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En algunas ocasiones, me he topado con dificultades que me han hecho perder el control de mis emociones. Me enojaba, renunciaba a los proyectos, me sentía frustrada y tiraba todo a la basura, sin darme cuenta y valorar que, en realidad, lo que tenía frente a mi, era una excelente opción para mejorar, tanto en mi vida personal como financiera y laboral.

Cuando los errores o complicaciones han sido por mis decisiones equivocadas o cualquier otra cosa que dependen de mi y, por lo tanto, son mi responsabilidad, pues sé que tengo que buscar la manera de corregir el proceso y retomar el rumbo, sin embargo, cuando la responsabilidad no ha sido mía, principalmente al estar trabajando en equipo, me resulta más difícil controlar mis emociones negativas, pero cada vez lo hago mejor… creo que se le llama «madurez».

Toda situación tiene su lado positivo

A lo largo de mis más de cincuenta y siete años de edad, he ido aprendiendo a buscar lo positivo de cada situación. Si permitiera que, después de un evento temporal, la negatividad y la tristeza se apoderaran permanentemente de mis emociones, me estaría perdiendo de la aventura que significa sacar a flote mis fortalezas, capacidades y talentos.

Algunas preguntas que me han sido de mucha utilidad son: ¿Qué estoy aprendiendo de todo esto?, ¿De qué manera lo puedo corregir o mejorar?, ¿Qué puedo hacer mientras «pasa la tormenta»? y cuando me llega el deseo tirar todo por la borda, me tomo un breve respiro y me pregunto si realmente quiero renunciar a mi proyecto.

Es cierto que hay ocasiones en que me derrumbo emocionalmente, es normal, ya que no soy un robot ni un objeto inanimado. El punto es evitar quedarme en «modo derrota» y pasar, tan pronto como me sea posible, al siguiente paso, y eso de «ponerme en acción» es algo que sólo yo puedo decidir.

Tesoros entre los escombros

No es la primera vez que me enfrento a esto. De pronto, algo que he venido construyendo por largo tiempo, con mucha ilusión y esfuerzo, se ha venido abajo… En ocasiones ha sido por causa mía, otras no… Las primeras ocasiones, sentí que mi vida perdía sentido, creía que no me podría levantar.

Ahora veo todo desde un ángulo distinto, y cuando se derrumba mi proyecto, en vez de renunciar, comienzo a reconstruirlo, con tanta fe y entusiasmo como lo hice en un principio, e incluso un poco más.

Es emocionante saber que entre los escombros, siempre encuentro maravillosos tesoros que, de no haberse presentado el caos, jamás los hubiera podido hallar.

El sueño
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