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Estaban solos en su alcoba cuando él la miró y dijo secamente -«renuncio a ti»-.

Estaba cansado de ir contra corriente, quería gritarle al mundo cuánto la quería pero sus demonios no
lo dejaban; era mejor o al menos así lo creía seguir con un romance secreto, en el fondo sabía que su
familia y amigos no aprobarían a esa chica humilde aunque de reputación dudosa. Lo supo desde
aquella tarde cuando caminaban de la mano y notó la mirada lasciva de un transeúnte que la había
reconocido, buscó chocar con ella mientras sonreía socarronamente y le rozaba un seno, en ese
momento él no dijo nada, sólo soltó su mano, mientras continuaban su andar bajo la mirada y cuchicheo
de los vecinos.

Al llegar a su departamento él miró alrededor esperando que nadie los viera entrar y ese acto se volvió rutina; en la calle mantenían la distancia y al cerrar la puerta tras ellos comenzaban a amarse. Así habían pasado meses hasta esa noche que él dijo -«renuncio a ti»-.

Por un instante ella enmudeció, sus ojos se llenaron de lágrimas, no sabia que hacer o como reaccionar… Pensaba si debía llorar o tal vez reclamar, si enojarse o salir corriendo.

Ella recordó aquel día de marzo cuando lo conoció. Iba distraída, absorta en un helado mientras caminaba por la pequeña plaza del pueblo; observando un pequeño grupo de niños que jugaban al otro extremo. Él miraba su teléfono cuando chocó con ella haciendo que su helado cayera. Él se apenó y sólo atinó a decir «no estaba tan bueno»; mientras probaba de un poco que cayó en su móvil. Eso más que molestarla la hizo soltar una tímida carcajada que él correspondió con una sonrisa avergonzada.

Ella lo miró y dijo -invítame uno mejor- mientras sonreía. Pudo zafarse rápidamente de esa situación, ambos pudieron hacerlo, sin embargo no era lo que deseaban; así que caminaron hasta una heladería donde él mencionó -el de nuez es mi favorito-; ella sólo sonreía mientras pedía un helado de chocolate. -¿Estás segura que no quieres otro sabor? preguntó él, y ella sólo movió su cabeza negativamente. Chocolate era el sabor del helado que hacía unos minutos había terminado en el suelo. Y ella quería disfrutar un helado de ese sabor. Hablaron por un par de horas; tal vez más y al salir de la heladería ya iban tomados de las manos. Ese día comenzó todo, salieron por un tiempo hasta que decidieron mudarse juntos, y todo parecía estar bien… hasta esa noche.

«Renuncio a ti»… esa frase retumbaba en sus oídos, seguía atónita, deseando que fuera una mala broma y
él se retractara de sus palabras… pasaron solo algunos minutos aunque para ella parecían una eternidad. Lo
miró tratando de hilvanar palabras pero era inútil, quiso buscar sus ojos pero agachó su mirada, en el
fondo se sentía avergonzado por decirlo tan fríamente, ¿que más podría hacer? aún la amaba pero no
soportaba la idea de saber que cada día ella se encontraba con alguien más en otra cama, en algún
momento quiso pedirle que dejara ese trabajo pero no se atrevió, de alguna manera se había
acostumbrado a compartirla, sólo era trabajo, se repetía; pero las miradas y las habladurías, eso era lo
que no podía soportar, cada día la misma historia.

Si iba solo, las señoras de «buena moral», como hacían llamarse; se limitaban a mirarlo y socarronamente alguna le preguntaba por su novia; a lo que él sólo se limitaba a sonreír y decir -volverá más tarde-. Sabía que al darles la espalda cuchicheaban sobre ellos y su relación; eso siempre lo ponía mal aunque no tanto como cuando caminaban juntos.

Ahí era cuando las miradas se centraban en ella. Y sin medir el volumen de su voz se escuchaba un «zorra». Sin embargo, cuando querían herir más vociferaban:

-Esa es la puta de la que te hable. Vive aquí cerca, con un joven que parecía decente, hasta que apareció con ella. Seguro y también le cobra a él.-

-Yo no se porque no exigimos que se vaya de aquí. Esa mujer sólo le da mala impresión a la colonia, deberíamos de denunciarla-.

