La angustia que se está viviendo en estos últimos meses, especialmente la semana pasada y ésta con respecto a la Pandemia del coronavirus que ha sacudido al mundo, tiene atrapados a millones de habitantes en él planeta. Es el miedo al contagio y como consecuencia, miedo a la muerte.
Muchos focos rojos que ponen en alerta a la humanidad. Se disparan en todo el mundo las compras de pánico, la desconfianza, el egoísmo, la codicia, el acaparamiento y otras reacciones malas. A la par de estos sucesos, también surgen otras actitudes positivas, como son; el valor de la salud, el autocuidado, la convivencia social, la empatía, la generosidad, el respeto a las instituciones que sustentan la salud de la humanidad; y el sentido de pertenencia a un mundo cada vez más globalizado. Así cómo las medidas de precaución más sencillas, como “lavarse las manos con frecuencia”, son las que nos pueden salvar la vida, o por lo menos del contagio y la propagación de un virus que; al presente, no tiene una vacuna que lo destruya.
El COVID-19, Como se le ha llamado a esta virulencia, es al día de hoy, una pandemia; es decir, un mal que aqueja y está matando personas alrededor de casi todo el mundo.
Los países más “desarrollados” no se salvan, ni los gobernantes ni los empleados de cualquier nivel así como los grandes viajeros que transitan por el mundo. Un gran movimiento sacudió a los aeropuertos, a las centrales de autobuses y agencias de viajes, se han cerrado fronteras, cancelado miles de eventos masivos; cada país conforme a sus protocolos. ¡El mundo está asustado!.
Aunque la mortalidad del Coronavirus no es tan extrema, no es prudente que sea tomado en poco este mal que está al presente asolando muchísimas naciones, y que, por cierto, ya está bajo control en países que iniciaron con este contagio. Hay mucho aprendizaje dentro de esta situación, podemos cada uno de nosotros “curarnos en salud” o podemos hacer como que no pasa nada, pero sí; cada paso que demos como individuos o como nación, repercutirá para bien o para mal en las demás personas o naciones. Somos un todo aunque seamos billones de seres humanos en este planeta tierra.
Un factor muy importante que no puede faltar en este escenario que pareciera futurista, pero que es actual, es real, aquí y ahora; es la educación y la civilidad con la que enfrentemos estas circunstancias que pareciera en momentos que se sale de control.
Hacer caso a las indicaciones de las autoridades correspondientes de Salud, de Educación, y Seguridad; pero también a nuestro instinto de protección hacia los más vulnerables, como por ejemplo, a las y los ancianos, a las personas con enfermedades crónicas, a las mujeres embarazadas, a los bebés, etc. ¡Que quepa la prudencia y el sentido común en todas y todos nosotros los que “estamos bien”….
Sin afán de caer en el religiosísimo y en la superstición; sí es un buen momento de meditar, reflexionar y reaccionar acerca de nuestra vida espiritual; en cualquier creencia a la que se encamine nuestra Fe. Aún si alguien se declara ateo.
Todos tenemos ese elemento indestructible que se llama conciencia, así qué; con esa base, hagamos un alto en el camino y decidamos corregir el rumbo, mejorar nuestra calidad de vida, pero principalmente nuestra calidad humana; seamos más sensibles a la espiritualidad, y menos esclavos del materialismo; ¡Un verdadero acto de reflexión y cambios!….Pero que no nos suceda como a los pasajeros del Titanic, según cuenta una anécdota popular: <Que cuando les avisaron del inminente hundimiento del barco, se arrodillaron todos clamando a DIOS, pero cuando les dieron un segundo aviso del supuesto problema arreglado, se levantaron a seguir en sus diversiones, hasta que les llegó la terrible realidad de la tragedia, en la que ya no pudieron hacer, ¡NADA!>
Puede alguien dar gracias a la vida, a la suerte, a la super inteligencia, o a las vibras o a la cultura o ubicación geográfica de nuestro país; o; ¿porqué no?..podemos todos dar gracias a dios ya desde ahora, por la oportunidad que nos dé para salir bien librados y victoriosos de esta pandemia.
Y después de que todo pase y estemos mejor; ¿Qué haremos?….¿Seguir en nuestros afanes vanos y efímeros?, o demostrarnos a nosotros mismos que hemos vuelto a la cordura y a recobrar los principios y valores que nos caracterizan como país humanitario y amigo de naciones de paz, y también como mejores seres humanos frente a nuestros semejantes, y, finalmente, mejores padres, mejores hijos e hijas, valorando lo que tenemos ya sea frente al ser amado o las grandes amistades; y sobre todas las cosas; agradecer la vida y aprovecharla dedicándonos a ser felices y hacer felices a los demás, estando en paz y amistad con Dios.
Lo mejor que podemos hacer con nuestra vida, es vivirla de adentro hacia afuera, es decir, primero alimentar el alma y el espíritu, luego el cuerpo, y a partir de eso, nuestras prioridades cambiarán.
Así como en este momento lo más importante es cuidar nuestra salud y tomar todas las precauciones que se nos recomiendan, de igual forma, cuidemos nuestra salud espiritual, buscando esa comunicación con Dios todos los días, y ÉL nos guiará respecto a lo que sea mejor para nuestra paz espiritual y salud emocional.
Esta crisis mundial da miedo, sí; pero debe darnos más miedo la muerte de nuestra espiritualidad, (NO del religiosísimo fanático) a causa de los afanes, de la dureza de corazón, del materialismo exacerbado, del egoísmo y la promiscuidad, esas si son enfermedades mortales que contaminan a todo el que se descuida y rápidamente se deja contagiar.
El COVID-19 no llegó para quedarse, pronto la lucha será ganada y los estudiosos encontrarán la vacuna que nos proteja de ese virus.
El mundo se recuperará pesar de las vidas que cobró este mal. Y vendrán otras enfermedades, o las que ya hay seguirán atacando a los habitantes del planeta; la lucha seguirá, pero; reflexionemos: El riesgo más fuerte es que la humanidad es inconstante y es voluble; pronto muchos miles de seres humanos volverán como si nada a la “hoguera de las vanidades “y olvidarán que algún momento clamaron a la divinidad por salud y salvación.
¿Cuál será la mejor enseñanza que este capítulo malo de la humanidad nos deje?…¿Cómo podremos estar seguros de que nuestra vida espiritual se fortaleció? Solo Dios es quién tiene la respuesta. ¡Preguntémosle!