Hay cosas en esta vida que no podremos olvidar, historias que son dignas de ser contadas cuando compartimos algunas cervezas con los amigos o cuando estamos en una cita. La mía, bueno, es perfecta para el mes de noviembre y finales de octubre. Sé que habrá gente diciendo: Claramente todo esto es falso. A ti, lector escéptico, te dedico mi más cordial carcajada.
Recuerdo aquella noche, me desperté de golpe. Sin ruidos o pesadillas, solo abrí los ojos de manera natural. La cabecera de mi cama está pegada a la pared opuesta de la puerta, a la izquierda hay una ventana y la derecha un armario. Mi cuerpo estaba girado hacia la ventana, cuando desperté la examiné con detalle, el cielo seguía apagado y el exterior sin vida. Calculo que eran las tres de la madrugada, en ese momento no pensé en verificar la hora, por alguna extraña razón no sentí curiosidad. Froté mis ojos, quitando las pocas lagañas que tenía. Después, a la par que me acomodaba para volver a dormir, miré fugazmente a la puerta, me estremecí del susto. En el umbral, de pie, estaba mi hermana pequeña con su típico pijama rosado y cabello suelto medio alborotado. El bombillo de las escaleras iluminaba de forma tenue el pasillo que conecta nuestras habitaciones y el baño. Ya que este está frente a mi habitación, intuí que ella acababa de salir o apenas se dirigía a él.
—Me asustaste —susurré.
—¿Puedo dormirme contigo? —respondió ella, en un tono bastante despierto.
Mi hermana no me había hecho esa pregunta desde hace años, cuando era más pequeña y le daba miedo alguna sombra o los truenos. El tiempo la hizo más dura, al igual que las películas de miedo que tanto veía en la televisión. Al final del día, ella seguía creciendo y no dependía tanto de mí, pero a mis ojos siempre era esa niña que me molestaba con sus caprichos o juegos de té.
—Si, ven acá… —dije al tiempo que le hacía un espacio junto a mí.
Ella corrió a toda prisa y, una vez en la cama, se cobijó hasta la cabeza. Le descobije un poco el rostro, para poder verla a los ojos. No era común que no pudiese dormir sola. Estaba asustada, eso era aún más poco común. Hice mi trabajo como hermano mayor e indagué, quería saber qué fue lo que la mantuvo despierta hasta esa hora y le generaba tanto miedo.
—Oye, ¿qué pasó? —pregunté en voz baja.
Mis padres estaban en la habitación frente a las escaleras, a unos dos metros de la mía, no quería despertarlos y desatar una ola de regaños por vernos despiertos, más a mi hermana, que tenía clase en la mañana. Estaba seguro que se trataba de una pesadilla, algo que se arreglaba con un simple: Solo fue un sueño, todo esta bien, vuelve a dormir. Una frase típica de los padres que se traduce como: Niño, déjame dormir que mañana salgo a ganarme el pan, joder…
—Escuché algo… —dijo mi hermana, sin bajar el tono de voz, era como si quisiera que todos la escucharán, que se dieran cuanta que estaba despierta.
—Habla más bajo… —dije mirando hacia la puerta —¿Qué es lo que escuchaste?
—…Alguien estaba caminando afuera de mi cuarto
—Seguramente es mamá que fue al baño
—No. No es mamá.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque pregunté si era ella y no me contestó.
Los apenas distinguibles ojos de mi hermana no mentían, podía ver en ellos el miedo, pero lo que decía sonaba irreal. La negación me salió sola, hasta yo me sorprendí, quizás es que me vuelvo mayor o que dentro de mí no quería perder la tranquilidad de aquella noche con historias de fantasmas.
—Es solo tu imaginación. —dije con seguridad. Esa frase la dijeron los padres de mis padres y después mis padres, ya mayores, a mí cuando algo sonaba bastante alocado o descabellado. Ahora yo se la decía a mi hermana.
A ella no le reconfortaron mis palabras, al contrario, la molestaron.
—Mira… —empecé a decir —. Duérmete, y te prometo que yo me quedo despierto vigilando hasta que salga el sol.
