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Ser luchadora en México, es una batalla sin concesiones

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Ser luchadora profesional en México no es un reto sencillo. Cuando apenas tenía 15 años, Reina Dorada conocía la cara amable, la magia que la había cautivado dos años antes cuando decidió entrenar en el Deportivo Pino Suárez, por los rumbos del metro La Viga, en la Ciudad de México. El debut le dio una cachetada sin defensa que la aterrizó, fue una bienvenida desconcertante.

Era una niña y creía todo lo que le decían, quería aprender a ser luchadora. «Mi profesor me hizo ver que todo era bonito, lleno de compañerismo. Cada quien cuenta según cómo le fue. Él (Máscara Año 2000) siempre fue una persona súper correcta y profesional y eso transmitía, pero lo que no me contó es que cuando saliera al medio, me enfrentaría a los verdaderos retos».

Y no fueron nada amigables

Fue maltratada física y emocionalmente. Ahora lo puede compartir, antes no se atrevía, pensaba que tenía que aguantarse, «y tal vez así sea, pero ahora sé que no se valen algunas cosas que las personas llamadas profesionales hacen.

Estamos en un medio donde recibes golpes todo el tiempo, pero los más duros son los emocionales, soporté cosas que no tenía que recibir, no solo me atacaban las luchadoras, también los aficionados».

Era una época en la que surgían pocas luchadoras cada año, así que a ella le tocó, «por decirlo de una forma, una madriza. Eso me hizo madurar como luchadora y darme cuenta que así como vienen van (los golpes), en todos los sentidos. Cuando empezaba intenté ser muy profesional, era alguien noble, haciendo mi trabajo como me lo había enseñado mi profesor, pero con el paso del tiempo tuve que dejar eso a un lado, porque te comen las envidias, los reproches y las mentiras.

Cambié para no ser lastimada, perdí la inocencia muy pronto».

La niña maduró al calor de los azotones, de las caídas y las traiciones. Su carácter la mantuvo y la mantiene en la batalla. «Ahora soy más fuerte. Antes permitía cosas en las que no estaba de acuerdo. Ahora sé defender mis decisiones y no permitir que se pasen de listos conmigo».
Y es que como mujer, no solo ser luchadora en México es difícil. «Vivimos en una sociedad llena de violencia, en la que los feminicidios se han normalizado y el machismo no desaparece. En la lucha libre no es distinto, y eso lo hace todo más complicado».

Su destino era la lucha libre, pero su mentalidad no se parece mucho al del resto de sus compañeras.

Estudia la última etapa de la licenciatura en nutrición en la Universidad del Valle de México y sabe que hay más de un camino para sobresalir en la vida. «Ser luchadora sigue siendo mal visto, no es tomado como una trabajo o profesión normal, no nos toman en serio y a las mujeres las van a ver a las funciones, sobretodo, por el morbo de ver sus cuerpos y no su talento. Sin embargo, confío en el empoderamiento grande de las mujeres en todos los aspectos, entonces, luchamos contra una cosa (el machismo) pero crecemos en otra».

La lucha libre ha sido su maestra de vida. Un ámbito muy distinto al que vivía en casa y en la escuela. «Ahora ya no pienso en lo que puedan decir de mi, hago las cosas convencida de mis decisiones. Sé que no se puede confiar en todas las personas, que en la lucha libre eres más que una persona, un producto. Es algo fuerte pero real. Que se aprende a la mala, en la lucha libre no puedes aprender a la buena, solo así logras llegar a ser alguien».

Hace unos días cumplió siete años en la aventura de la lucha libre y no duda que ha sido una buena apuesta de vida, «porque es un deporte que amo y no puedo dejar de hacer. Aunque por ahora, verlo como un trabajo formal es complicado, debes esforzarte demasiado y si solo estás dedicado a eso, no es lo más correcto. Es un deporte que necesita inversión en todo momento, para alimentarse, para cuidarse y con el tiempo vivir de él».

Aún es muy joven, pero con la suficiente lona recorrida para saber que hoy es más difícil sobresalir porque las luchadoras surgen por montones.

«Lo que veo es que si una compañera se pone de moda, todas quieren ser como ella, es un gran error. Yo siempre quise ser diferente, a nadie le he copiado nada. De lo que sí me arrepiento fue de no haberme defendido de todos los ataques que sufrí. No se trata de quejarte por todo lo que pasa en la lucha, pero debes aprender a defenderte», insiste.

En poco tiempo se titulará como nutrióloga, pero la lucha libre no perderá terreno en su vida diaria. Piensa trabajar en ambos medios. «La nutrición es una bonita carrera pero lo que más amo y disfruto es la lucha libre, sé que debo trabajar fuerte en mi carrera profesional para con el tiempo poder ser una luchadora que pueda vivir de este deporte».

Y lecciones como el confinamiento al que obligó la pandemia por Covid-19, le dan la razón. «Como luchadora siempre hay riesgos. Las lesiones te pueden dejar fuera del ring por mucho tiempo, así que lo que estamos viviendo ahora es una lección grande acerca de la necesidad de tener algo para sustentar nuestra vida diaria. La lucha libre es muy bonita y te apasiona pero hay que ser consciente y pensar en el futuro».

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