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Revés: me encuentro caminando en dirección a su departamento, ese lugar donde cada semana íbamos a pasar todo el día juntos.

Él pasaba por mí, comprábamos algo para desayunar (tacos, tamales, cuernitos, tlacoyos); refresco, jugo o licuado; dulces y cigarros. Después del desayuno, reposábamos, y ya algo descansados procedíamos a indagar el sexo del otro, con besos profundos, caricias intensas; al subir la temperatura nos ayudábamos mutuamente a deshacernos de aquellos aditamentos que nos estorbaban.

Recorríamos ese territorio muchas veces explorado, en el cual siempre había un descubrimiento nuevo: un lunar, una peca, una estría o un granito nuevo a punto de salir. El mapa de nuestra piel había cambiado desde esa primera vez que había sido descubierto por el otro. Ciertos puntos de ebullición habían cambiado de sitio, dado que en el lugar donde habían iniciado ya se había vuelto demasiado transitado.

En todo este tiempo juntos, nos habíamos vuelto exploradores. No hacían falta las palabras, escuchábamos la naturaleza del otro. Al día de hoy, todavía duele recordar lo trémulo de su piel, mi estupor por la respuesta de lo que él sentía ante el vaivén de mi corporeidad.

Mis pasos se marcan monótonos. Una parte de mí quiere llegar hasta su puerta y terminar de una vez por todas con esto. La otra parte quiere darle una novena o décima oportunidad.

Todo depende de él, de todo aquello que me prometa, aunque yo sé perfectamente que sus palabras no tienen sustento.

Entro al edificio. Toco la puerta de su departamento.

Nadie sale. Tendré que esperar…

Llevo quince minutos esperando sentada en las escaleras.

Llega una mujer, que a la vista me lleva más de diez años. Me pregunta:

—¿Buscas a alguien?

Los celos se vuelven a apoderar de mí. ¿¡Qué hace esta mujer en el piso donde vive mi ex-novio!?

Me “empodero” y, a pesar de que él y yo tenemos un mes de haber terminado, tengo que poner a esta tipa en su lugar. Por lo tanto, le respondo:

—Vengo a ver a mi novio, vive en este departamento.

A lo cual me responde:

—Mucho gusto corazón, yo soy su esposa.

La leyenda del niño fantasma del parque España
Soy Clarividente

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