Y así podían continuar con su charla hiriente; que si bien a ella no le afectaba mucho lo que decían si sabía que a él le dolía; y eso, es lo que la hacía pensar en dejar esa, su profesión.

Ya llevaba tiempo pensándolo, quería hacerlo por ambos, incluso había pensado que deberían mudarse
para no arrastrar su pasado, buscarían un lindo departamento, conseguiría otro trabajo aunque fuera
haciendo limpieza, no le importaba el trabajo, sabia que algo encontraría, trabajar como prostituta no
era su plan de por vida, por las mañanas tomaba un curso de computación, cosa que no le había
comentado a él, quería sorprenderlo esa misma noche, decirle sus planes, lo que estaba haciendo…
estaba ansiosa y segura de lo mucho que él se alegraría cuando le contará…

No alcanzó a contarle, él ya había soltado esa frase sin afán de retractarse, era tarde, estaba desecha y
sólo quería romper en llanto, no sabía qué decir… él se levantó y fue al baño, tal vez esperaba que al
salir ella se hubiera ido, demoró unos veinte minutos ahí, solo de pie frente al espejo, no pudo contener
más sus lágrimas, en el fondo no quería perderla pero la situación ya lo rebasaba por mucho, se
preguntaba si estaría haciendo lo correcto.

Ya no escuchaba ningún ruido en la habitación, asumió que
ella se habría marchado, así que se lavó las lágrimas y salió del baño. Al salir su sorpresa fue encontrarla
metida en la cama, con una mirada seductora y semi desnuda, sus ojos se posaron en ella en su
desnudez y sus curvas, ella con un ademán lo invitaba a acercarse y meterse a la cama junto a ella,
pensó que seduciéndolo el olvidaría sus palabras y seguirían siendo felices.

Él se acercó y dudo de su decisión; empezó a quitarse la ropa, se sentó a la orilla de la cama y acarició su espalda; lentamente desabrochó su brassiere y comenzó a besarla. Justo en ese momento la miró… En sus ojos encontró el miedo a perderlo y alcanzó a ver una lágrima escurrir por su mejilla; ella sabía que seducirlo de esa manera sólo para hacer que cambiará de opinión, no duraría mucho; incluso pensó que por la mañana, le repetiría esa horrible frase que ya estaba grabada en su alma; y aún así no le importó, sólo quería postergar su separación aunque sólo fuera por una noche. Él también lo entendió y aquella noche se amaron hasta quedarse dormidos abrazados; no hubo palabras, solo sonrisas y miradas de complicidad. Tal pareciera que ninguno deseaba que llegará la mañana, ambos querían una noche eterna… esa noche.

Habían pasado algunas semanas desde aquella noche, ella tenía pocos días de haber empezado a
trabajar en aquel prostíbulo, una amiga de profesión la había llevado y no puso objeción, no había
trabajado desde que terminó su relación y las cuentas empezaban a acumularse, así que aceptó, era lo
que sabía hacer y aunque no ayudaría para olvidar, al menos la distraería… o eso es lo que ella pensaba.

No volvió a buscarlo; le dolía en el alma pero él dejo muy clara la situación. Aún así pasaba el tiempo pensando en él; recordando cada momento e incluso cuando estaba con algún cliente imaginaba que era él con quien tenía sexo. Eso hacia que muchos hombres la buscarán, con ella no era sólo sexo; siempre dejaba un trozo de ella en cada encuentro.

Él tampoco dejaba de pensar en ella, la amaba y la extrañaba más que a nadie, cada noche se carcomía
por dentro imaginando con quien estaría. Cuando estaban juntos, ella le contaba sobre cada cliente, y él
se tranquilizaba al escuchar que la había pasado mal, o que el tipo olía mal o que estaba desaliñado,
incluso reían cuando le tocaba algún novato o un precoz así los celos nunca fueron un problema; pero
ahora que estaban separados los celos se apoderaban de él a cada momento, su paranoia había llegado
al grado de imaginar que cada hombre que encontraba a su paso ya había estado con ella.

