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Relaciones peligrosas, Tabaquismo. Inerte movimiento que en mentes enclenques se disuelve. Calamidad serena que trastorna sin retorno el entorno que nos envuelve.

Ni siquiera me gustaba el sabor del humo llenar mi boca, así como no me  gustaba la embestida sosa entre las piernas, pero ninguna me desagradó lo suficiente para evitar ansiarlas.

Sabía lo que era repulsivo y lo que era placentero pero me era difícil discernir entre ambos, cuando se hallaban mezclados en la misma sensación.

¿Como un acto puede ocasionar dos cosas tan opuestas en las entrañas? Para mi imposible contestarlo y nunca me detenía a pensarlo con seriedad; me era aun más imposible apartarlos cuando mi corazón palpitaba por la repulsión y embeleso. Dulce sabor amargo inundaba cada parte de mi consciencia.

Sensación desagradable, cómoda, intima, desesperadamente retraída al punto de la sugestión

Fumar ha sido de los errores más estólidos que he cometido parece ser una de las principales causas del tormentoso futuro que nos depara, dejarlo ha sido también una de las cosas más difíciles que he hecho, el insomnio, la ansiedad y el estrés eran mis compañeros durante la noche, ¿Ha valido la pena? de cualquier forma morir es lo único que nos espera.

Dejarlo ha valido cada segundo de desesperación, fumar una cajetilla al día, solo me ha conseguido ahora vergüenza, y pulmones agotados, me arrepiento de haber prendido mi primer cigarrillo, me arrepiento aún más de prender el segundo, pese a que no me gustaba el sabor del humo infestarme la boca.

Primero le quería, quería necesitarle, me tranquilizaba, era adictivo, soberbio, me hacía sentir perspicaz, astuta, audaz, silenciosa ilusión potente que cegó mi sentido común, dejándome casi sin seso y sin pulmones para gritar. Al principio todo fue suave, uno, cuando apetecía, sí lo apetecía, (aunque solo me apetecía cuando le apetecía a alguien más).

Pronto todo se me fue de las manos sin darme cuenta deje de contar los que me metía en la boca a dos dedos, suspirar, con el, por el, a todas horas.

Sabía que era dañino, y no me importó, decían que podía matarme, los ganchos al pulmón me parecieron insignificantes, quizá quería ver cuánto podía soportar, entonces todo empezó a ir mal, no por su total causa, por supuesto, soy consciente que mis decisiones no fueron exactamente las correctas, sin embargo específicamente fueron los estragos de su existencia los quedaron tatuados en mi mente y cuerpo, una eternidad.

 Lo malo fue peor, cuando ya no podía subir escaleras, el abrazó se convirtió en estrangulación, me sofocaba, me hallaba  sola y sin poder, ni querer escapar «es normal» repetía en mis pensamientos, sus engaños e ilusiones eran más fuertes que mi voluntad, y solía creer con todas mis ganas, que más dañino era vivir sin él.

 Quede estancada, no quería combatir el sentimiento que paso de «ser mentirá» a verdad que aceptaba resignada, no pasaba hora sin que pensara en aquel que abusaba de mi ser, sin que probara el olor de sus tóxicos besos, sin que me sintiera aliviada por su compañía, con el escapaba de la cárcel en la que el mismo me había metido, presa en un abismo de terquedad y aversión, ¿Cuánto anhelaba su aroma? lo mismo que aspiraba al dolor.

No sé como, no sé porque, no sé cuando, comencé a sentirme asqueada, su perfume se clavo en mis poros y ya no era más satisfactorio, me sentía despreciable, pues aun más cuando me faltaba el aire y me colmaba con una bocanada de su espíritu.

Intente dejarlo, mas veces de las que quiero aceptar, pero cada vez que me sentía un poco libre, me llamaba, entonces bajo una excusa pobre y vacía yo sucumbía a sus brazos, sin ternura me despojaba de mis propios engaños, «solo uno» me decía, pero nunca de verdad lo creí, casi podía oírlo reír de mi, y de mis pobres esfuerzos.

Si muero sobre mi cama
El Sazón de Carmen y sus amistades, Lasaña

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