—¿Hasta que me vaya a la escuela?
—Si, hasta que te vayas a la escuela.
Se acomodó en la cama y cerró los ojos, la cobija le seguía cubriendo una parte del rostro. Yo me recosté, abultando la almohada para poder ver hacia la puerta y cumplir con mi promesa. Esperaba el momento oportuno para abandonar mi campaña de vigía, ese donde la respiración calmada de mi hermana invadiera la habitación y pudiera unírmele. Entonces, los escuché. El sonido de pisadas descalzas tan claras como el agua, subiendo por las escaleras enérgicamente. <<Es papá, olvidó ponerse sus pantuflas >> me dije a mi mismo, ignorando el hecho de que mi padre estaba en su cuarto desde las once de la noche, dormido profundamente. Pude haber visto lo que era sí la luz del bombillo hubiera dibujado alguna sombra, pero no fue así, no hubo sombra alguna. El sonido de algo corriendo descalzo por el pasillo, pasando frente a mi cuarto, fue la única muestra de existencia que nos dio.
—¿Las escuchaste? —preguntó mi hermana. Aun despierta.
—Si… —mi corazón se aceleró, de forma gradual, pero lo hizo.
Mi hermana se incorporó lo suficiente para ver hacia la puerta.
—¿Tú también ves esas líneas negras?
Me recorrió un escalofrío, yo no era capaz de ver lo que ella. Nuestras respiraciones se agitaron. La luz del cuarto de mi hermana se encendió, posteriormente se escuchó como alguien abría y cerraba con fuerza los cajones de su buro. Fue entonces que recordé que encima de la cama estaba colgado un cuadro de San Judas Tadeo y en una de las esquinas, había un rosario. Me estiré lo suficiente para tomarlo entre mis manos, en cuanto lo hice, la luz del cuarto de mi hermana se apagó. Pero los sonidos no cesaron. Podían oírse juguetes cayendo al suelo y las mismas pisadas yendo de un lado a otro. Entre más asustados estábamos, más constantes eran los ruidos.
Arto, y en una pasajera invasión de valentía, salí de la cama dispuesto a ver que carajos pasaba. Idiota. Ella se opuso a la idea jalando de mi brazo con fuerza, sin éxito. Cuando estuve a tres pasos del umbral de mi habitación, la puerta de mi hermana se abrió con lentitud y bisagras chillantes. Salí al pasillo, giré a la derecha, con los ojos de mi hermana clavados en mí y el rosario colgando entre mis dedos. Caminé despacio, con un nudo en el estómago, capaz de escuchar mi propio corazón. Sobre mi cama, ella intentaba gritar o emitir sonido alguno pero el miedo se lo impedía, quiso correr detrás mío pero su cuerpo no le respondía, tal vez yo también hubiera actuado de la misma manera si fuera capaz de mirar lo que ella. La puerta estaba abierta, y yo a un paso de entrar. Aquella habitación yacía sumida en completa obscuridad. El bombillo de la escalera, la única iluminación del pasillo, reventó. Mi hermana gritó y el tiempo se detuvo.
Súper bueno, pero que sigue!!!!! Que miedo
Ya quiero saber que pasa…
Me fascino excelente historia,me gustaría seguirla leyendo hasta el final,me imaginé todo como sigo fuera el joven,muchas felicidades al escritor de esta historia ,se le nota el talento que tiene,esperando la continuidad de esta historia.
Todo lo imagine sentí el temor que el sintió, me agrado mucho.
¡Muy interesante! Me hizo introducirme en el texto y vivir cada paso de sus movimientos ¡me encantó!
¡Hola! Gracias por este escrito, imaginé cada una de las escenas tan descriptivas
Es una excelente escrito, espero seguir leyendo más de tí porque tú potencial es fuerte.
Saludos
[…] después de esa noche las cosas empezaron a cambiar, ocurrían sucesos extraños y paranormales, la mujer nos cuenta: “los objetos se caían, la luz se llegó a apagar y prender sola, hasta que […]