Juan era un hombre dedicado a su trabajo y a su hogar, el creía vivir una vida feliz hasta que un día empezó a comportarse de manera diferente, empezó a hacer rabietas como un niño chiquito y hasta aventar la comida a los adultos como un bebé.
Su madre que era muy apegado a él ya que era hijo único notó el cambio inmediatamente y le dijo a su nuera que lo llevara a la clínica para que lo checaran para ver si no tenía alguna enfermedad rara o se estaba volviendo loco.
Su esposa, “tiraba a Lucas” a su suegra, es decir, no le hacía caso y solo se salía por la tangente diciéndole que era una etapa pasajera de la que no había nada de qué preocuparse.
La madre, un día en que su hijo fue a visitarla, no se aguantó más y lo llevó con el médico de la familia, el cual lo conocía muy bien, le mandó hacer varios estudios y análisis en las siguientes semanas no encontrando nada raro ni enfermedad alguna.
Mientras tanto su hijo había días en que no se presentaba a trabajar por hacer una rabieta como los niños chiquitos, evadiendo sus responsabilidades como hombre trabajador.
Llegó el día en que Juan no podía comer solo, necesitaba de alguien que le diera en la boca como a los bebés y como ellos se enojaba y aventaba la comida a la cara de su esposa o de quien lo alimentara.
El doctor mandó llamar a la madre y le dijo que la medicina ya no podía hacer nada más por su hijo, por lo que le recomendaba buscarle por otro lado y llevarlo con una sanadora espiritual, que algunos despóticamente llaman bruja.
La madre era muy creyente en Dios y no podía creer que el doctor le recomendara tal cosa o que alguien le estuviera haciendo algún mal a su hijo, pero le hizo caso a su médico y buscó ayuda.
Al llegar a la casa de una mujer que le recomendaron ella le abrió la puerta y le dijo que ya sabía a lo que iba, “a tu hijo lo están embrujando y para salvarlo debes tú de creer, por lo que te ruego que si crees que yo lo puedo curar entres a mi hogar”.
La madre quedó asustada y salió corriendo aunque regresó un par de días después y le pidió el nombre y la fecha de nacimiento de su hijo para poderlo checar y curar, le dijo: “es una mujer la que lo está embrujando, tiene unos celos desmedidos y cree que la engaña pero no es así”.
Además le comentó: “Vas a buscar en una maceta que se encuentra al frente de la casa de tu hijo, la tercera que está al lado derecho de la puerta y vas a sacar lo que está enterrado ahí, no lo vallas a tocar con tus manos, ponte unos guantes o una bolsa de plástico y luego donde nadie te vea le echas alcohol y con un cerillo lo enciendes y lo vas a quemar, y aquí te espero el próximo lunes”.
Cuándo volvió a la consulta le dijo que en el patio también había algo enterrado y cómo la madre quería saber el nombre de la mujer que lo estaba embrujando le hizo prometer que no haría nada en su contra, que le podía decir a su hijo y que el resolviera lo que haría.
Después de que ambos trabajos de brujería fueron quemados Juan volvió a la normalidad y la curandera le dijo a la madre que era su misma nuera le que le había hecho el mal, quería que no saliera, que nadie lo viera y tenerlo solo para ella aunque le estaba ocasionando un gran mal.
Al enterarse Juan de lo sucedió no podía creerlo ya que su mujer siempre lo había querido mucho, aunque si había sido muy celosa; pero al confrontarla, ella confesó y con todo el dolor de su corazón se divorció de ella. Era su misma esposa la que lo estaba embrujando.
La historia está basada en un hecho real que me fue contado por un Comandante retirado de Tránsito de la ciudad de Monterrey que por razones obvias omitimos su identidad. Asimismo el nombre del involucrado ha sido cambiado para proteger su identidad.
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