Tequisquiapan, escenario de encanto y paz, danza el sol por sus viñedos dorados recreando una película de un campo en calma. Son sus geométricas y empedradas calles, la serenidad del transeúnte, figura de baleros y trompos elaborados de madera, recreando el estado infantil, al sonido de la matraca anunciando la algarabía.
El aroma del huele de noche, se alza con gracia y el siseo del viento corteja los secretos ancestrales.
El tiempo transcurre pausado, se detiene al sonido de las campanas invitando a agradecer previo a la homilía.
Tequisquiapan rincón de México que nos recibe con su abanico de colores y sabores, cual si fuera un lienzo pintado por la mano divina.
Las tradiciones resuenan en el eco de cada esquina, recordándonos la riqueza de nuestras raíces y la importancia de honrar nuestro legado.
En cada espacio se respira el aroma del vino, invitándonos al placer de vivir el presente.
Tequisquiapan, oasis de serenidad, donde el tiempo se pierde en el horizonte y el alma encuentra sosiego. En este escenario mágico, el corazón se aquieta y la mente se libera, como un ave que vuela libre en el cielo infinito.
Así es Tequisquiapan, un lugar que nos invita a reconectar con nosotros mismos y a contemplar la belleza sencilla que nos rodea. En cada paso, en cada mirada, encontramos un motivo para celebrar la vida y agradecer la maravilla de existir en este rincón de paz.
Edgar Landa Hernández.