Hoy por la mañana recordaba a mi profesor de español y literatura de la secundaria y preparatoria. Un esforzado docente que se empeñó siempre por ser un gran animador en la conversión de sus alumnos a lectores habituales. Se llamaba Agustín, casi igual que el famoso escritor mexicano de los sesentas, José Agustín, autor del libro de relatos “Inventando que Sueño” publicado en 1968.
“Inventando que Sueño” esa expresión queda de maravilla en esta compleja y prolongada temporada que estamos viviendo en el mundo y particularmente los mexicanos. Porque esta experiencia, más que parecer un mal sueño, ha resultado una verdadera pesadilla para la mayoría de nosotros. Por las pérdidas de vidas, en la familia y en los círculos más próximos como en el trabajo o entre los amigos entrañables. Los enormes daños a la economía nacional y doméstica, que habrá de ser pacientes y esperar un extenso tiempo para la recuperación, la cual será a largo plazo y ritmo lento. Y podemos sumar también las afectaciones emocionales y a la salud mental. Crisis de ansiedad, depresión y otras alteraciones a nuestra forma y estilo de vida.
Un tremendo calvario para muchos, que se extendió sin previo aviso, sin dar oportunidad de prepararnos para la crisis que venía y el desastre provocados por un enemigo invisible, que nos dejó inmovilizados, atados en nuestros espacios íntimos, con sueños y proyectos paralizados, suspendidos, aplazados o cancelados. Los demonios andan sueltos.
De pronto nos vimos en la necesidad de confinarnos, de aislarnos, de separarnos de seres queridos y nuestras acostumbradas rutinas, de ir al trabajo, de compras al mercado, de convivir con amigos y la familia no nuclear. Las restricciones fueron en aumento en cantidad y en rigor, y nos tuvimos que replegar aún más cuando la pandemia se dilató y se visibilizaron los contagios y defunciones. Lo que empezaba por una situación incierta y preocupante, se fue dibujando como una verdadera tragedia para el mundo.
Lejos de especulaciones, teorías conspirativas y psicosis provocada por el impacto de la desinformación y fake news que se desataron con furia, los humanos tuvimos que reaccionar y evolucionar a gran velocidad. La prioridad fue la sobrevivencia, con ese objetivo fuimos adaptando nuestra vida a las nuevas circunstancias. El miedo no detuvo nuestra capacidad de aprender y desaprender, de ajustarnos, de cambiar costumbres, vicios, inercias, que ya formaban parte de nuestra forma y estilo de vida.
Nuestros confortables reductos y pasatiempos se vieron alterados para dar lugar a otras dinámicas, que nos permitieran resistir y reducir los gastos y los daños. Porque absolutamente nadie estaba o está a salvo de afectaciones directas e indirectas. Por esa razón la insistencia en la obligación de ser empáticos, solidarios y trabajar en comunidad. Este es un asunto de sobrevivencia y de conservación. No es la primera vez que sucede en el mundo.
Nos reinventamos y enfocamos hacia otra dirección nuestros sueños, nuestros anhelos, ya nos dimos cuenta que TENER no es una garantía de nada, igual te mueres; que la vida es más importante que la fama y el dinero; que la salud se cuida y se procura porque no se compra en la tienda de la esquina; que cultivar el SER nos ayuda y nos conviene para estar en paz y mejorar la armonía con los demás y con la naturaleza que nos rodea. Reinventarnos implicará esta vez, decisiones firmes y esfuerzos adicionales, pero ante la emergencia sanitaria y nuestra notable vulnerabilidad, bien vale la pena por nosotros y los que nos siguen.
Por ese motivo, reinventarnos es confirmar, por un lado, que la evolución es inaplazable y aunque sea forzada debemos atenernos a esta cambiante normalidad, y por otra parte, asegurar, que vendrán tiempos mejores y tendremos un mundo diferente, más equitativo, inclusivo y sustentable. Un planeta en el cual le hubiera gustado vivir a Agustín, nuestro añorado profesor, un docente dedicado, honesto y con ética a prueba de todo.
Muy buen texto de Akiles Boy sobre la pandemia, me gusta mucho como escribe👍🏻