Me parece que está mañana no tengo nada de que escribir, pero aun así quiero hacerlo, para empezar me he tirado sobre el sillón, despegando el brazo de la axila, la rasque y la he olido, el dulce olor de una axila recién levantada, un aroma ligero, respiración del descanso, totalmente diferente a la fragancia de la axila que ha terminado de coger, cuando eso me ocurre mi axila tiene un perfume a naturaleza, a hierbas de campo. Es la esencia de mi masculinidad orgásmica. En todo caso es mi perfume natural. Las fragancias al igual que las personas pueden ser agradables, algunas veces delicadas y las fuertes deplorables o delirantes.
El frente de mi casa tiene dos ventanas, las uso para recibir la luz del día, sin ellas el resto de la casa se oscurece, las habitaciones están al fondo y, en la parte trasera la barda de las otras casas impiden al sol brincar los tres pisos y llegar a mi hogar, la casa es de una planta, pintada de azul, en la parte del comedor he sustituido la mesa por un pequeño escritorio con mis máquinas de escribir, afuera en la esquina de la calle está un local, lo renta la vecina, vende ropa y realiza trabajos de costura, tengo contra ella algunas quejas.
No es normal que use las protecciones de mis ventanas para colgar la ropa que no logra acomodar dentro del local, tengo en las ventanas playeras, calzones, abrigos, vestidos, un poco de todo. Todo ese colguije bloquea la luz del día que podría regalarme la ventana. La injusta vecina se atreve a decir que no tiene por qué quitar sus ropas, ya que nadie le ha dicho que no puede o no debe. Tiene una hermana que colabora en la dinámica, mi esposa dice que tiene pinta de Sara Conor, eso la convierte en la fémina ruda del barrio, sale a la calle con su camiseta blanca, lentes negros, pantalones de mezclilla, gorra y botas, conduce una Hummer, aún que prefiero referirme a esos vehículos como los matataxis.
En la carreta rumbo al pueblo llamado El Oro, pasando un poco después de la desviación a Temascalcingo, una Hummer viajaba con extrema velocidad, conducida por un hermano del presidente en turno de ese municipio, en la curva impacto de frente aún taxi, lo desintegró dejando muertos a todos los pasajeros y al chófer, el accidente fue captado por cámaras de un negocio cercano, el vídeo círculo en las redes de las cuentas locales, ese conductor quedó libre de culpa, pago fianzas y, desde entonces para mí esos autos son los MataTaxis.
Sara Conor es una mujer llena de groserías, todo el tiempo grita, tiene algunas deficiencias al manejar. Ha estado cerca de tener accidentes aquí en la colonia. Los MataTaxis causan sentimiento de inmortalidad. Hace un mes rompieron una esquina de la ventana, no quieren pagar el daño fingen no ser las responsables. Los fines de semana son visitadas por su madre, la señora saluda a todos con amabilidad, las tres me incomodan al mismo grado.
Durante un tiempo también fui vendedor de ropa usada, sucedió por la iniciativa de mi hermano, tuvo la dichosa idea de pedir ropa a sus amistades, con el concepto de regalar esa ropa a personas y niños que lo necesitarán, junto un chingo de bolsas, una habitación de la casa se llenó de ropa recolectada del piso la techo, fueron tantas las bolsas que fue difícil vender toda la ropa en un solo lugar y me sugirió ayudarle para ir a diferentes tianguis. Y así iniciamos nuestra vida de tianguistas, revendiendo ropa usada, dinero fácil al parecer.
Y mientras recupero parte de esta narrativa considero importante recordar a mi hija que está revisando mis libretas, se entretiene entre mis notas, algunas veces rompe las hojas. Y me dice – papá ya te maté un relato. Ella nunca será un gusano en mi ojo. Pero nada nos exime de serlo en otros ojos.
Paternidad Literaria
TrodosMercado 2023
Fragmento del Libro Gusanos en el Ojo