Si me ves llorando un poco…

Dicen que da miedo la libertad, que no todos soportan el silencio de la soledad, que la incertidumbre de hacer lo que dicta el corazón pone a temblar las piernas y a vibrar el fuego interior; que duele romper las barreras de esos viejos mitos que sólo crearon cerrazón. Dicen que para amar al otro hay que amarse así mismo, y para ello hay que cubrirse los oídos, silenciar esas voces de las que escurren ruidos inciertos, eso que no somos, y que el amor comienza en uno, que la guerra no es hacia adentro, que las palabras suaves se dicen frente al espejo y que en los ojos brilla la guía de esa mujer que algún día seremos.

Dicen que basta con las ganas de soltar la piel muerta, como serpientes que se deslizan en caminos ignotos, rodeados de montañas que nos cantan.

Porque aprendimos a amarnos en los brazos de otros, de mirarnos en sus creencias, y cuando el viento arrastró los falsos cimientos la caída se llevó nuestros bellos lotos.

Nuestras pieles morenas, amarillas, blancas, negras, todas pertenecen a la tierra; hijas, madres, hermanas de nidos hechos de piedras, de hechizos que saben de amores complejos, de ruinas que se yerguen como las aves que siempre vuelan.

Mujeres de canto libre, de voces trémulas, de pasos firmes, con las manos llenas de días sin tiempo, no olvidemos nuestras fuerza bajo el sol. Dicen que crecimos en un viaje sin salida, pero lo que no saben es que el rumbo lo marcamos hoy.

Sin su permiso nos liberamos de las creencias limitantes, de los malos amantes y su imposición, de las palabras hirientes, de los trabajos sin corazón, de la vida sin amor, porque crecimos como pasto salvaje y esta noche, con el pelo revuelto, el destino se llena de espacios blancos donde cabemos todas las que decidan desanclar dolores añejos para vivir su propia revolución interior.

Y si me ves llorando un poco, es porque se borran los recuerdos de todo lo hecho que un día me ató.