Si hubieras nacido aquí, sabrías que los colibríes llegan a la misma hora, que la lluvia siempre es gris pero todos los ríos son transparentes.
Habrías visto la luz caer inasible sobre los juncos, una fiesta de colores encima de aquel monte que huele a tus abuelos, barcos de viento navegando costas blancas como el amor de tus hermanos.
Habrías escuchado a las Dahlias entonar nuestra canción, las voces azules de los ojos que no dejan de buscar lo que perdimos.
Existen lugares donde la sangre nunca se borra del todo
Si tan solo hubieras nacido aquí, sabrías que la vida vale menos que la muerte, que la suerte está hecha de cristal, que existen lugares donde la sangre nunca se borra del todo, porque no es posible olvidar los sueños que nunca se soñaron.
Permanecerías despierto hasta que las pesadillas te abandonen; rezarías para que el fuego no venza a la sed, para que las mujeres vuelvan a casa, para que la jornada alcance para concluirse, para que las palabras no sean mentira, para no mentirnos, para no mentirse, para no mentir, para que las mujeres vuelvan a casa.
Si hubieras nacido aquí, tendrías fantasmas para cuidarte, la confianza incomprensible de los que esperan ser alcanzados por algún tipo de pasado, la fuerza tormentosa de aquellos marcados por el camino.
Si tan solo hubieras nacido aquí, estarías hecho de sal y de maíz, de palmeras y horizontes de montañas, de murallas y palacios y Dioses, de escombros y de mar, de lunas, de sol y de tierra.
Si como yo, hubieras nacido aquí, sabrías el peso exacto que tiene el corazón sobre las manos, sabrías muy bien dónde caer para volver a levantarte.
Así es nacer en México, y después de todo, aquí también nació mi madre, por eso no sé decir si este lugar es mi tierra o mi cielo.