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Existe en la gente que trabaja duro, el negociante hábito con la alarma. Confieso que lo padezco, consiste en, déjame explicarte; por qué puede ser que tú y muchas otras personas, tengan la fortuna de jamás haber sentido el hábito que les describo. Despiertas. No, un antecedente, estás intentando despertar, pero aún no duermes, tomas el celular, abres la aplicación de la alarma, la modificas tantas veces como sea posible.

Tenemos el registro de la responsabilidad pegada con colaloca a la puntualidad y aun así llegamos tarde. Pienso en colocar la hora para despertar, a las 5:05 AM está bien, a las 5:30 AM está bien, 5:15 AM es la hora y a dormir, suena la alarma con una melodía tan armoniosa y pacífica que no quiero salir de la cama, tengo, quiero y no puedo querer no tener que levantarme; dormir hasta que el sol deje de calentar la ventana.

El hábito de negociar es tomar el celular, apagar la alarma y reprogramarla, darte otra media hora y luego el juego de ir saliendo por pausas de la cama, todo eso nos pide hacer otra programación a otra media hora. Este día no tuve que negociar, desperté a las 9:00 AM, cuatro horas después de mi tiempo acostumbrado. Lo primero en la agenda, ir a rellenar el garrafón de agua. Ellas aún están dormidas, en esta hora de la mañana han dejado de roncar, su sueño es profundo. Bendecido descanso.

¿Se han mirado los ojos en esas noches de desvelo? Los ojos se hinchan, se agrietan las partes blancas, los derrames despiertan y tus ojos no duermen. Este ojo izquierdo ahora ya tiene sus hábitos. Las partes del cuerpo con los años se separan, somos un organismo que vive en ritmo distinto, todo el cuerpo tiene en sus partes una brújula mirando con flechas a todas direcciones. Así es mi ojo; el izquierdo, si estás leyendo de frente es tu otro ojo. Porque esto, es un relato espejo. -Los gusanos caen al ojo. Nosotros no somos los invitados-.

Por las noches se inflama la urgencia del descanso. Estás en el espejo. Tu ojo está rojo, cercano a tu retina comienza a crecer lo que parece ser una vena hinchada; ardor, lagrimeos, tierra en los párpados, piedras diminutas cortan tu mirada. Sangre que te convierte en el ser nocturno, el fantasma de los ojos rojos.

La vieja de greñas rubias grito ante un público… Pidió cerrar los ojos e imaginar a los seres amados enfermos de Alzheimer; el no loco, los dejo abiertos, allá de aquellos que se dejen influenciar con las imaginaciones dañinas de otros. Lo que la bruja quiere es tener más clientes enfermizos y robarles sus limosnas, se sonríe diciéndote que sus errores no son de ella, aún que diga nuestros, pero no, aclaró, son de ella. No escuches al torpe, mejor voltea tu rostro, alarga la sonrisa, disfruta la caricia del viento, sal de ti, no te encarceles, jode al mundo. -Deja que los gusanos caigan en el ojo-. No abra daño, los que alzan la mano hablando de dolor ya tenían roto el corazón, tú no eres el causante no vales tanto, no eres tan letal o ¿Sí? Toma ese nuevo hábito y lacera, pártelos, explota sus venas. Los extraterrestres llegaron y se fueron, nadie se interesó en verlos. Los extraterrestres sufren de abandono. La escritora chilena se parece a Masón Verger, me está mirando, le he robado una fotografía para reírme en privado. Creo que se percató, ¿intentará asesinarme? -Digiere a la hembra danzante, tragala junto a tu saliva, mastica esa piel-. Tendré que regresar caminando. Pasar de nuevo por los talleres y por esas calles sucias junto a la mirada de los atracadores. Llegué a la reunión a los dos días de viaje, para rodearme con la compañía de personas que al descubrirlas, son para mí desagradables.

La primera noche salimos a intentar cenar, jugar a la convivencia. Hábitos ridículos de los seres incivilizados, el verdadero ser civilizado está en casa, se entretiene con su televisión, lavando los platos sucios de sus comidas rápidas.

La noche fue pésima, la tarde fue más agradable, la disfruté con dos sujetos que si eran entendidos. Los otros llegaron después, invadieron nuestra cómoda llegada. Jodieron aquel intentó de cena. Comimos el doble esa tarde noche.

Me presentaron al Payaso Cantante, es un títere, un bufón de pésima apariencia. ¿Se han enfrentado a una persona y se han descubierto detestando su presencia en los primeros minutos? Así es el payaso cantante, sabe hacer eso. Lo detestas a la primera impresión. ¿Qué fue lo más desagradable? Escucharlo, una y otra vez y otra y una y otra vez, repetir el discurso de año con año, el discurso diario. Dedicarle un episodio de este gran libro a ese imbécil podría ser una perdida valiosa de vida. Pero quiero que también lo odies tanto como lo detesto. Episodio siguiente… Y te sugiero el hábito de leer esto hasta el final.

Paternidad Literaria

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