, me mandó un mensaje que decía textualmente “por favor ven a mi casa me siento muy mal, te anexo la ubicación, trae algo suave que pueda comer, llevo 3 días de mala noche en el bar tomando en exceso y hoy ya no me puedo mover”. Obviamente me asusté, salí de mi oficina, compré comida y la fui a ver, le costó mucho trabajo abrirme, se veía muy mal, con dificultad pude hacer que comiera y tomara el suero que le llevé, pero funcionó, le pedí que se recostara y descansara; me pidió que me quedara con ella por si pudiera ofrecerse algo, además no quería estar sola. Así lo hice y debo confesar que ha sido uno de los momentos más emotivos y de ternura en mi vida, solo abrazarla y cuidarla, sin nada de malicia.

Al día siguiente me comentó que estaba bajo un tratamiento pues había pasado, hacia poco, una operación delicada por un accidente de tránsito que tuvo en Ciudad de México y que tenía que tomar unas vitaminas específicas que le habían recetado; me ofrecí a surtirlas, al principio ella no quería aceptarlo, sin embargo, insistí en hacerlo consciente de que tomarlas muy probablemente le ayudaría a recuperarse más pronto.

A los dos días le lleve las vitaminas, se le veía mucho mejor, otra vez apareció su hermosa sonrisa; me invito a tomar un café mientras ella se preparaba un cigarrillo de marihuana, que según me comento le hacía relajarse, me invitó a probarlo pero lo rechace, con esta ya han sido 4 veces que personas diferentes me han ofrecido probarla, pero esa es otra historia, siempre he tenido la tentación de hacerlo pero muy probablemente mis creencias y miedo a la adicción o porque la han satanizado tanto que he preferido no hacerlo, solo le dio dos o tres fumadas largas y lo dejó.

A partir de ese momento empezamos a salir, si bien no tan frecuentemente si con mucha emoción y alegría en cada encuentro; que mujer más sencilla, podíamos ir a un puesto de tacos o a un buen restaurante, corretear como dos niños en un súper mercado buscando un producto, de esos que ponen en los pasillos donde menos te imagines que está, ir a un Six a comprar 2 cervecitas antes de ir a trabajar, para ella todo era risa y buena vibra, su buena actitud y cortesía a flor de piel. Sin embargo, siempre había por ahí una preocupación por los problemas en su casa en Venezuela y la necesidad de seguir en el medio para poder pagar todos los gastos que tenía que cubrir, principalmente en Venezuela.

En una ocasión me habló para comentarme que le estaba yendo muy bien con un grupo de clientes muy generosos y que le había pagado bien; me comentó que necesitaba hacer un tratamiento a base de jugo de zanahoria, 7 litros diarios, durante 7 días, o sea, mucho líquido, le ofrecí ayuda para conseguir la zanahoria, tenía que ser al menos un costal, me dijo que no me preocupara, que ella lo conseguiría en el súper, le comente que tengo un amigo que surte de frutas y verduras a restaurantes y que le sería fácil conseguirlas, al otro día se las entregaron, quedó muy agradecida.

Ya en ese momento sabíamos más de cada uno de nosotros, le platique del giro de mi negocio, mi situación actual en el mismo y algunas otras cuestiones personales, ella también me platicó algunos detalles de su vida; todo en un ambiente de mucho cariño y aprecio, me decía que yo era su ángel guardián, la verdad es que me nacía de corazón hacerlo y estar con ella hacía que sintiera mariposas en mi estómago.

Un día le llamé para vernos y platicar un rato, además yo quería ver si no se había puesto anaranjada con tanto jugo, nos vimos un rato en su casa y platicamos, hasta que llegó la hora en que tenía que irse a trabajar. Ese día me sentía un poco mal con amenaza de gripa, sin embargo tenía muchas ganas de estar con ella así que me ofrecí a llevarla al trabajo; le ayudé a subir las cosas a mi auto, me pidió que cerrara la casa y la reja mientras ella acomodaba todo en la cajuela; la dejé en su trabajo, fue una despedida extraña, con ese sentimiento de que quieres estar otro rato, pero yo me sentía mal por la gripa.

Camino a casa me llamó y me dijo que por qué no regresaba para estar un rato juntos, no lo pensé mucho y di la vuelta. Fue algo diferente, yo no había regresado al lugar, no la quería ver ahí; me recibió muy contenta, su trato fue más cálido, un trato más del “ambiente”; me deje llevar pues me sentía mejor, además era algo que no conocía de ella, solo de vista; después de la segunda copa le toco bailar, me pidió que la esperara y que le pidiera otra copa, así lo hice, una vez más disfrute de su show, pero ya ahora con otro enfoque; trajeron su copa, pero cuando venía a nuestra mesa la llamaron de otra, donde estaba la persona que le invitaba las botellas de champagne, se acercó a saludar y regresó conmigo solo para decirme “me tengo que ir, esta persona me está esperando, tú en este momento de tu vida no tienes para mantenerme y yo tengo que ver como salgo de todo lo que tengo que pagar, así que no me vayas a hacer un pancho” y entonces se fue, me dejó con su copa en la mesa y a mí con un sentimiento y mezcla de enojo, frustración y desencanto.

Pagué mi cuenta, y al sacar la cartera me acordé que me había quedado con las llaves de su casa, ¿qué hacer? Simplemente las deje en el asiento donde estábamos y me fui, llegando a casa le mande un mensaje que luego me hizo reflexionar en el que a veces las palabras que decimos duelen más que un golpe, “Disfruta de tu belleza y tu cuerpo durante el tiempo que te dure pues es efímero y ten presente que en este mundo todo es karmático, lo que haces aquí, aquí lo pagas”. Las llamadas empezaron después de las 3 de la mañana, no quise contestar ni las llamadas ni los mensajes hasta el otro día, las llaves nunca aparecieron, además el reclamo por el mensaje que le mandé, sin insultos, solo diciéndome que fui muy grosero y que por favor no le volviera a llamar.

Casi dos meses después del incidente fui al lugar, invité a tomar una copa a una chica que ambos conocíamos del bar, que por cierto ella me la presentó, de repente entró ella, se sentó en la parte de atrás de donde yo estaba, solo saludó a su amiga; la estaba esperando la misma persona del champagne.

Por coincidencia, cuando ya me estaba retirando del bar, ella estaba afuera, me pidió que me acercara, fue muy breve, solo un lo siento, a veces las circunstancias y la necesidad te obligan, pero siempre estarás en mi corazón como el ángel que me cuidó y me apoyó cuando lo necesitaba, espero que algún día nos volvamos a ver, además no me gusta verte con ninguna otra mujer.

Hace un par de días regresé al bar, me enteré que se había casado y con una persona de mucho dinero, que le estaba yendo muy bien, desde mi corazón le deseo lo mejor. Sin embargo, la causalidad se hizo presente nuevamente, la chica que había invitado en esa ocasión, festejaba su cumpleaños ese día; de repente llego «la Virtuosa» a felicitarla por su cumpleaños, vino desde Venezuela, donde ya estaba viviendo con su esposo, mi acompañante resulto ser su mejor amiga, yo no lo sabía. Qué sentimiento y momento más extraño, llegó con su flamante esposo, al fin lo conocería, pero no, ya lo conocía, era el señor que le invitaba el Champagne. Thayri se acercó a felicitar a mi compañera, de verdad sentí que el cariño entre las dos es real, fue muy emotivo; me vio y me saludó con un abrazo, le dije “muchas felicidades por tu nueva vida”, se me quedo viendo y sin “querer” tiro mi copa, me murmuro al oído “no me gusta verte con ninguna otra mujer”.

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