Para nadie es un secreto que durante aquellas cacerías de brujas que se originaron en Europa para después expandirse como epidemia por diversos rincones del mundo, muchas personas (en su gran mayoría mujeres) fueron torturadas y exiliadas de cualquier derecho humano; por el simple hecho de estar adelantadas a las épocas en las que nacieron y crecieron. Por tener conocimientos avanzados sobre diversas áreas y también por vivir bajo una personalidad que no encajaba con los estereotipos sociales del momento. Es decir, si durante la edad media tú eras una mujer soltera, de pensamientos liberales, a la que le fascinaba leer sobre temas relacionados a la astronomía, herbolaria, o cualquier aspecto que se relacionase con áreas dominadas por la “religión”; permíteme decirte que te hubiesen condenado a la hoguera.
Los argumentos bajo los cuales se acusaba a una mujer de ser bruja eran tan absurdos que vivir con miedo se volvió una situación de lo más usual.
Si a tu vecina no le simpatizabas en lo más mínimo, ella podía señalarte de bruja para que después de unos días, tu vida se volviese un autentico martirio.
Aquellas mujeres que destacaban en cualquiera de las bellas artes no resultaban exentas de los señalamientos y de las amenazas constantes que ponían inclusive sus propias vidas en riesgo al ser consideradas brujas. El día de hoy justamente hablaremos de una mujer que abiertamente gritó a lo alto sus creencias mediante sus muy controversiales obras de arte. Su nombre era Rosaleen Norton, la temida pero no por menos reconocida bruja de Nueva Zelanda.
Rosaleen Norton, nació en Dunedin, Nueva Zelanda el 2 de octubre de 1917. Desde muy joven, nuestra querida y muy excéntrica Rosaleen, mostró gran interés no solo en el arte, sino también en el ocultismo. Con tan solo 15 años, demostró ser una artista nata. Una escritora a la que el diario local le publicó un número considerable de historias de terror, y que dos años más tarde, después de su debut literario, comenzaría con su preparación como artista plástica, desarrollando desde primera instancia un estilo bastante peculiar y por el cual, sería señalada.
Resulta ser que, a nuestra querida Norton, le encantaba plasmar en sus obras escenas sexuales, orgías que se representaban en medio de simbolismos alusivos a la magia negra. Casual, nada que realmente pudiese asustar. Así mismo, los escenarios en los que se desarrollaban eran el resultado de lo que ella veía mediante sus sesiones de autohipnosis, las mismas que realizaba dentro de su habitación a penumbras y que propiciaban a que su imaginación volase. Podríamos decir que Rosaleen abrazaba su lado oscuro para fusionarlo con su talento. Desgraciadamente, no todos consideraron esta fusión como algo benigno para la humanidad, pues en el año de 1950, la policía de la capital australiana sancionó a la artista confiscándole todas y cada una de sus pinturas por ser consideradas como obscenas y satanistas. Fue llevada frente al tribunal, siendo esta causa la razón principal de que su trabajo fuese censurado en la mayor parte de Europa y Estados Unidos.
Norton como consecuencia de este suceso, tuvo que soportar los señalamientos y el desprecio de las que sus obras se volvieron objeto; hasta el día de su fallecimiento a los 62 años de edad, el 5 de diciembre de 1979, victima del cáncer colorrectal. Si bien, fue una artista victima de la censura, sí fue reconocida como una de las brujas que consiguió causar gran revuelo en gran parte de su país durante el siglo XX. Hasta la fecha, esta artista se ha llevado el reconocimiento de propios y extraños, y no fue precisamente gracias a sus obras, sí no por haber sido uno de los personajes más controversiales de la historia en dicho país y víctima de lo que sin duda pudo haber sido, el comienzo de una nueva cacería.