El verano murió, pero al mismo tiempo el otoño vio la luz, se respira un aire cargado de nostalgia; las últimas lluvias ceden su paso a los primeros frentes fríos de la temporada. Poco a poco el verdor se graduará en tonos ocres, terracotas y cobrizos.
Las tradicionales fiestas, legado de nuestro vasto sincretismo cultural, (por primera vez ahogadas en la vorágine de la pandemia), dieron, una vez más, prueba innegable de nuestra identidad mestiza; y aunque ya pasó el desangelado “grito” de independencia, aún se aprecian banderas, escudos y guirnaldas en algunas casas, edificios, calles y avenidas de nuestra mítica ciudad.
Una vez pasada la celebración nacional, las luces tricolores y los fuegos de artificio que adornaron el cielo nublado y frío, ceden paso al recogimiento y las tenues luces de las veladoras.
El olor a pólvora que flotó en el aire por algunos días será sustituido por el del copal y el incienso; las guirnaldas serán reemplazadas por flores de cempasúchil, nardos, nubes y terciopelo en los floreros que adornen las ofrendas dedicadas a los que, al menos una vez al año, nos visitan para compartir su anhelada presencia y su comida favorita.
Ya se respira, ya se siente la presencia del otoño que nos convida el humo que emana de una taza de café negro, el dulce sabor del pan de muerto, los colores vivos del papel picado… las historias de nuestros antepasados, la muerte rendida y azucarada en forma de calavera… Sí, comienza el balance de lo que somos, de lo que fuimos; comenzó el otoño, ciclo de cierres, de finales; pero también de preparación para la renovación.
El duelo y la algarabía bailan, se instalan en nuestros ojos y nos arrancan lágrimas, suspiros y carcajadas. Buscamos respuestas sin hacer las preguntas correctas y terminamos ritualizando, a veces con burdos “parches”, nuestras milenarias creencias entre calabazas chimuelas, murciélagos, telarañas, gatos negros y brujitas; pero también entre altares, tapetes y ofrendas.
Así llegó el otoño: con la sombra que crece, el árbol que cede sus hojas, el viento frío que sopla, la nube que se llena altiva, nuestro corazón que se alinea con nuestras raíces… Esto somos, en esto nos convertimos, bienvenido el cambio, bienvenidos sean los regalos de otoño.