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CAPITULO 1: Ovejita negra

Cuatro noches antes de que decidiera dar uno de los pasos más importantes, pero menos esperados de mi vida, tuve un sueño bastante peculiar. Un sueño en el que mi mano iba sujeta por otra con un tatuaje sobre la mano con un símbolo que, ustedes disculparán, pero jamás había visto. Era un círculo dividido en blanco y negro, en un par de extrañas gotas que parecían unirse como caracoles enamorados, luciendo en sus interiores puntos que, dejaban ver invertidos los colores de esas gotas en las que se encontraban inmersos. Esa mano me sujetaba fuerte, como nadie nunca antes lo había hecho, bueno…no al menos en mucho tiempo. Oh, lo siento…creo que antes que nada debo presentarme. Mi nombre es Marbella, para mis amigos más cercanos solo Mar. Tengo 24 años y realmente soy alguien bastante común. Menos para los ojos de mis padres, quienes definitivamente me han visto desde siempre como «La niña de sus ojos»; «La chica buena», por así decirlo. Soy una recién graduada en la carrera de administración y el nuevo orgullo de mis padres. Siempre he procurado ser así, jamás disgustarlos y cuestionar lo que desde pequeña se me ha inculcado. Desde hace poco más de cuatro años, mis padres decidieron separarse e iniciar una nueva vida. Irónicamente no como muchos podrían pensar, me refiero a que mi madre, al ser una persona religiosa, se adentró mucho más en la iglesia y en esas cosas de las que (en secreto) jamás he sido muy afecta. Los fines de semana me dedicaba a verla, y a pasar las horas bebiendo té junto a ella, mientras hablábamos sobre la unión tan deteriorada que en su familia se había manifestado a raíz de la muerte de mi abuelita; la insuperable matriarca de un núcleo en su mayoría conformado por mujeres. Mujeres que siempre se han descrito así mismas, como poderosas, pero que en realidad siempre han pecado de soltar gritos innecesarios en los momentos «oportunos» justificándose siempre en nombre del pudor y las buenas costumbres. Claro que, como soy una chica «educada» pensar de ese modo no es considerado de buen gusto. Por lo que como siempre, procuro reservarme mi verdadera forma de pensar. Por su parte, mi padre, es un ser que…bien…cómo podría decirlo. Al haber tenido una infancia difícil y llena de carencias, procuró por todos los medios que a nosotros jamás nos faltara nada. (Por nosotros; me refiero a mí y a mis hermanos mayores. Bianca y Ernesto). Claro que, en medio de esa misión, para nuestro progenitor fue muy fácil confundir el hecho de cuidar con sobreproteger. El de regañar con el de ser en ocasiones, bastante posesivo, por no decir absorbente. No me mal entiendas, no es mi intención ser grosera, ni parecer mal agradecida. Amo a mis padres, sin embargo, he reconocer que la relación con ellos en ocasiones, me es bastante difícil de sostener. Porque sé que aman de mí, aquello que les complace, y no lo que realmente soy. ¿Y quién soy?; bueno, creo que retirando lo antes dicho….no soy tan común como pensaba.

Tampoco exageraré diciendo que mi infancia o mi vida en términos generales ha sido dura. De hecho, de niña fui bastante feliz. Con todo el amor de mi familia centrado en mí. Y es que ms hermanos no eran la excepción, pese a la enorme diferencia de edades que entre nosotros existía, me adoraban. Para Ernesto yo era una muñequita de porcelana a la que gustaba de vestir y cuidar como si fuera su propia hija (pues cuando yo había llegado a este mundo, él ya tenía 17 años. Bianca, por otro lado, pese a que también resultaba ser bastante consentidora, tenía sus lapsos de severidad. Era exigente, y no me permitía los fallos escolares. Era disciplinada, demasiado debo recalcar. Por supuesto que esa exigencia con la que evidentemente también se manejaba, la había conducido al éxito tan anhelado por nuestros padres. Tenía una buena posición económica y una familia preciosa. Un esposo que la amaba por encima de todo y también, unos pequeños trillizos que habían terminado por volverse mi adoración y el de todo nuestro núcleo familiar, pues eran además de todo, eran considerados como un milagro luego de que a mi hermana le hubiera costado años enteros quedar embarazada, Mi hermano, Ernesto (Neto como de cariño solíamos llamarle) era un hombre que se había casado hace algún tiempo con una mujer bastante sencilla. Una joven que había conseguido con nulo esfuerzo el cariño de mis padres. Ellos, no tenían una posición de gran abolengo, y pagaban la renta de un pequeño departamento en una de las zonas de menor auge en la ciudad. No tenían hijos, y eso despertaba la sospecha de un posible caso de esterilidad.

Como fuera, éramos unidos, por decirlo de algún modo. Claro que, yo tenía mis propios secretos. Secretos que no gustaba de compartir con nadie por considerarlos demasiado «indeseables». Y lo eran, realmente lo eran, pues para empezar sentía que tenía todo aquello que mis padres siempre habían detestado, yo las llamaba de en tono de broma como «las características de la perdición», las llamaba así justamente porque de saberse a viva voz, yo quedaría como «la oveja negra de la familia»; o en mi caso, «la ovejita negra», por ser la hija más pequeña. Con forme conozcas esta historia, mi historia, conocerás a detalle cada una de esas características de las que te hablo, o al menos, dos de ellas. Porque para mí, y la más importante que mi familia nunca aceptaría, es que soy una chica enteramente pansexual. Una chica que la verdad, no tiene temas por involucrarse con chicos y chicas en un sentido totalmente romántico. Esa característica mía era una que de ley debía mantener oculta y lejos de la vista de mi familia. De saberse, sé que me iría muy mal, por el simple hecho de ir «en contra de lo estipulado por la naturaleza». Me ganaría el repudio de mis seres queridos, y especialmente el de mi padre, con quien años atrás ya había tenido un altercado a causa de una «amiga» de la prepa. Una buena amiga a la que solo podía decir que quería mucho.

Ahora después de tantos años de distanciamiento de ese hecho, puedo decir que me he liberado de ese asunto que manchaba mi historial como niñita perfecta. Al entrar a la universidad, fue entonces que me enamoré con fervor y por primera vez de un chico. Un joven bastante educado y caballeroso, todo lo que yo pedía que pudiera existir en un hombre que me pretendiera. Las cosas no salieron como lo esperaba, y la verdad es que mis lágrimas fueron prueba de ello.

No pienso aburrirte con mi historia, no ahora cuando está a punto de empezar. Lo único que por ahora debes de saber que en el fondo y a escondidas de mis padres, me he declarado muy a mi pesar como la «ovejita negra» de la familia. La chica que, se esconde para ser quien realmente es.

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