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A veces te imagino sentada en la banca de un parque, vistiendo con un abrigo y puede ser que con unos pantalones para el trabajo. Ya sabes, los típicos pantalones de color negro que usan en las oficinas y tienen una textura lisa. No me preguntes el por qué, ya que ni yo mismo lo entiendo.

Te imagino usando un gorro estilo boina, resguardándote de la brisa fría que azota las mañanas de invierno. Miras a la lejanía, pasando por alto mi presencia, dejándote enamorar por la frescura del aire que respiras. La magia de un lugar con árboles. Imagino tus mejillas enrojecidas por el frío, el ruborizante natural que Dios me hizo el favor de darte para ayudarme a nunca olvidar que tú, eres una obra de arte.

Así te imagino, sin llegar a completar tu rostro o fijar el tono de tu voz, como la silueta de una escultura que está a medias. Pues aún no te conozco.

Lo cierto es que tal vez no te guste usar gorros, y el rojo de tus mejillas dependerá totalmente de tu tez. Pero en realidad, eso no importa, algo me dice que mi imaginación se queda corta y terminaras por sorprenderme. Soy yo quien desea con mucho ímpetu el conocerte, encontrarte entre los mares de gente. He ahí el motivo de que solo puedo permitirme imaginar cómo serás, tratando de no dejarme llevar por la creatividad traicionera que tengo en la cabeza.

Ahora, tal vez, en mi estupidez, siga pensando que amo a una persona que solo estuvo de paso en mi vida. No tengo excusas, soy muy tonto y cabeza dura como para llegar a entender que no he experimentado aún el amor genuino. Que no he encontrado a una mujer con la que todo fluya tan natural y perfectamente, que hasta genere miedo en mi interior. Pánico ante la idea de que solo se trate de un sueño.

Es posible que ese sea uno de los motivos por los cuales aún no haces acto de presencia. Porque debo aprender de alguna manera, prepararme para lo importante.

Pará mí mayor anhelo, para mis mejores risas, mis mejores tardes caminando por las avenidas y por supuesto, la que será la mejor de mis historias. Un libro que escribiré sobre el tejido del corazón, con lentitud y disfrutando cada palabra que se formule estando juntos.

Hay tantas cosas que quiero mostrarte como si fuera la primera vez que las vemos, tantos platillos que degustar jugando a ser críticos culinarios, partidos deportivos donde gritar como locos si es que eso forma parte de quien eres. Obras de teatro, incluso bailes contemporáneos, no lo sé.

Sea como sea, me conozco tan bien como para saber que, en algún punto dado, lo que estemos viendo o haciendo no le hará competencia a tu rostro, a tu perfil. A tus ojos sorprendidos por la trama, a tus risas espontáneas o a tus gritos por alguna falta.

Me perderé, lo sé. En ti, en el amor que te tendré. Mi mirada se quedará ahí, clavada, abriendo las puertas a una emoción que siempre es bien recibida. La alegría.

Así nos imaginó, así te imagino, así gastó el tiempo que me queda para hallarte.

Así paso mis noches solitarias, engañando al corazón y luchando porque mi esperanza de encontrar un amor tan real y auténtico no muera.

Así de tonto soy, dramático, joven e impaciente.

Finalmente, después de todo lo anterior solo puedo preguntarme una cosa:

¿Así será como tú me imaginaste?

El Chapo: the storm
No cuentes con ellos

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