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CAPITULO 4: Contrastes

Ahora, creo que me resulta fascinante darme cuenta de los matices que la vida misma tiene. De cada contraste con la que tiñe la existencia de todos los seres humanos que habitamos este mundo. Durante mi infancia y por muchas niñas, fui consideraba una chiquilla mimada y consentida; con una vida y una familia que muchas quisieran tener. Lo cierto es que inclusive especulaban que era una niña de “buena cuna”, pero lo cierto es que jamás fue así, o al menos para mí. Claro que si tomamos en consideración que la vida de muchos no ha sido precisamente afortunada, tiene mucho sentido entonces que la mía les parezca de ensueño. Yo a mi edad no había entendido eso, hasta que comencé a tratar a cierta personita.

Ese mensaje que había entrado a mi monitor había sido el inicio de una larga y constante jornada de noches de desvelo. Platicábamos de muchas cosas, de nosotras mismas; de lo que nos gustaba y lo que esperábamos de esta vida. No conversábamos mucho sobre nuestro pasado, porque hasta ese momento el tema en el que se centraba nuestra atención era curiosamente el futuro. Los proyectos que esperábamos realizar. No podía mentir, a juzgar por las fotos era una chica atractiva, con aires masculinos, en extremo. Tenía unos ojos de café oscuro, pero decían tanto. Era como si de un momento a otro, hubiese podido ver tan solo por un segundo un poco del sufrimiento por el que ella había atravesado y que de algún modo no quería mostrar.

Hablábamos por las noches sin falta, siempre sobre nuestras rutinas del día a día. Poco a poco, pese a no estar físicamente cerca de mí, comenzó a ocupar un lugar importante, aunque curiosamente no me sentía con la suficiente fuerza como para evidenciar su existencia frente a mi familia. Lo sucedido con mi primera y única ex novia seguía atormentándome, pese a que ese suceso había ocurrido durante mi adolescencia, no era algo que hubiese podido superar del todo y ahora con la existencia de “Tamsi” en mi vida, lo entendía, así como irónicamente el hecho de que a mí no me interesaba ningún tema relacionado con el amor, o mejor dicho, me encargaba de convencerme de que no me interesaba. Al igual que tú, he sufrido de múltiples decepciones amorosas, pero yo realmente le había tomado mucha aversión al amor y a todo lo que tuviera relación con ese tema. Yo no veía a Tamsi como causante de algún tipo de interés en mí, no en ese momento, no cuando ese lujo no podía ser mío.

Y así, de pasar horas y horas sentadas frente a nuestras computadoras, pasamos a los celulares; a los mensajes de texto y a las llamadas de medianoche. Para mi mala y desafortunada suerte, si yo tenía algún defecto que definitivamente odiaba con todo mi ser de mi misma, era el hecho de que jamás había sido buena para esconder mis sentimientos. Si estaba enojada, era evidente; si estaba triste, mi padre lo detectaba velozmente, obsesionándose sutilmente por descubrir el motivo por el que lo estaba. Y lo mismo ocurría si estaba feliz, aunque desde luego, en este caso, no solamente era mi progenitor quien se mostraba intrigado.

-vaya…por lo visto alguien se encuentra últimamente interesada en el celular-mi hermana; mi adorada Bianca, había ido después de dos meses de ausencia a visitarnos, a mi padre y a mí. Lo que más quería en esos momentos, tener a mi hermana la entrometida notando mi interés en responder los mensajes rápidamente que me llegaban a cada instante.

No se me ocurría otra cosa más que apartar la pantalla de la mirada curiosa de mi hermanita, la que para colmo era lista. Se sentaba junto a mí, intentando leer lo que escribía y eso era algo que me irritaba hasta el punto de hacer obvios mis intentos por alejar la conversación escrita de ella.

-seguro estás así por un chico…-añadía con sonrisa burlesca-tenía mucho tiempo que no te notaba tan interesada en mensajearte.

-cállate, eso a ti no te importa, Bianca-respondía con desdén.

-por supuesto que me importa. Me encuentro sumamente interesada en conocer al chico que tiene tan despistada a mi hermanita.

-solo espero que sepas elegir esta vez…ya no estás en edad como para equivocarte constantemente con las parejas que te involucras.

-oye un momento, ¿Me estás diciendo vieja?

-para casarte y tener hijos, sí.

-hermanita, recuerda que los hombres son los que pueden posponer la idea del matrimonio; nosotras no. Decídete de una buena vez por un novio.

-eso sí, solo asegúrate que tenga la misma posición económica que tú; así como tus ideales. Tiene que tener el mismo nivel académico que tú, no puedes esperar menos.

-oye, Bianca…jamás pensé que tuvieras ideas tan retrogradas como esas. Me sorprende bastante, especialmente porque tú siempre te has descrito como una mujer estudiada y moderna.

-no soy mediocre, Bellita. Soy lo que ves gracias a mi manera de pensar.

– ¿Mediocre?, ¿Para ti qué es la mediocridad, Bianca?

-en este caso, que te involucres con alguien que no sea digno de ti. Comprende, hermanita; la vida de casada es difícil, y más lo es si te relacionas con alguien que no esté a tu altura.

-no puedo creer que esté escuchándote hablar así-visiblemente indignada por los comentarios elitistas de mi hermana, me levanto del sofá. Me aparto de ella como si de la nada, hubiese revelado que padecía una enfermedad contagiosa.

-me lo agradecerás algún día, Bellita. Comprende, en este mundo hay personas cuyas situaciones no les favorecen para relacionarse con gente como nosotras.

– ¿Y cómo es que somos nosotras, Bianca? -arqueaba sutilmente la ceja en señal desaprobatoria.

-chicas educadas…con valores y visionarias…no somos conformistas…aspiramos a muchas cosas, no nos conformamos con poco. Recuerda que nuestros padres se empeñaron en enseñarnos eso.

-ellos nos dejaron en claro los contrastes que esta vida tiene, Bellita. Hay personas que simplemente no nacen para estar con otras. Nadie tiene culpa de eso, pero así son las cosas.

-así que realmente espero que el chico con el que hables, sea digno de ti.

En esos momentos anhelé tanto que a mi hermana esas palabras se le hubiesen quedado atrapadas en la garganta. De todas las cosas fastidiosas y grotescas que había dicho en su vida, esas, por mucho; habían sido las peores. De una manera repugnante había entendido un poco más sobre ese tema, justamente sobre los contrastes de la vida. Sin duda, esa sería tan solo una de las lecciones que ese “chico” me impartiría.

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