Había comenzado a seguirla, de lejos para que ella no lo notará, no quería un enfrentamiento puesto
que no sabría qué decir. Cuando la vio entrar en el burdel, los celos comenzaron a dominarlo cada vez
más, al punto de entrar a buscarla y pedirle perdón, solo quería volver a estar con ella, junto a ella… no
había dejado de amarla e intuía que ella sentía igual; supuso que al verlo llegar correría a sus brazos y se
fundirían en beso casi eterno. Con esa idea se acercó a la entrada del burdel, no había nadie cerca,
empujó la puerta y esta se abrió, tomó aire y entró.

Imagen: Riliv
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Ella se encontraba en lo que parecía una pequeña cantina bebiendo una copa de vino cuando un hombre alto y pasado de peso se acercó a ella; la tomó por la cintura y susurró algo a su oído, inmediatamente se levantó de su asiento, de un trago se bebió la copa y acompañó al hombre, quien rápidamente posó su mano en su trasero como abrazándola, se dirigieron hacia una escalinata y subieron.

Desde la entrada él miró toda la escena pasando extrañamente desapercibido por las
personas que allí se encontraban, avanzó hacia la escalera y subió, ella no se percató que estaba siendo
observada, o más bien no le dio importancia, muchos de los asistentes al lugar la miraban y la deseaban,
él puso atención a la habitación en que entraron y se decidió a subir y recuperar a su amor; para cuando
llegó al cuarto y abrió la puerta, ella se encontraba de rodillas haciéndole una felación a aquel hombre,
mientras le sujetaba el cabello y empujaba con fuerza su cabeza, ella le dedicaba miradas como si lo
disfrutará.

Justo en ese momento corrió por la habitación gritando que se alejará de su mujer y
arremetiendo a golpes contra aquel hombre quien ya estaba tendido en la cama, tratando de dominar la
histeria de ese sujeto que entró amenazando su vida; ella lo miró y le gritó que se detuviera, se acercó a
él tratando de hacerlo entrar en razón, la conmoción y los gritos alertaron a todos los que se
encontraban allí, sin embargo solo entraron dos hombres a la habitación que al ver la escena y cómo
aquel hombre estaba ya ensangrentado, se impactaron y uno de ellos sacaron un arma y disparó, ella se
dio cuenta y corrió hacia el hombre que disparó, su compañero rápidamente saco su arma y disparó en
dirección a ella.

Él despertó unas horas después en una cama de hospital, trato de moverse cuando descubrió que su
mano estaba sujeta a la cama, mientras que la otra vendada, se puso nervioso y comenzó a gritar; una enfermera entró por la puerta y lo miró, llamó al doctor y mientras esperaban su llegada, le dijo -que
buen lío armaste, de no ser por esa chica no estarías aquí contándolo-, él no entendía nada, tenía
preguntas y sólo atinó a decir -¿dónde está?-, justo en ese momento el médico entró, lo revisó y le hizo
preguntas de rutina, detrás de él médico y antes de poder preguntar que había sucedido llegaron dos
sujetos con uniforme, parecían policías. Se presentaron como agentes del ministerio público y le
explicaron que estaba arrestado por el homicidio de una mujer; ahora más que nunca no entendió nada.

Una mujer fue a verlo al hospital, era la amiga de ella. Le explicó que ella vio cuando le intentaron
disparar y corrió para desviar el arma; lo logró, pero el otro tipo se puso nervioso al verla ir hacia ellos y
le disparó, la bala dio en su corazón, lo que la mató casi al instante. Aquel hombre que era su cliente esa
noche era un político en ascenso, quien no podía verse afectado por el suceso. Así que aprovecharon
que la bala, aunque solo rozó su brazo, bastó para dejarlo inconsciente, para falsificar los hechos y que
todo apuntará a que él la había matado. La chica se fue después de contarle lo sucedido y él entendió
con lágrimas que ese era el precio por renunciar a ella.

Mundo de ideas
Un bar de bohemia

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